capitulo 9 El loro tuerto.

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Nota de autor:

 

¡Hola chocolatines! Aquí casual sufriendo todavía por mi columna pero mejorando lentamente =) ( y recordando que ese mal es de por vida y por ende debo cuidarme ). Me llego mas chamba dibujosa así que advierto que este capitulo será un poquito mas corto de lo usual, igual y me tardare también un poco en actualizar la zona de sketch, de por si ya me atrase con algunos garabujos, pero tratare de seguir actualizando la novela cada lunes =). Gracias Gretita preciosa por la sugerencia de el bonus, si me aplico igual y saco algo para febrero, pero necesitare aplicarme rudamente.

 

Y como siempre le doy las gracias a Krystal por la editada y a todos los que me comentan y pasan a leer este texto, no saben lo feliz que me hacen y es un gran apoyo e incentivo para mi que me ayuda a continuar con todo y el tiempo limitado T__T.

 

Ya no los entretengo y los dejo con esta entrega de Sino en una cajita de metal.

 CAPITULO 9 El loro tuerto.

La gente de Ciudad Paraíso estaban conscientes de que vivían en una "jaula de oro", un hermoso lugar del que no podían salir, estaban seguros que afuera nada peligroso entraría gracias a sus murallas y sistema de defensa tan elevado. Mientras que en la Ciudad del Cielo y en los pueblos aledaños la situación era muy distinta, porque entre más retirados y más cerca de Ciudad Inframundo estuvieran, esa jaula de oro se convertía en una serie de celdas donde no tenían escapatoria. Los humanos debían resignarse a vivir con criaturas extrañas de origen desconocido, la mayoría de esos seres se escondían o tenían sus propios territorios donde el hombre por miedo no entraba. Pero habían otras criaturas mas inteligentes que se aventuraban a los lugares donde estaban los humanos y  que deseaban desterrarlos violentamente  devorándolos o simplemente matándolos. Toda esa situación estaba provocando levantamientos civiles contra el gobierno de Cielo exigiendo protección, situaciones que no siempre podía controlar los altos mandos, anunciando que no tardaría en que esos movimientos organizados terminarían en una guerra interna de ese enorme país. Algo de lo que ni Paraíso podría salvarse.

Y mientras toda esa locura lentamente llenaba de miedo e incertidumbre a la gente empezaron los nacimientos de niños superdotados que la gente empezó a llamar Meingkas.

Los científicos de las ciudades grandes como Paraiso y Cielo tenían la teoría de que los meingkas eran una mutación natural para encontrar la manera de destruir a las bestias. De ahí el por qué de su cerebro y sensibilidad mágica tan desarrollados. Pero para los habitantes de los pueblos alejados y de la Ciudad de Inframundo eran lo opuesto. Los veían como humanos falsos, cuyo objetivo era masificarse para acabar con los humanos verdaderos de ese país, bestias disfrazadas de hombres que robaban úteros de mujeres para desarrollarse y crear el caos desde el interior.

Claudio sabia todo eso desde hace tiempo y curiosamente esa noche que Soto fue a su habitación lo recordó, todo aquello que se decía de su especie. Pero para Claudio no estaban los que los apoyaban como personas evolucionadas  y los que les agredían o temían. Sólo estaban los que te mataban al instante y los que no. Y los últimos eran los más peligrosos.

Aún recordaba cómo sus padres lo vendieron cuando sólo tenía cinco años a un científico que experimentaba con niños meingkas. El era el único de su familia que nació con esos ojos “extraños” típicos de esa especie. Ni siquiera sus hermanos mayores que apenas recordaban, ni su padre y madre habían nacido con esa “maldición” que afectaría su vida para siempre. Pertenecía a un pueblo humilde donde acabaría muerto a pedradas de no haber sido vendido y llevado a Cielo.

Sino en una cajita de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora