La oscuridad golpea mis sentidos como una ola de completa incertidumbre, mientras espero a mi destino, con las manos sobre la fría superficie de la pared de la regadera.
Cuando la vista falla, todos los demás sentidos se ponen alerta, como nervios expuestos. El dolor se multiplica por diez, los sonidos retumban en tu cerebro con matices aterradores, los olores se vuelven insoportablemente más intensos y te das cuenta que nunca te has detenido a pensar en el sabor que tiene la sangre, hasta que esta llena tu boca con la sensación de algo oxidado.
Mi respiración se hace pesada mientras espero lo inevitable, escucho cada una de mis inhalaciones claramente y siento como el oxígeno inunda mis pulmones hasta el tope una y otra vez, casi ahogándome, como si hubiese olvidado el agua corriendo en la bañera, hasta que esta se desborda e inunda toda la casa.
Pego un salto asustada cuando alguien pone la mano en mi hombro y al instante me doy cuenta que es Anabel, porque chista para calmarme.
«Solo te van a devolver lo que tu les has dado, es muy bueno y generoso por tu parte», dice entonces y me debato internamente sobre si en verdad necesito hacer esto, decido que si un segundo después, incluso antes que ella termine de hablarme, «Así estarás en paz con todo el mundo», susurra detrás mío y luego se aparta, una vez más dejándome a la espera con ambas manos en la fría superficie de la pared.
«El cuco cantaba, miedo nos quito...» canto con una voz tan temblorosa y nerviosa que difícilmente reconozco como la mía, «El cuco cantaba, el miedo nos quitó», continuo cantando mientras oigo pasos aproximarse a mi espalda, como dos ruidosos anuncios de que mi espera ha terminado, «cucú», mi cabeza golpea contra la pared frente a mí, una, dos, tres veces y siento como la sangre caliente y viscosa se desliza por mi frente.
Me doy la vuelta dándole la cara a un enemigo que ahora mismo es invisible para mí y grito, «¡Vamos!», lucho por no quitarme la venda que ciega mi visión y espero por más.
Siento como alguien me da una hostia en la cara y acto seguido otra persona me toma por los brazos y me inmoviliza, para que quien me acaba de golpear la cara pueda golpearme en las costillas, recibo golpe tras golpe y lo único que puedo pensar es que ayer en la mañana, yo era quien sostenía la bolsa de boxeo y Macarena era quien golpeaba. Sé que Macarena no esta acá ahora mismo y lo agradezco, aunque si me gustaría saber en que bando elegiría estar esta vez, conmigo o contra mí. Con la rubia nunca se sabe, es casi como si actuara al azar, estoy con Zulema si cae par y en contra de ella si sale impar; entonces, el dado vuela y solo queda esperar qué número va a sacar.
Vuelvo a la realidad cuando mi olfato se activa y en cuestión de segundos me doy cuenta que alguna de estas hijas de puta me está embarrando mierda por el cuello y siento como desliza un objeto que no reconozco por mi pecho hasta que los botones de mi camisa se sueltan y el repugnante olor inunda mi nariz sin descanso, el objeto deja pequeños rasguños en mi piel y sé que es inevitable que esa herida se infecte.
«¿Qué mierda era eso? ¡Puta cerda!» le digo entre dientes, entonces ella me da un rodillazo en la ingle y se va dejándome botada en el suelo de la regadera, con las rodillas contra el pecho y sin siguiera poder defenderme.
El líquido caliente chorrea sobre mi cara cuando otra hija de puta orina sobre mí, yo ya no tengo fuerzas para pelear, solo me quedo allí tirada recibiendo lo que venga. Una viene, otra se va, dándome lo que creen que merezco. Golpe tras golpe, me hacen sentir cada vez mas derrotada, hasta que se acaba y Anabel me dice desde la entrada,«esa era la última», y sin otra palabra se larga me deja ahí botada.
Cuando reúno las fuerzas para levantarme, encuentro una nota que dice que el teléfono móvil que acabo de comprar con sudor y sangre lo encontraré en mi celda, justo a un lado hay otro trozo de papel que pone el numero de la tarjeta SIM, supongo que Anabel me dará el detector de micrófonos después, pero no me interesa, porque mi urgencia mas grande era conseguir un medio para comunicarme con Karim y ya lo he hecho, ahora todo depende de Macarena, espero que la rubia haya podido hacerse con el puesto de centinela o todo esto habría sido por nada.
Permanezco sentada en la banca de ese baño por más tiempo del que puedo calcular, en parte porque no siento las fuerzas para salir caminando del lugar y en parte porque quede con Macarena de vernos acá para que me ayude con el resto del plan.
No sé bien cuánto tarda la rubia en llegar, pero cuando entra en el baño y se detiene frente a mí, no soy capaz de levantar la mirada y enfrentarme a mí realidad.
Sé por el silencio que inunda la habitación que mi estado es peor del que me imagino y mientras sostengo con una mano la venda que hace unos minutos inhibía mi visión, con la otra le paso el trozo de papel que me ha dejado Anabel a Macarena.
«El teléfono, al que tiene que llamar Karim», le digo a la rubia extendiendo mi mano hasta que esta toma el papel, no levanto la mirada, no me siento capaz de hacerlo.
«¿Qué ha pasado?» me pregunta ella y sé que ella no va a salir de acá hasta que le diga la verdad.
«He limado algunas asperezas del pasado», sé que no es la respuesta que esta buscando, pero mi mirada se junta con la suya y entiende que no quiero hablar al respecto, entonces hace la siguiente pregunta que viene a su mente.
«¿Quién te ha hecho eso?», pregunta y en sus ojos veo que quiere venganza y aunque no entiendo muy bien porque se vengaría de esas hijas de puta por mí, me alegra un poco saberlo.
«Ya habrá tiempo de devolver el golpe», le respondo tranquilizándola, porque ahora tengo otra tarea en mente para ella.
«Es tu turno», digo mirándole a los ojos, «no falles» ella asiente y guarda el papel que le he dado en su bolsillo, posteriormente sale sin decir otra palabra.
Me toma menos de un minuto darme cuenta que no tengo las fuerzas para levantarme y salir del lugar y solo permanezco dónde estoy, sentada y esperando, sin saber muy bien el qué. Es entonces que se aproximan pasos nuevamente y levanto la mirada y allí esta ella mirándome.
«Venga Zule, vamos a limpiarte», me dice la rubia y el apodo se oye tan extraño viniendo de su parte que por un momento no me creo que en verdad ha vuelto por mí.
Macarena me saca los zapatos a mí, después se saca los suyos por algún motivo y luego me ayuda a levantar, yo la miro extrañada, mitad agradecida, mitad enfadada, esto no es importante ahora mismo, la prioridad es hacer llegar el mail a Karim y ella se preocupa mas por ayudarme a levantar para irme a limpiar.
«La reunión de centinelas es en unas horas Zulema, ya habrá tiempo para cumplir tus ordenes», responde ella casi como si supiera que estoy pensando y me arrastra de vuelta la regadera donde todo ocurrió.
Me apoyo en ella con un brazo sobre sus hombros y ella no dice nada por el olor fétido que despido en este momento, solo me ayuda. Con un pie descalzo la rubia patea una escobilla de baño que esta tirada en el suelo y me doy cuenta que ese es el objeto culpable de los rasguños que tengo en el pecho y me dan arcadas de pensar en las marranadas que acaban de hacer conmigo.
Maca abre la regadera y el agua cae sobre ambas, lo primero que viene a mi mente es el papel con el numero de teléfono que acabo de darle y que ella ha puesto en su bolsillo.
«Ya lo he memorizado y de todas maneras, lo he dejado en la celda cuando he ido a buscar esto...», me indica nuevamente como si pudiera leer mi mente y entonces noto que trae su bolsa de aseo en una mano. No me he dado cuenta, pero debe haber tardado en volver más de lo que creía, «¿puedes tenerte en pie?» me pregunta y yo asiento, aunque no me siento capaz, ella no me suelta del todo y yo me ayudo a sostener de la pared.
Lo que no te mata te hace más fuerte, eso es lo que te dicen en estas situaciones, lo que no te dicen, es que esa fuerza no llega automáticamente después de haber sobrevivido. Lo que no te mata, te deja expuesto, vulnerable, dañado y eres tú quien tiene que tomar pieza por pieza y levantarte para poder ganar esa fuerza de la que todos hablan. La verdad es que muy pocos logran hacerlo, pero yo tengo a la rubia para ayudarme y eso me llena de seguridad de que lo lograré, al menos ahora que esta de mi lado, ya veremos después.
El agua corre y una a una mis prendas caen al suelo, empapadas, haciendo una montaña de tela amarilla y blanca a nuestros pies, la rubia me sostiene abrazada por la espalda mientras el agua se lleva toda la porquería que me embarraron esas cerdas y empieza a deslizar la barra de jabón sobre mi piel tan lentamente y con tanto cuidado que poco a poco el dolor se me va pasando y en cambio empiezo a sentir otra clase de tormento interno, de la clase que quema entre las piernas y te hace actuar sin control.
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Éxtasis | Vis a vis
FanfictionEl amor es una droga de la que no te puedes quitar ni con toda la jodida metadona del mundo. Así que mejor cierra los ojos, abrochate el cinturón y disfruta del puto viaje a la perdición. Zurena | Zulema x Maca