Capitulo 15 El Búho falso

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Notas de autor:

De nuevo disculpándome por mis retrasos con las actualizaciones, entre la chamba y mi viaje a Oaxaca (el cual fue toda una existencia chocolatosa y artística XP) me fue imposible actualizar la semana pasada, pero aquí está el nuevo capítulo. En serio muchas gracias por seguir esta novela con todo y mis retrasos >___<.

Y en noticias que a nadie le importa, hoy se me prendió el foco para mi siguiente proyecto de Cómic. El viaje me ayudó para la inspiración, pero también significa que tendré que

disciplinarme más >__<, a ver cómo me va.

También seguiré actualizando la página de bocetos de SEUCDM :) pero si me iré un poco lento ;3;.


CAPÍTULO 15 El Búho falso

Los meingkas eran todo un misterio para Laurel y el resto de la gente. Parecían magos o sacerdotes que celosamente guardaban sus secretos y no pensaban compartirlos con nadie. A veces hablaban un lenguaje que no entendían los demás y actuaban extraño. Al final, el secreto de cómo trabajaban era su forma de manifestar lo especiales que eran y al mismo tiempo se sentían en control de la situación, a pesar de las circunstancias agresivas en las que vivían. Laurel sabía eso pero nunca investigó más sobre esa gente. Sólo tenía 4 años cuando escuchó hablar de humanos "raros" que hacían magia con herramientas y objetos descompuestos. Creyó que era un cuento más, como aquel que le contaba su hermano mayor sobre el duende azul que hacía juguetes con magia y los dejaba en la ventana cada fin de ciclo a los niños. Con Laurel, ese duende siempre fue considerado hasta los 7 años, le emocionaba cómo con un simple berrinche hacía que su hermano mayor le diera sus propios juguetes que le daba el duende azul.

Pero pronto supo que el duende no existía y era cosa del abuelo de los niños que no tenía nada de mago ni de duende. Y por eso no era de sorprenderse que viera a los meingkas como una mentira y lo que realmente se le debía de temer eran a las lloronas del puerto. Aquellas que se arrastraban en las orillas de Puerto Frío y devoraban hombres, y vaya que le asustaban mucho, incluso en el presente le acosan en su cabeza esas criaturas que considera del mismo infierno. Era lo que más le alegró de salir de Puerto Frío.

Esas cosas modernas y asombrosas que hacían los meingkas no sólo no las creía, no le interesaba, igual y si a los 8 años le hubieran seguido dando juguetes... Ni siquiera cuando conoció a Claudio (el primer meingka que vio en persona) y le explicó por qué su ojo real parecía falso.

Lo que le decía era aún más difícil que las matemáticas y al igual que muchas cosas en la vida no lograba entenderlo. Frustrado por su bloqueo y poca comprensión decidió no meterse con esa gente. Aunque Claudio y Rhein, haciéndose el interesante, le decían lo especiales que eran y lo inútil que él era.

En el instituto Handherzn olvidó todo ese chismerío sobre esos humanos con cualidades superiores, habían varios y a los ojos de los demás más que especiales sólo eran los desadaptados que se necesitaban para ganar la guerra contra las misteriosas bestias que vivían en Infierno. Para Laurel todos eran estudiantes que lo veían como un pobretón con algunos privilegios.

Cuando ingresó, algunos estudiantes estaban curiosos por el nuevo alumno. Un pequeño chiquillo de Puerto Frío que resultó ser hijo bastardo de un militar importante. Después, la curiosidad pasó a la agresión de algunos alumnos que lo denigraban y lo veían por lo bajo.

Aprendió a acostumbrarse con el tiempo a esos tratos hasta que los estudiantes se aburrieron de acosarlo. Muchos creían que en un arranque de furia los golpearía, lo esperaban por los rumores que se corrían sobre él, pero nada pasó. Al parecer todo era un mero rumor y Laurel pasó de un supuesto asesino a un pelele que era maltratado por lo que quedaba de su familia. Al final su posición en la escuela era como de un raro chico patético al que nadie le importa.

Sino en una cajita de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora