Capítulo 21

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Hasta qué punto va el libre albedrío del ser humano. ¿Le es posible olvidar a una persona por elección o solo se engaña a si mismo diciendo haberlo olvidado?

Hasta hace unas semanas creía ser una enferma terminal que acabaría muerta de un segundo a otro por haber notado muy tarde que se había enamorado irrevocablemente. Hoy por hoy apenas pienso en la rubia una vez a la semana o así, en especial cuando veo a sus amigas colgando frases de Paulo Coelho y prendiendo velas en el patio. No sé si es posible decidir olvidar o borrar algo que tienes marcado en tu cerebro con tinta indeleble, pero os puedo asegurar que así se siente. Es como si cada nuevo pensamiento que tengo y cada plan que hago, quedara tatuado sobre una memoria que guardo de la Rubia, dejando todo lo que vivimos en el olvido. Otra vez vuelvo a ser dueña de mí misma y eso es algo bueno... Tengo una fuga que planear y preocuparme por alguien que no puedo ayudar solo va a distraerme de lo que realmente importa, la libertad.

Con el pasar de los días la fuga de las chinas toma curso y yo tengo un pie fuera de este agujero de mierda, con Mercedes de mi lado nada podría salir mal—, o al menos esa es otra cosa de la que trato de convencerme a mí misma.

Mi negocio con las gallinas crece rápidamente, mis gallinas entran explosivos a Cruz del Norte como mulas colombianas metiendo cocaína de la buena a toda Europa. Hasta que de repente un día mientras estoy en el patio contándole a Altagracia que es su mejor amigo quien la quiere matar. Una hace boom y todo se va a la mierda.

Uno tras otro los planes para la fuga se derrumban, como una fila de fichas de dominó tratando de mantenerse en pie inútilmente, luchando contra la gravedad como si tuvieran las de ganar, cuando saben que no podrán. Primero las gallinas explotan, luego Saray me traiciona contándole a la concejala que fui yo quien secuestró a su hija, si es que planearle una tarde de juegos con su amiga puede contar como un secuestro y por último la concejala suelta el chivatazo de los explosivos en la dirección.

A solo unas horas de haberme tragado dos contenedores con glicerina me encuentro en la enfermería, más monitoreada que una mujer con un embarazo de alto riesgo.

«Ahí están los explosivos», dice un hombre que supongo es de los de manejo de explosivos.

«No me diga si es niño o niña, prefiero esperar a que nazca», intervengo yo agarrando la mano de la doctora para alejar el ecógrafo de mi estómago.

Una ficha cae y otra sé levanta, sé que las posibilidades de fugarme ahora son casi nulas, pero mi cerebro no para y en cuestión de minutos ya tengo un nuevo plan en mente.

Aliarme con Altagracia resulta ser la mejor decisión que he podido tomar y junto a ella nos hacemos con varios millones de los chinos por entregarle al traidor que los quiere vender a la poli y por traerles a Akame a rendir cuentas.

Pim pam pum.

...

Mientras me sumerjo en las olas del mar Caribe y contempló la blanca arena de la playa de algún país de Latinoamérica, me permito pensar en Macarena por primera vez en semanas, veo a Saray arrastrar a Altagracia hacía el mar y lo único que viene a mí mente es que en la última fuga había hecho lo mismo con la Rubia.

Al día de hoy me preguntó si arrastrar a la niñata a la fuga a Marruecos no fue el error más grande que jamás cometí. Si Macarena hubiera obtenido la condicional en esa ocasión no la habría visto nunca más, ella estaría en libertad y seguramente no en la cama de un hospital. Además, no se habría chivado con la policía y ahora yo estaría en alguna otra playa y Casper y Topito tal vez seguirían con vida, pero ¿son sus vidas tan importantes para mí como para borrar todo lo que viví con Macarena a raíz de esa fuga? Pues la verdad es que no.

A veces me planteo si soy capaz de sentir arrepentimiento, tengo claro cuando es socialmente correcto sentirlo, cuando las personas esperan que diga que estoy arrepentida, pero siendo honesta creo que no me arrepiento de esa fuga, ni de llevarme a la Rubia a rastras conmigo y sé que si ella hubiese estado en Cruz del Norte cuando idee está fuga, también me la habría traído a rastras una vez más hacia nuestra libertad.

La libertad sin Macarena es amarga y por eso evito constantemente pensar en ella, porque lo quiera o no, ni con todos los millones que me dieron los chinos, ni con toda la voluntad de ser libre que me exuda por los poros de sobra para mí, mi Rubia y mi Gitana, puedo cambiar el hecho de que Macarena está en coma, a un corto paso de la muerte y que cabe la posibilidad que nunca se despierte. Está en un tipo de prisión de la que no puedo ayudarle a escapar por más infalibles que sean mis planes.

Algo me da un poco de paz y es que al menos tuve la oportunidad de despedirme como se debe cuando la visité en el hospital.

Nos acabamos de fugar, los millones de los chinos los tenemos bien asegurados y mi Gitana al fin está en libertad. Tengo plena seguridad que entre más rápido salgamos del país, menos posibilidades hay de que nos agarren, pero aun así decido que nos iremos en un par de días. Debemos enterrar una parte del dinero por si algo sale mal y alguna de nosotras lo necesita, al menos esa fue la excusa que le di a las otras para nuestra estancia prolongada, también les dije que necesitamos nuevos pasaportes, la verdad es que eso estaba preparado desde que empecé mi plan con las gallinas y solo hace falta el de Altagracia, así que en teoría si tenemos una razón para quedarnos, no más de un día claro, pero eso ellas no lo saben.

Estamos escondidas en la casa de un conocido de Antonia ya que Saray no puede entrar al poblado o tendríamos a la Policía detrás nuestro en segundos, con lo mierdas que son sus padres no lo dudó ni un segundo. El primer día lo pasamos enterrando el dinero en el bosque, todas juntitas como de vuelta en la cárcel, viéndonos la cara hasta para ir a cagar. El segundo día les digo que tengo que hacer unas cosas y recoger el pasaporte de Altagracia para podernos largar al día siguiente y me voy sola. Lo primero que hago es cambiar la ubicación del dinero, no soy idiota, que me lo robe Saray es una cosa, pero dejarlo a manos de Altagracia para cuando le dé la gana de traicionarme, pues yo creo que no. Después me reúno por aproximadamente dos minutos en un lugar de mala muerte con Omar que me entrega los nuevos papeles de Altagracia y entonces me queda el resto del día para visitar a la Rubia.

Mientras me robo un uniforme de enfermera y me cambio en un cuarto de suministros, me siento como aquella enfermera asesina de la película Kill Bill a excepción que no yo no he venido a matar a la Rubia mientras está en estado de coma. No hoy al menos.

Me encierro en la habitación de Macarena por casi todo el día, contemplando su rostro pálido e inexpresivo, mientras pienso lo negligente del servicio del hospital cuando pasan las horas y nadie entra a revisarla ni una sola vez, ni a darle la vuelta para que no se le hagan llagas en el cuerpo o para ver siquiera si sigue respirando, casi me dan ganas de llevármela conmigo, y de ser posible, lo haría.

«Maca, mi Rubia, tienes que salir de esta, tienes que volver a ser tu misma, y si eso implica que una vez más vas a odiarme, está bien, con gusto pasaría mil días recibiendo tus palabras de odio y evitando balas y pinchos cuando trates de matarme, que verte en esta cama casi muerta. No puedes llegar a la vida de alguien incapaz de amar, hacer que se enamore en contra de sus capacidades emocionales y luego desaparecer. No lo consiento. Tienes que despertar, ¿me escuchas Rubia? No te salve el culo para que te quedes acá tirada. Despierta coño, que te estaré esperando, aunque me iré unos días a broncearme el coño al sol como diría la gitana, ojalá pudieras irte conmigo, en serio te falta un poco de color, y no me extraña con esta habitación de mierda, que le entra más el sol a las celdas de Cruz del Norte y eso es decir demasiado,» una lágrima se escapa de mis ojos y la limpio rápidamente, «pues nada que a eso he venido hoy y ahora como cualquier hijo de puta desgraciado, te voy a besar los labios sin tu consentimiento, porque Rubia, ambas sabemos que soy una auténtica hija de puta y me apetece hacerlo, por si es la última vez que te veo.»

Allí entre olas contemplando a Saray y Altagracia bailar en la playa con el agua hasta las rodillas a solo horas de bajar del avión, es la última vez que me permito pensar en la Rubia durante la fuga. No sé si es libre albedrío o pura voluntad, pero creo que sí que es posible olvidar a alguien, si de verdad te lo propones.

NA/: Bueno pues regresé, espero que hasta que termine esta historia dure mi obsesión, pero ya no haré promesas, disfruten mientras dure.

Éxtasis | Vis a visDonde viven las historias. Descúbrelo ahora