CAPÍTULO 16 La cicatriz del pez.

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Nota de autor: Intentando ponerme al corriente para actualizar cada lunes. 

Se que están algo hartos de que siempre ponga de excusa la chamba en relación a mis retraso (tener dos trabajos, comisiones, una familia disfuncional, una columna jodida y deudas no aliviaban el asunto), pero me temo que entre eso, los bloqueos y un cómic que ando planeando voy con más atraso del que quisiera sin mencionar los pocos ánimos y modo emo que luego me llega por que siento que nadie lee la novela ;3; . Por esta razón es probable que tenga que poner en hiatus por unas semanas la novela hasta que vuelva a ponerme al corriente con la misma. 

Prometo terminarla, así que no se espanten chocolatines que siguen SEUCDM. Pero si esto sigue así tal vez me demore más de lo planeado, a veces dependo un poco del ánimo o porras que me echan, y cuando no es así me acaba absorbiendo mi mundito caótico.

Intentaré seguir actualizando cada lunes, y si me vuelvo a detener daré el aviso a tiempo y también recordaré cuando regresará la novela.

 

En serio lo siento por escribir tanta tarugada. Pero quiero que entiendan la causa de mis retrasos, me encanta escribir, y más si es yaoi y más si es mi malviaje XS. Pero ya ando con mucho estrés y con los ánimos bajos.

Los dejo ahora sí con el siguiente capítulo :). 


CAPÍTULO 16 La cicatriz del pez.



Soto entró en la bodega, pero no vio a Laurel por lo que le gritó. Nunca había entrado y el sitio se le hacía enorme, oscuro, lleno de herramientas y demás artilugios de diversos tamaños de los cuales desconocía su funcionamiento, la mayoría estaba algo estropeados y sucios. 


Definitivamente necesitaba una limpieza concienzuda y un orden el lugar con tanta herramienta y artefactos abandonados que le "adornaban". Por un momento sintió que estaba en un cementerio de animales metálicos y cobrizos y se estremeció algún meignka probablemente era fan de hacer maquinas con formas de animales y le provocaba algo de escalofrío, definitivamente esa relación de ideas le hizo tener recuerdos amargos con las máquinas que no deseaba recordar.

Por un momento sintió que era algo trágico haber nacido en una familia de meingkas que todo el tiempo hablaban y se relacionaban con máquinas cuando él siempre detestó ese ambiente. Hubiera preferido nacer en una familia normal que viviera en el campo, aunque sólo soñaba con esa idea con pocos detalles al respecto, sin pensar en las limitaciones de pertenecer a una clase social más baja que viva en el campo. Al final, al igual que a todos los estudiantes de ahí, fue un chico consentido por el dinero de sus padres.


El olor del aceite y el metal no lo podía tolerar, definitivamente no era su ambiente el Taller de Armería o las fábricas de sus padres. Una sola vez intentó interesarse por lo que los meingkas consideraban parte de su naturaleza y esa experiencia negativa le bastó para olvidarse de ser un como los demás. Al final uno no puede desarrollar su talento si no le interesa y definitivamente no estaba interesado en los dones con los que supuestamente había nacido.

 Un ruido lo hizo salir de sus pensamientos y regresar a la desordenada bodega. 

-Acá estoy -dijo una voz tras un enorme armatoste cobrizo que tenía forma circular con unos huecos, era una pieza plana, se veía incompleta, tal vez era la parte de algún carro o arma de gran tamaño, no lo podría descifrar. Se acercó y dio con el chico. Llevaba un atuendo extraño de tonos cafés y beige que aparentemente le quedaba grande, como el traje de un obrero, eso enfadó a Soto pero cuando iba a decir algo al respecto Laurel habló. 

Sino en una cajita de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora