Las tropas se habían marchado hacía más de dos meses y en Tesseimori reinaba una tensa calma. Se hablaba menos entre pasillos, y las pocas palabras intercambiadas siempre eran en tono bajo, como si se temiera despertar alguna bestia dormida. La incertidumbre era casi palpable en el aire, tanto que hasta Kanade parecía un poco más callada y obediente de lo normal. Aún no habían recibido noticias del frente, nada más allá de rumores y suposiciones. La batalla era lejana, pero era conocimiento común que esa distancia podía acortarse con el transcurso del tiempo. Todos eran conscientes de que la calma no duraría para siempre.
Rin se enfocaba en sus labores tanto como podía para no pensar en ello. La educación de Kanade, sus necesidades, su disciplina. Le había costado unas cuantas encerronas más en el desván, varias rabietas atajadas con el cojín e innumerables dolores de cabeza, pero al fin parecía estarla agotando. Haciéndole entender. O quizás era el clima tenso el que la había hecho adoptar esa actitud, no estaba del todo segura.
Sus arranques de rabia ya no eran tan frecuentes y se resignaba con mayor facilidad a atender sus deberes cuando antes los eludía tanto como fuera posible. Rin sabía que la resentiría por un tiempo por ser tan dura con ella, pero confiaba en que eso pasaría. Confiaba en que algún día entendería que sólo intentaba ayudarla.
Cuando estaba más tranquila solía hablar con ella de sus gustos; más que nada de su padre. Kanade adoraba hablar de él, así que soltaba un poco su actitud voluntariosa y le contaba todo lo que había hecho con su padre, lo que le enseñaba y los juegos que jugaban. Incluso repetía las mismas historias una y otra vez, pero lo hacía con tal entusiasmo que la adolescente sabía que podía escucharlas mil veces más sin cansarse.
A ella también le hubiera gustado poder expresar el cariño que sentía por el joven señor Saito, pero se lo prohibía terminantemente. Nadie debía saber de su relación ni de todo lo que había hecho por ella desde que era pequeña. Así que Rin guardaba sus sentimientos, encontrando muchas similitudes en los relatos de la niña con sus propias experiencias.
El señor Toshio Saito realmente era un padre estupendo.
Y durante ese tiempo, su relación con Kanade no era la única que mejoraba lentamente.
Shizu había demostrado ser una excelente compañía y una gran oyente. Un desahogo necesario tras tanta ansiedad en los tiempos difíciles, y para su sorpresa, una persona confiable. Rin nunca había tenido amigas cercanas, sólo chicas de su entorno con las que conversaba casualmente. Siempre había sido solitaria, escabulléndose de un lado a otro tanto para reunirse con el señor Saito como para entrenar con Yako. Temía que alguien descubriera sus secretos y la delatara.
Pero con ambos fuera por un tiempo indefinido, y ante la ausencia de los amenazadores guardias y legionarios, ya no tenía motivos para estar tan recluida ni ser tan precavida.
Las dos hablaban de todo y de nada durante las noches, desinhibiéndose de sus papeles de niñera y dama de compañía respectivamente. Rin le relataba anécdotas personales sin dar detalles demasiados reveladores, y Shizu se abría de la misma manera. O tal vez con un poco más de soltura. No parecía que tuviera tantos secretos que ocultar.
Shizu era la hija de un cortesano de las tierras de la familia de la señora Miyoko, la esposa del joven señor. Nadie demasiado importante, pero tampoco tan insignificante como para ser pasado totalmente por alto. Había sido asignada como su compañera de juegos desde niñas y no tardaron en hacerse amigas.
Al parecer la señora no siempre había sido la persona fría que ella conocía.
Pero cuando comenzó a crecer, las cosas cambiaron drásticamente. Era la hija de un noble después de todo, así que debía actuar como tal. No más juegos, no más risas, sólo estricta educación y preparación para convertirse en una esposa modelo. Era su único deber, le repetían. Debía enorgullecer a su familia o sería desconocida y quedaría totalmente desamparada.
ESTÁS LEYENDO
Grabado en Piedra
FanfictionSessRin - AU - Rin nunca tuvo mucho interés en saber quién era el muchacho que la entrenaba clandestinamente. Para ella sólo era Yako, su amigo. Su... algo más. Pero al volver de una larga y cruenta guerra, Yako ya no es el mismo de antes. Ahora es...