Capítulo 27

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La llegada a Cruz del Sur es demasiado extraña y llena de tensión. Zulema no ha sido la misma los últimos días y nada más subirnos en el autobús del traslado intenta fugarse y la verdad es que no entiendo por qué. Lleva años sin intentar nada, así que una fuga ahora me sabe a un intento desesperado por llamar la atención, pero ¿de quién? ¿La mía?

Su intento de fuga es rápidamente contenido por los guardias y a ella la dejan esposada en la jaula del bus de traslado como cualquier otra presa peligrosa. Me observa desde allí y yo la observo a ella.

Estoy enojada, es el primer día en la nueva prisión y Zulema ya se ha ganado a pulso unas vacaciones en aislamiento.

Sin embargo, sus vacaciones nunca llegan. Nada más llegar el director le dice a Zulema y todas las presas que vienen con nosotras, que lo que pasa fuera de Cruz del Sur, se queda fuera de Cruz del Sur y Zulema se libra de su castigo. La morena bufa ante esto como si le diera igual ser castigada o no.

Entonces todas procedemos a hacer lo que nos ordenan los guardias. De pie sobre la línea amarilla, manos en la pared y culo en pompa. Zulema me mira desde su lugar en la pared junto a mí, yo la miro a ella, mientras la gobernanta nos inspecciona una a una hasta el alma con sus dedos.

"Lo siento," vocifera la morena con su mirada hipnótica pegada en mí, pero yo no entiendo por qué se disculpa. Sí es por tratar de escaparse sin mí, o por actuar como una gilipollas la semana entera, o tal vez el hecho de que la gobernanta tenga hasta el codo metido en mi interior en este instante, por culpa de su acto de rebeldía durante el traslado. Me pregunto dónde ha quedado lo de que lo que pasa fuera de Cruz del Sur, se queda fuera de Cruz del Sur.

Zulema roza mi mano con sus dedos desde su lugar en la pared, su tacto es cálido y me sonríe cuando la gobernanta se mueve de mi espalda a detrás de la suya, entonces cierra los ojos cuando con más fuerza de la necesaria la gobernanta empieza su inspección. Esta vez soy yo quien trata de confortarla con una caricia en su mano.

Y así de fácil cambiamos un mono amarillo por otro de Cruz del Sur y nos llevan en fila india hacia nuestro antiguo módulo.

Todo parece muy extraño. Me siento un poco como caminando en una residencia estudiantil en lugar de una prisión, no hay presas gritando guarradas como mi primera vez aquí. Todo parece estar en paz y armonía, como si estuviésemos paseando entre un montón chicas cotilleando en los pasillos, mientras buscamos nuestras habitaciones nuestro primer día en la universidad.

Mi compañera de celda se levanta a darme la bienvenida cuando el guardia indica que este es mi nuevo hogar y puedo sentir a Zulema tensarse a mi lado cuando se da cuenta que no le han asignado mí misma celda. Me vuelvo para mirarle, pero ella no me devuelve la mirada.

Está enfadada y estoy segura de que me culpa por la idea del traslado. Un traslado que ni siquiera yo sé por qué solicité. Aunque a Zulema le he asegurado que lo único que quiero es ayudar a las familias de la gente que he dañado y así ganarme su perdón. La verdad es que eso no me importa demasiado. Tal vez la idea del traslado es solo mi intento de salir de la monotonía en la que nos hemos enfrascado durante los últimos años. Ser las presas ejemplares es bastante aburrido y mentiría si digo que durante el intento de fuga de Zulema en el autobús, mi corazón no latía a mil por hora al volver a ver esa mujer que siempre lucha con cada centímetro de su ser por conseguir la libertad.

Zulema es un ser salvaje y debería tener la libertad de hacer lo que le plazca como siempre lo ha hecho, sin que nada se lo impida, ni siquiera el miedo de perderme a mí.

...

No veo a la morena por lo que resta de ese día, me evita como a la plaga, pero al caer la noche me doy cuenta de que una vez más Cruz del Sur tiene permitido el libre tránsito de las presas al anochecer.

Éxtasis | Vis a visDonde viven las historias. Descúbrelo ahora