Capítulo 30

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No sé qué me pasa con la rubia, desde aquella experiencia—, o lo que sea que fuese que tuve en el cementerio. Memoria o más bien alucinación. La verdad es que no sé bien cómo denominar aquella imagen que vino mí de Macarena sentada a horcajadas sobre mí completamente desnuda, pero me niego a creer que es otra cosa diferente a una mala pasada de mi imaginación.

Tengo que admitir que nunca me fue indiferente la perfección que encarnaba la rubia, cuando estaba desnuda en prisión y aunque nunca fui más allá de unas miradas tal vez demasiado largas en la ducha, esta alucinación me ha llevado a imaginarme todo lo demás que pudo ser y no fue.

Hay una parte en mí que quisiera creer que hay algo más detrás de lo que yo me permito llamar alucinación. Una parte que piensa que la imagen que ahora plaga mi cerebro tiene una explicación más allá, que mi cerebro dando rienda suelta a mi hiperactiva imaginación. Sin embargo, mientras sucumbo a mis deseos de probar sus labios y los shots de tequila que le envié cuando la vi en el bar observándome, encuentran una razón de ser, no me permito pensar en nada más que en el ahora.

Y lo que pasa ahora es que acabo de salir de prisión, que llevo más de lo que puedo recordar sin hacer el amor y que para fines prácticos, Macarena parece más que dispuesta a remediar mi dolor. Si no contamos la cantidad absurda de alcohol que ahora recorre sus venas este encuentro es completamente consensuado.

Me gustaría decir que me detuve, que la parte racional de mi cerebro ganó y me hizo entender que estaba mal aprovecharme de la Rubia en aquel estado de embriaguez, pero mentiría si dijese que la razón para detenerme no fue una completamente diferente.

Los besos de Macarena me hacen sentir como si no tuviese otro lugar al cual pertenecer, que no fuese perdida en el sabor de sus labios. La rubia ronronea cuando mi mano en su cadera comienza a deslizarse bajo su sudadera, con la destreza de quién ha recorrido el mismo trayecto medio millón de veces en lugar de por primera vez.

Entonces, me separo de ella lo suficiente para observar su rostro de absoluto deseo, mientras disfruta de las caricias que mis manos le entregan con una familiaridad que a mí me parece aterradora.

No me detengo, aunque lo sencillo que se siente esto me asusta un poco. Los gemidos de la Rubia solo me ayudan a continuar con la convicción de hacerla mía aquí y ahora.

"Yo pienso que todo esto es producto de un sueño que estamos teniendo, mientras estamos en estado de coma en algún hospital de mierda, donde el encargado se ha excedido con los calmantes, venga, que tenemos que ir puestas de morfina hasta las cejas para estar a punto de follar con Macarena. ¿Tú qué crees colega?"

Lo primero que escucho es su voz, como si fuera la voz de mi conciencia, tan cerca de mi oído que se me hace casi imposible darme cuenta de que no proviene de mi interior.

Mis manos se detienen en el acto tratando de entender que es lo que acabo de oír, la Rubia se queja en respuesta, pero yo la ignoro por un momento.

"Parece que acabases de oír un fantasma," vuelve hablar la misma voz y entonces definitivamente me doy cuenta de que no proviene de dentro de mi cabeza, "¡Bú!" Suelta cuando tengo la sensatez de girar para verla o debería decir, verme, tendida junto a nosotras en la cama, "no esperabas volver a verme Zulema, ¿a qué no?", si antes mi mente vacilaba en la posibilidad de que aquel recuerdo de la rubia fuese real, ahora comprendo con certeza, que lo que contemplo en este instante no puede ser otra cosa que una imagen inventada por mi propia fantasía, una percepción sensorial que surge de las profundidades de mi ser, en pocas palabras ya no puedo negar, que lo que ataca mis sentidos es una alucinación. Eso pone en perspectiva que tanto de mi situación actual y lo que puedo percibir también es real.

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⏰ Última actualización: May 07, 2023 ⏰

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