Capítulo 4

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No llevamos más de dos días de vuelta en prisión y ya siento que ha sido una eternidad desde que regresamos de Marruecos.

Mi conversación con Karim me ha puesto mal, las manos no me paran de temblar y siento una presión constante sobre el pecho que no me deja respirar. Veo enemigos en cada esquina, incluso Bambi se ha llevado una paliza en un momento en que no he podido controlar el delirio de persecución que ahora me atormenta.

Observó las reclusas desde la galería, sopesando si puedo confiar en alguna y de inmediato sé que ninguna de ellas me va a ayudar aunque se los pida y de todas maneras no hay nada que yo quisiera pedirle a ninguna de ellas.

Saray la única persona en quien confío aquí dentro sabe que algo me ocurre, pero ni siquiera ella que es familia, es capaz de preguntar y aunque lo hiciera no habría nada en lo ella me pudiera ayudar.

Observó a mí alrededor, analizo mi situación y trato de convencerme a mí misma que Karim no me va a atacar, que soy como su hija y no me podrá matar, pero mi corazón no se tranquiliza, mis manos no dejan de temblar y aún no puedo respirar. Entonces la veo, Macarena ingresa por la puerta del módulo acompañada de sus amigas, Kabila la abraza por los hombros y ella le sonríe, parece feliz y yo por un segundo vuelvo a respirar.

Desciendo la escalera de dos en dos para irle a hablar, sé qué tal vez no puedo confiar en ella, pero también sé que es la única que me puede ayudar.

«Rubia ha surgido un contratiempo, necesito tu ayuda», digo yo atravesándome en su camino, ella me mira y su sonrisa desaparece.

«Estás de coña, ¿No?» pregunta incredula, sorprendida de que yo esté tratando de pedirle cualquier favor después de lo que ha pasado en Marruecos, de su traición y de la amenaza indirecta que le lancé en la terapia el otro dia.

«Que más quisiera yo», respondo con expresión seria y hago que la rubia me siga hacia una esquina donde nadie pueda escucharnos hablar, «la familia de mi novio, que intenta matarme, no sin antes cortarme la mano izquierda», le suelto, recostandome en la Pared a mi lado y encendiendo un cigarro, ella rie y yo solo trato que el temblor de mis manos no se haga evidente.

«Enhorabuena, te lo has ganado a pulso», suelta ella y empieza a alejarse de mi.

«Tienes razón, me lo merezco, vendí a mi novio por seis millones de euros», digo yo y esto es suficiente para hacerla detenerse, «el problema es a quién se lo vendí», Macarena se da la vuelta y me mira expectante.

«¿A quién se lo vendiste?», pregunta impaciente la rubia.

«A tu padre y a tu hermano», contesto yo en un susurro, «y me han contado... que lo asesinaron en familia y después lo enterraron».

«Eso es mentira», afirma la rubia y puedo ver la llamarada de furia propagándose en su mirada justo antes que me sujete por el cuello contra la pared, «mi padre y mi hermano jamás matarían a nadie», dice ella, yo tiro de su coleta hacia atrás para que me libere y empujandole con todo el peso de mi cuerpo en un segundo soy yo quien la sujeta a ella contra la pared.

«Ahora Karim, el tío de Hanbal va por ellos, y después a por mí», digo y la expresión amenazante de Macarena se transforma en miedo. «El veintiocho de marzo a las once de la mañana, tu padre y mi abogado se encontraron dentro de un coche, la transacción no duró más de dos minutos. Esa misma mañana lo secuestraron y lo asesinaron», mi voz se quiebra por un momento al recordar a Hanbal y el momento exacto en que se dio cuenta que yo le traicioné, «sí, sí, sí, sí, sí», aplaudo nerviosamente, «y ahora tú padre está confiado sin saber que un asesino está a punto de matarle», Macarena tiembla como una hoja frente a mí, su cara se torna pálida y una lágrima se desliza por su mejilla, la verdad siento un poco de pena por ella en ese instante, pero continuo hablando, «y no nos engañemos, Maca... Matarme a mí es laborioso, como tú bien sabes. Pero matar a tu familia es mucho más sencillo».

Macarena me mira sin decir nada, su mirada se vuelve de hielo y entonces yo vuelvo a hablar.

«Así que, ¿por qué no dejamos nuestras pequeñas diferencias de un lado?» Macarena aparta la mirada de la mía como si la sola idea de colaborar conmigo le pareciera insoportable, pero en realidad parece que está al borde de una ataque de pánico «escuchame—», imploro en un susurro tratando de calmarla, «—y hacemos un pacto».

«¿Que pacto?» ella pregunta más tranquila y yo empiezo a explicarle cómo necesitamos que su padre y su hermano busquen a Karim y lo ejecuten antes que él a ellos y entonces de la nada una reclusa se acerca a nosotras y le clava una jeringuilla con quien sabe que líquido en la garganta a Macarena y ésta se desvanece a mis pies.

«Nos has jodido bien Zulema,» dice la presa antes de huir del lugar.

«¡Y lo que me falta por joderte hijaputa!» grito a su espalda mientras trato de levantar a Macarena del suelo, «eh, Maca, despierta, ¡Guardia! Qué coño estás mirando, ayúdame que hay que llevarle a la enfermería, ¡Joder!»

Macarena pasa la noche en la enfermería después del incidente con la jeringuilla y sin saber muy bien porque, me invento que también me han pinchado con la misma aguja solo para quedarme en la enfermería con ella. Sandoval nos extrae sangre para hacer algunas pruebas y me manda una extraña mirada cuando sale por la puerta, dejándonos a la rubia y a mí a solas en la habitación.

Éxtasis | Vis a visDonde viven las historias. Descúbrelo ahora