Capítulo 28

358 20 12
                                    

Todo comenzó con un dolor de cabeza, nada más grave que una migraña común y corriente de esas que aparecen después de pasar en vela toda una semana y que desaparece por completo tras unos cuantos días de descanso. Excepto que esta jamás desapareció.

En la cárcel al sentir dolor tienes dos opciones: corres a la enfermería y ruegas que el doctor de turno no te pida más que una mamada a cambio de unos cuantos analgésicos, o te lo aguantas. Yo soy más de las que aguantan el dolor, la otra opción es más la opción que eligen las yonkis.

Yo no me drogo por placer y aunque ocasionalmente encuentro que el dolor es placentero, he sido consciente desde el inicio que este dolor, que como un taladro intenta hacer un agujero desde el centro de mi cerebro hacia afuera, es una cosa diferente.

Nuestro paso por Cruz del Sur con la rubia fue breve, durante él, logré colaborar con la policía para ayudarlos a desentrañar el negocio clandestino que tenía el director de la cárcel, quién sacaba de la cárcel a voluntad a las presas más peligrosas para que realizaran crímenes, por los que a él se le pagaba muy bien. Era un modelo de crimen organizado bastante inteligente si me lo preguntan. No buscas ladrones y asesinos que acaban de infringir la ley dentro de la cárcel, porque en últimas allí es a donde quieres arrastrarlos de vuelta. Por supuesto que yo traté de participar de la idea brillante del director, o más bien, debería decir que intente hacer que me dejara salir de la cárcel para hacer uno de sus trabajos y así poder fugarme.

Pero si de algo me sirvió mi paso por Cruz del Sur, fue para espabilar, darme cuenta que portarme bien solo por no ser separada de la rubia es completamente ridículo y que cambiar lo que soy, mis ansias de libertad por una mujer va contra mis principios.

Aunque al final sí que lo hice de todos modos, me refiero a lo de cambiar lo que soy y mis ansias de libertad, por ella, porque siendo Macarena cómo es, no llevábamos más que unos meses en la nueva prisión cuando terminó incriminada en un caso de asesinato. Así que colaboré con la policía por ella, no porque un día me despertara y decidiera reformar mi camino y volverme un angelito repentinamente, pero supongo que sí me volví un poco un ángel, más precisamente su ángel de la guarda, aunque pensándolo bien muchas otras veces ya lo había sido y gracias a eso mañana la Rubia sale libre al fin.

La condena de Macarena que también fue reducida unos cuantos años gracias a todo el lío en Cruz del Sur, ha llegado a su fin. Yo por mi parte aprendí que colaborando un poco aquí y allá también podré salir en unos cuantos años más y me alegro que la Rubia pueda hacerlo ahora.

...

Mi cabeza se siente como a punto de explotar, cuando Macarena desciende a gatas por la cama y se ubica entre mis piernas. Sus ojos verdes me devoran viva.

Estamos en una celda de aislamiento, cortesía de Palacios, como regalo de despedida a Macarena, en el silencio de este lugar que debería ser una tortura para quien se encuentra aquí dentro, yo encuentro un poco de paz. Eso no quiere decir que el dolor sea menos intenso, pero al menos puedo concentrarme lo suficiente en observar a la rubia descender hacia mi centro.

«Voy a extrañar esto», asegura Macarena mientras se encarga de quitarme el pijama amarillo.

«¿El qué? ¿Estar rendida a mis pies?»

«Mas bien rendida entre tus piernas», dice riendo y yo le guiño un ojo, «pero me refiero a esto», añade inclinándose para darme un primer lengüetazo, «voy a extrañar tu sabor».

Yo me río de su comentario y siento como mi rostro se ruboriza repentinamente. No deberían avergonzarme sus palabras o sus acciones, porque según entiendo en este punto, hemos hecho esto más de mil veces, sin embargo, con el dolor de cabeza también vienen las lagunas mentales y si soy honesta, solo recuerdo poco más de un puñado de las veces que hemos estado juntas y todas ellas recientes. Es como si la rubia tuviera la capacidad de hacerme olvidar un día más, cada vez que sus manos o su lengua se deslizan sobre mi piel. Esto por supuesto, ella lo ignora por completo y así prefiero que siga siendo, aunque la próxima vez que la vea pueda ser la última que recuerde lo que alguna vez tuvimos.

Éxtasis | Vis a visDonde viven las historias. Descúbrelo ahora