Capítulo 12

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Me siento en el consultorio del odontólogo, sintiendo que tengo una diana dibujada en la frente, cómo si mi destino estuviera echado y solo me hiciera falta esperar a que la muerte toque la puerta para llevarme.

Pido que bajen la persiana con la excusa de que me molesta la luz, aunque sé que eso no será suficiente para detener la bala de francotirador de Karim, sí acaso lleva mi nombre tallado en ella. Mi vida depende en principio de que el hermano de la rubia se presente, que Karim le atrape y decida que es suficiente para saldar mi deuda. Nada es seguro, sé que es casi improbable que salga con vida de esta habitación y una parte de mi desea no hacerlo. Tal vez la misma parte que desearía no haber traicionado a la rubia en un último intento por salir con vida de esta situación.

Fabio mira por la ventana cómo analizado algo, luego sale del consultorio a fumar. En su mirada veo que sabe algo y la verdad es que espero que sea así y que esto ayude a Román a salir con vida de la situación en la que yo le metí. Al menos de esta forma Macarena no tendrá que odiarme por siempre.

Mi tratamiento continúa por largos e ininterrumpidos minutos, en los que desearía saber que esta pasando afuera. Y como aún sigo con vida, cuando ya vamos a finalizar, me imagino que Román ya habrá muerto y que por un milagro Karim ha decidido que merezco vivir. Sin embargo, no siento alivio al pensar en esto, siento más bien que una carga enorme se me acomoda en el pecho y no me deja respirar.

«Eres una hija de puta, por tu culpa casi le matan», me dice Fabio empujándome en el furgón en el que me trasladarán de vuelta a la prisión, caigo en el suelo metálico del vehículo y con las manos esposadas apenas si puedo protegerme para no golpearme la cara, pero le sonrío igualmente cuando me incorporo para mirarlo. Román no ha muerto, la rubia no tiene que odiarme.

Cuando vuelvo a cruz del sur lo único que me apetece es entrar en mi celda y dormir por días sin parar, sin embargo, estando allí hay algo que no me deja descansar. Bambi se pasea de un lado a otro mascullándo ininteligibles palabras.

«¿Eh? ¿Qué te pasa Bambi?», le pregunto cuando sus acciones me sacan de quicio.

«Nada», me dice y yo le clavó una mirada asesina para que lo deje salir de una buena vez, «es que Macarena ganó el torneo de boxeo», me dice.

«¿Y bien?»

«Pues que le debía un favor a Anabel y debía perder, le hizo perder mucho dinero con las apuestas y ahora le van a poner el Solotone o algo así, no se. Macarena me cae bien, es muy maja», dice entonces en un susurro.

«¿Te refieres al Sonotone, niña?», pregunto yo saltando de la litera y tomándola por ambos brazos para que me mire y se concentre, ella solo asiente con la cabeza, «¿Cuándo?».

«En un minuto, en las duchas», contesta, «yo ya debería irme, Anabel quiere que vea. No es algo que yo quiera ver, pero será peor si no voy», murmura

«Pues anda», le digo yo y tan pronto la veo salir, la sigo sin que se de cuenta. En el camino la veo reunirse con Anabel y cuatro reclusas que seguro contrató para hacer su trabajo sucio.

«Maca—», digo entrando en las duchas, ella está de espaldas a mí y se gira para verme, en su mirada veo sorpresa y shock, cómo si no esperara en un millón de años tenerme en frente, cómo si no creyera que estoy acá realmente. No tenemos tiempo para esto. «—Escúchame atentamente. Viene Anabel a ponerte el sonotone».

«¿Qué dices? ¿Que es eso del sonotone?», pregunta despreocupadamente, cómo si pasara de lo que digo y yo la tomo por el brazo para que preste atención a mis palabras.

«El sonotone es que te meten un alambre por el oído y le dan vueltas y vueltas y vueltas y vueltas, hasta que no escuchas nada más el resto de tu vida, solamente un ligero... pi...» le explicó tratando que entienda la situación tan rápido como sea posible, porque están por llegar, «le has hecho perder mucho dinero a Anabel, con las apuestas en el boxeo. Y yo le tengo muchas ganas a ella y a sus chicas. Así que te voy ayudar. Están al venir. Vamos». Le digo, aunque la única razón por la que estoy acá es por ella, porque no puedo permitir que nada le pase, sin embargo, por algún motivo algo me impide decírselo y simplemente miento.

Macarena corre a tomar algo de su bolsa de aseo para apretar entre las manos y no hacerse daño al usar los puños.

«¿Cuántas son?», pregunta.

«Cuatro. Dos pa' tí y dos pa' mí», respondo yo escondida tras la pared contraria a la que ella se encuentra, «por cierto, el plan que hice para ir al dentista y matar a Karim. Quería entregar a tu hermano en bandeja, pero salió mal y sigue vivo. Creo que merecías saber la verdad. Ahora estaremos en paz», le suelto de repente, queriendo dejar todo sobre la mesa, sin guardarme nada.

Macarena me mira como si quisiera matarme y esto me hace preguntarme si algún día dejaremos de traicionárnos y desearnos la muerte mutuamente. Tal vez no.

«Algún día te romperé la columna y tendrás que tocar una campanilla con la boca para llamarme. Hija de puta», me dice y por un momento solo pienso en la implicación de sus palabras, de que sería ella quien atendería a mis llamados si estuviera en aquella situación, pero lo dejo ir, porque Anabel y sus chicas, ya están acá.

Maca le asesta el primer golpe a una de las chicas que entra de primeras, esta se lleva las manos a la cara y la siguiente viene a por mí cuando me ve. Yo la tomo con las manos en ambas orejas y le asiento un cabezazo, entonces se tambalea y me lanzo sobre ella para morderle una oreja, casi como si se la quisiera arrancar, la sangre inunda mi boca. A veces me sorprendo de lo salvaje que me puedo comportar. Entonces, alguien me toma por el pelo y me separa de ella y yo aprovecho para escupir toda la porquería que me ha quedado en la boca, justo antes que quien me tomó por el pelo, me golpee la cabeza contra una barra de acero cercana. sin embargo, no me golpea lo suficientemente fuerte para noqueárme o atontarme y en segundos soy yo quien la tiene noqueada después de acentárle varios golpes en la cabeza contra la lavabo.

Me giro para mirar a la rubia, está sentada sobre una de sus contrincantes dándole golpe tras golpe en la cara, entonces veo a la única de las chicas que sigue en pie y le lanzo un gruñido que la verdad no se muy bien de donde sale, pero la hace cagarse en los pantalones y le tomo el brazo a Macarena para que se detenga.

«Quieta, Duracell», le digo antes de que mate a esa pobre bastarda y le caigan más años aquí dentro.

Maca me mira por un segundo, pero su atención rápidamente se dirige hacía Anabel que mira toda la escena desde la puerta, con Bambi a su espalda.

«Te crees la puta ama de la cárcel», Macarena comienza, acercándose a Anabel y yo la sigo muy de cerca, dispuesta a hacer lo que ella decida conveniente, incluso si eso quiere decir que hay que matar a la gorda. «Pero se acabó, ahora hay otro gallo en el gallinero. ¿Y sabes quién es? Yo».

Macarena se gira para verme, aún puedo ver el fuego en sus ojos y yo simplemente le clavó la mirada. Me causa curiosidad saber qué piensa hacer conmigo.

«Así que solo era un favor, por intentar matar a mí hermano, ¿No?», pregunta la rubia acercándose.

«Entiendo que ahora mismo no entiendes el concepto 'daño colateral'. Pero te aseguro que es mejor que maten a tu hermano... Que que maten a tu hermano, a tu padre y a tu madre. De verdad. Eso es lo que quiere Karim. Matar a toda tu familia, ¿Lo entiendes?», le pregunto yo y en verdad espero que pueda entenderme, «es una cuestión de supervivencia».

«De tú supervivencia», escupe con desprecio la rubia y no puedo mentirme a mí misma cundo siento que me están clavando un puñal en el pecho, todo es mi culpa, pero eso no evita que duela menos ver cómo se aleja de mi.

NA/: Por favor pasen a conocer mi otra historia.... Estoy segura que les encantará.

Éxtasis | Vis a visDonde viven las historias. Descúbrelo ahora