Capitulo 29 El pez herido

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Comentarios de autor:

Bueno, sé que me atrase un poco pero aquí andamos actualizando. Como siempre muchas gracias por su paciencia, por sus porras y bienvenidos nuevos lectores que le dan una oportunidad a mi malviaje, saben que son un amorsh y aunque demore un poquin, sigo actualizando XD.
Para los que tenían la duda sobre el por qué había un capi con una cancioncilla feliz, pues acá está la razón.
Ya no me demoro y los dejo con el capítulo 29.


Capitulo 29 El pez herido.


Soto corrió preocupado hacia el cuarto de Laurel. Wyvern le había comentado sobre el atentado contra el edificio de zoología y cómo el chico fue tontamente a perseguir al culpable. Después de eso no se supo más de su paradero.

Lo había buscado en todas partes, incluso en el lago, pero no encontró rastro de él.

"¿Y si está en su cuarto?", pensó. Cierto que era el primer lugar donde debía buscar, pero terminó como su última opción al no pensar claramente por todo el tumulto que se produjo en la escuela cuando se enteraron que su perfecta seguridad había flaqueado.

Justo frente a la puerta del cuarto de Laurel escuchó una voz que venía de adentro:
-Está abierto.

Soto reconoció de inmediato la voz y entró.
Ahí se encontraba un lastimado Laurel, justo frente en la ventana. Estaba prácticamente desnudo, mostrando varios rasguños, únicamente una trusa y una pequeña frazada cubrían sus partes privadas. Eso lo puso algo nervioso, sabía que un cuerpo así de delgado y sin gracia no era muy atractivo, en especial con varias heridas de por medio, pero le resultaba ligeramente femenino y sumamente atrayente, mas intentó controlar sus instintos. Dudaba que el chico estuviera de humor para esas calenturas.

-¿Me oliste y por eso sabías que estaba tras la puerta?
-¿Podemos ahorrarnos la conversación del horrible "don" que tengo por esta ocasión? La ultima vez rompiste una de las hebillas de mi protector de brazo.
-Lo siento... ¿Cómo estás?
-Podría estar peor... -giró la cabeza, se veía algo apenado al ser observado con tan poca ropa.

A un lado de Laurel, había una jícara con agua y un trapo húmedo para limpiarse, la mejor manera que encontró para tratar sus heridas.

-Esto... Entré a tu cuarto para tomar el agua, espero no te moleste.
-No, está bien pero, ¡¿el ladrón fue el que te hizo esto?! -se acercó para tomar el trapo y ayudarle con sus heridas-. Wyvern me contó que corriste tras él, ¡fue una locura! ¡Mira como te dejó ese tipo! Deberías estar en la enfermería.
-No fueron heridas graves, solo arden un poco pero estaré bien.

Mientras hablaba Soto se inclinó frente al chico herido y empezó a pasar el trapo lentamente, casi vacilante, por la piel de Laurel. Era pálida y ligeramente azulada con una textura que nunca había sentido cuando acariciaba a las mujeres. No era suave al tacto, era algo rasposa y no entendía por qué se le antojaba saborearla, pero de nuevo su cordura y el horror de ver tanto rojo pintando su piel lo detuvieron. Por lo que veía todas eran heridas frescas, rasguños superficiales, pero eran tantas que le preocupaba qué tipo de sujeto le había hecho algo así. Algo no estaba bien, no se veían hechas por un arma, parecían hechas por una bestia. Llegaron a su mente recuerdos incómodos, que su lógica bloqueó de improviso, no quería espantar a Laurel. Ya había sido atacado antes por una bestia y por ello no podía tener amigos. Debía estudiar mejor la situación antes de apresurarse, siempre metía la pata cuando se apresuraba.

De pronto recordó lo que le había dicho Rhein. El chico estaba prácticamente desnudo y la única cicatriz antigua era la de su brazo izquierdo. ¿Acaso el meingka le mintió solo para molestarlo? No deseaba volver a discutir con su protegido pero necesitaba saberlo.

Sino en una cajita de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora