Capítulo 24

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Ver a la Barbie correr como una rata escapando de un barco que se hunde, puede ser la visión más hermosa que vea en mi vida y mientras lo seguimos la rubia y yo calmadamente por los pasillos de la prisión, me alegro de que Macarena haya regresado, aunque por un momento cuando se alejó de mí en la galería hace unos minutos sin siquiera mirarme, en verdad creí que no volvería a verle.

«Vaya, rubia, menos mal que has venido», le digo con una sonrisa que no puedo contener, no sé si de la alegría que me da que no se haya marchado, que haya vuelto por mí o por el simple hecho que es gracias a ella que ahora la rata de Sandoval morirá. Probablemente una mezcla de todo lo anterior.

«Somos la extraña pareja ahora», dice entonces y yo no tengo el tiempo suficiente para analizar sus palabras porque acabamos de pasar la enfermería y algo me dice que debo regresar a mirar por aquella ventanilla.

«¡Sandoval!» digo golpeando la puerta, «¡Huelo tu perfume por toda la cárcel!»

«¡Y tu miedo!» suelta la rubia asomándose a la ventanilla también. La Barbie nos mira como un niño pequeño mira su ropero en la noche esperando que un monstruo surja de las sombras, con cara de terror absoluto y a punto de mearse en su pijama de dinosaurios. «¡Abre la puerta, Barbie!»

«¡O soplaré y soplaré y la puerta derribaré», añado yo y su miedo solo incrementa en su mirada. Jamás me cansaré del efecto que tiene una frase de un cuento de hadas dicha en el momento oportuno, es como si de pequeños nos hubieran llenado la cabeza con un millón de historias de terror y de grandes esas palabras mágicas activaran un nuevo nivel de histeria y terror que no conocíamos hasta que las escuchamos.

«¡Está viniendo un ejército y lo mejor que pueden hacer es volver a sus putas celdas! Hagamos de cuenta que acá no pasó nada, ¿sí?»

«¿Qué no ha pasado? ¿El motín no ha pasado?» empiezo yo con tranquilidad, pero de repente toda esa calma explota en mi interior «¿Mi hija no ha pasado?» grito contra la ventanilla y le veo saltar de miedo, «¡Abre!» grito nuevamente golpeando la puerta.

«Sandoval, abre la puerta», Macarena toma mi lugar en la ventanilla, «Estás en fase de negación, Sandoval y como psicólogo deberías saber que el primer paso... es aceptar la realidad. Y la realidad es que estás jodido».

¿Es raro que me ponga un poco la forma en que la rubia le habla al cerdo de Sandoval antes de echarse para atrás y volar la cerradura con un disparo?

Probablemente.

«Zulema», la rubia me detiene antes de cruzar la puerta y me da la pistola que lleva en la mano.

«¿Qué pasa? ¿No vienes?» pregunto yo extrañada.

«No voy—. ¿Sabes cuando estás en una fiesta increíble y tú no la disfrutas porque estás pensando en alguien a quien quieres mucho?» la verdad no entiendo de qué coño está hablando ahora esta tía y se lo digo.

«No tengo ni puta idea de lo que hablas».

«Ya. Pero por eso somos tan distintas tú y yo».

«Menos mal», respondo antes que se vaya.

Tener a Sandoval acorralado en su despacho me hace sentir viva por primera vez desde que murió mi hija.

No entiendo a qué se refería la rubia con eso que me dijo antes de irse, porque no sé que puede ser más importante para ella que matar a la Barbie, pero eso no importa, lo que importa es que la Barbie morirá. Solo queda decidir cómo.

Mi conversación con Sandoval es bastante reveladora y la vez no me sorprende en absoluto. Soy una psicópata de manual. Ya sabía yo que estaba pirada, que la gente del común no era nada como yo, no pensaban como yo, no sentían como yo y por sobre todas las cosas no actuaban como yo. ¿Cambia en algo saber que la Barbie y yo compartimos esta característica? Pues la verdad es que no. Él es un hombre condenado a muerte y yo simplemente su verdugo.

Éxtasis | Vis a visDonde viven las historias. Descúbrelo ahora