Capítulo 20

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1, 2, 3, 4, exhala.

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1, 2, 3, 4, exhala.

1, 2, 3, 4, exhala.

No se bien por cuánto tiempo estuve allí, forzando la vida respiro a respiro dentro del cuerpo de Macarena. Bombeando sangre a un cuerpo cuyo motor había dejado de funcionar.

1, 2, 3, 4, exhala.

1, 2, 3, 4, exhala.

No tengo claro si hay alguna otra cosa que haya hecho en mi vida, que haya sido más importante para mí que esos segundos, minutos o horas en qué sostuve la vida de la persona a la que amo completamente en mis manos.

1, 2, 3, 4, exhala.

Espero que fueran segundos apenas, porque sí fuesen horas, entonces esa sería la última vez que ví a la Rubia con vida y no como un vegetal, si es que estaba viva cuando se la llevaron.

Aún puedo visualizar a los paramédicos que tomaron mi lugar al llegar y a los guardias que golpeé incontablemente por forzarme a alejarme de su lado. El sonido del desfibrilador aún retumba en mis oídos y la imagen del cuerpo inerte de Macarena retorciéndose bajo la alta corriente aún me atormenta cada noche.

Solo tengo una cosa a la que aferrarme—, el inconfundible sonido de una inahalación ahogada, trás el último choque del desfibrilador que pude escuchar antes que los guardias me arrastraran fuera de la lavandería. Quiero creer que era el de Macarena volviendo a la vida.

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1, 2, 3, 4, exhala.

El conteo incesante no termina, como si la vida de la rubia ahora en manos expertas, aún dependiera de que yo siga contando. Cuatro bombeos y una infusión de oxígeno. No se detiene. Nunca termina.

1, 2, 3, 4, exhala.

Llevo varios días sin dormir, los sucesos de los últimos días repitiéndose en mi cabeza como una película interminable.

Puedo ver a la Rubia el primer día que nos llevaron al gallinero, un segundo de pie al otro lado del lugar y al siguiente  justo detrás de mí. Mi instinto me instó en aquel instante a mirar su mano, pero no puede ver un pincho, no estaba tratando de matarme, la imagen no termina de encajar en mi mente, ¿por qué no me ha matado?

La puedo ver plantándole cara a Altagracia unos minutos después, cuando la guardia nos pidió tirarnos al suelo y después de mirarnos por un segundo sabíamos que ninguna de las dos lo iba a hacer. Puedo verla retorciéndose de dolor cuando el guardia la golpeó en el estómago a raíz de esto y puedo ver sus ojos clavados en los míos cuando Altagracia dictaminó nuestro destino como gemelas vitelinas.

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1, 2, 3, 4, exhala.

Recuerdo observarla a lo lejos en el patio cuando marcaba su territorio con Akame, ojalá la hubiera enseñado mejor, de haberlo hecho ahora probablemente no estaría debatiéndose entre la vida y la muerte, en quien sabe que hospital.

Veo en mi mente exactamente el momento en que le quebré el cuello a su gallina y recuerdo desear que no fuera solo su gallina la que muriera entre mis brazos. Ten cuidado con lo que deseas supongo. Aunque la muerte de la Maca con plumas si me sirvió de algo, ahora yo mando en mi celda y Goya, la gordi, pues hace lo que yo le diga.

Recuerdo tantos momentos con ella, tan solo de los últimos días, que podría llenar un álbum de fotografías entero de haberlas tomado. Pero no es así y su recuerdo es lo único que me mueve ahora, como tiburón en el agua, atraído hacia delante por el inconfundible rastro de sangre que ha dejado la rubia al pasar junto mi.

1, 2, 3, 4, exhala.

Mi mente va a mil por hora, cómo videocasetera descompuesta, en modo rebobinar, adelantar y repetir.

Y empiezan a brotar las preguntas.

Si no le hubiese dejado sola con las chinas cuando vinieron a llevársela a la lavandería, ambas habríamos podido contra ellas fácilmente, cómo en los viejos tiempos. ¿A que si?

Pero ella quería que yo hiciera la llamada a Castillo. Prefirió salvar a sus amigas que a ella misma—, no se qué es lo que me sorprende, pues claro que sí prefirió a sus amigas, es Macarena, un cachorro de puma con el instinto de supervivencia de un ciervo que no puede ver ni oír el peligro acechándole o que en todo caso decide ignorarlo.

Si tan solo no hubiese dilatado tanto la llamada con castillo con la historia que le conté de mi diario personal para que supiera lo que estaba pasando con los guardias.  Si hubiese corrido hacia la lavandería con más rapidez. Si no hubiese tardado tanto en notar que lo que giraba en la centrifugadora no eran sábanas y monos amarillos. ¿Habría podido salvarle?

Ver a Macarena en el suelo inconciente e inerte, con el rostro blanco como nieve, aún manda punzadas de dolor a través de mi pecho. Recordar cómo me debatía entre dejarle morir y tratar de salvarle me avergüenza. No puedo soportar el pensar en vivir sin ella ahora y eso en cierta manera me enoja.

El amor es debilidad, no entiendo cómo llegue hasta el punto de no retorno con la rubia. Cómo deje está enfermedad esparcirse por mi ser al punto de saber que esto será mi fin, porque ya no hay más nada que hacer. Soy un enfermo terminal que camina por la vida preguntándose si este será el último respiro que dé antes de palmarla.

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Que jodido es el amor, la gente no se da cuenta pero es un enfermedad mortal.

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1, 2, 3, 4, exhala.

Sufrir la misma suerte que Macarena a mano de las chinas por haberle salvado, parecería poético para muchas personas, pero no estaba en mis planes.

Por amor se mata y por amor se muere. Yo sin embargo, no soy de aceptar que mi destino está marcado con sangre en algún calendario chino, así que peleo  con todas mis fuerzas. Soy un escorpión con el instinto de supervivencia a flor de piel y esta no es la forma en que partiré. Solo muere quien es olvidado y a mí me recordarán siempre.

Éxtasis | Vis a visDonde viven las historias. Descúbrelo ahora