Capítulo 5

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Me despierto y la luz a mí alrededor es mínima, no puedo ver bien dónde estoy y lo único que recuerdo es que estaba hablando con zulema cuando alguien me atacó por la espalda y me clavó algo en el cuello, no estoy en mi celda, de eso estoy segura y dadas las circunstancias sé que debo estar en la enfermería, con cada segundo que pasa mi vista se acostumbra más a la oscuridad y casi puedo jurar que no hay nadie más en la habitación porque no escucho ni una respiración, ni un ronquido, nada.

Me siento muy cansada y es entonces cuando cierro los ojos para seguir durmiendo, que escucho a alguien acercarse, suena a alguien descalzo y lo único que le delata es su talón golpeando contra la baldosa con cada paso que da, sin embargo me doy cuenta que está tratando de hacer el menor ruido posible y por algún motivo yo me mantengo inmóvil y apretó los ojos fingiendo estar dormida.

«¿Estás despierta, Maca?» pregunta la persona y reconozco la voz de Zulema.

Permanezco sin moverme, incapaz de decidir si sus intenciones al acercarse sigilosamente a mí, mientras piensa que estoy inconsciente son las mejores. Ella permanece en silencio un momento y para mí sorpresa, después que decide que yo aún estoy noqueada se mete en mi cama, siendo cuidadosa de no despertarme.

«Macarena, ¿por qué estás cosas siempre te pasan a tí?» pregunta ella en un susurro y desliza un dedo sobre mi cuello tan suavemente que apenas lo noto, justo sobre el lugar donde mi atacante me ha clavado, lo que sea con lo que me han pinchado... me doy cuenta que no estoy muy segura de con que me atacaron pero sigo escuchando a Zulema hablar, «entras en prisión y al día siguiente encuentras una tarjeta SIM que te pone en el blanco de todas las reclusas, logras sortear el peligro de algún modo y cuando te van a liberar tu idiota novia te mancha la camisa de la vista con carmín y caminas directamente al punto exacto donde unas presas llevan cabando un agujero para fugarse por meses y tú las pillas un minuto antes de que ocurra la fuga. Ahora esto... ¿a quién cabreaste ahora rubia?» Zulema se acerca un centímetro más a mí, puedo sentir su calor pero aún no me está tocando, no se por qué lo hago pero yo permanezco inmóvil esperando, ¿el qué? No estoy segura. «Lamento haberte arrastrado en la fuga, es probable que no hubieras dicho nada a nadie, pero no me podía fiar y además si vemos lo que ocurrió en Marruecos, tal vez hice bien en no confiar. Estábamos fuera Maca, ¿por qué tenías que hacerme volver a este lugar?» Ella pregunta y yo me muerdo el labio inferior para no replicar, «teníamos el dinero, hubiéramos podido hacer una vida a lo grande, juntas o probablemente solo habría sido algo casual y luego tomariamos caminos separados, pero lo tuviste que arruinar».

Zulema corta la distancia y me abraza por la espalda siendo mucho menos cuidadosa que antes, casi como si su intensión esta vez, fuese hacerme despertar, «sé que estás despierta desde que he empezado a hablar... ¿Quieres decir algo ya? Espabila rubia».

Me giro para verla y ella no deja de abrazarme, pero afloja su agarre lo suficiente como para que yo pueda girarme, yo la miro y como tarada no se me ocurre nada para decir.

«¿Te comió la lengua el gato?» Pregunta la morena viéndome con esa mirada intensa que tiene y yo pienso que más bien ha sido el escorpión.

«También lo siento Zulema», digo en un susurro.

«¿El qué ?», pregunta ella y me doy cuenta que no soy capaz de aceptar en su cara que la entregué a la policía.

«¿Qué estas haciendo aquí Zulema?» pregunto yo, en un intento nada sutil de distraer su atención del asusto.

«¿Qué es lo que parece?» responde ella siguiéndome el juego, consciente que va a ser muy difícil hacerme confesar mi traición y comienza a besarme el cuello, como una distracción.

«Que digo que...», empiezo yo sin poder concentrarme muy bien, «¿Por qué estas aquí en mi cama? O para empezar... ¿Aquí en la enfermería? y ¿Por que me  estás abrazando ahora mismo?» Noto como ha sonado eso cuando la morena me suelta de repente y se echa sobre la espalda con los brazos cruzados sobre el pecho. Entonces me doy cuenta que su contacto me hace falta. Y en última instancia pienso que si yo estoy acá y ella también, es seguramente porque también a ella la atacaron, «¿estás bien Zulema? ¿Te han herido también?» sintiéndome idiota me siento en la cama, tratando de arreglar lo que acabo de hacer y en la oscuridad empiezo a buscar cualquier indicio de que Zulema fue atacada, toco sus brazos buscando vendajes, porque la verdad es que no veo nada con esta luz, entonces sostengo su cara en mis manos ahuecadas y ella las aparta de un tirón, y se sienta en el borde de la cama.

«Nadie me atacó rubia, solo convencí a Sandoval que era así para que no me echara de aquí».

«¿Por qué?», pregunto yo con sincera curiosidad.

«¿Acaso importa?».

«Pues la verdad es que sí», respondo yo.

«Pues porque te necesito—», empieza ella y por un momento mi corazón se detiene, «—nadie más me va a ayudar con lo de Karim», termina de hablar y aunque se que probablemente lo dice por como la traté hace un minuto, me cruzo de brazos también y sin quererlo dejo salir.

«Que te jodan Zulema Zahir».

«Pues que te den Ferreiro, a ti también».

Éxtasis | Vis a visDonde viven las historias. Descúbrelo ahora