26. Reconstruyendo el futuro

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Poco había quedado en pie en aquella ciudad costera después del ataque. Aunque la reconstrucción se encontrara en una etapa avanzada a esas alturas, el ambiente sombrío aún permanecía. Rin sabía reconocerlo, lo había visto a lo largo de su viaje hacia el oeste desde Tesseimori. Le recordaba un poco al poblado del segundo terrateniente donde se alojaron, ese lugar azotado por los inclementes bandidos de los que su esposo tuvo que encargarse para otorgarles algo de paz.

Sin embargo, la capital de la provincia de los Asano era un tanto diferente. No poseían un terrateniente amable que, pese a los duros golpes de la vida, intentaba con optimismo salir adelante, sino que habían perdido a sus líderes y a más de la mitad de su población de un solo golpe, luego de ser asediados por violentos invasores. Al parecer, esta atroz experiencia tardaría en desaparecer de la mente de la diezmada población.

Pero Rin sabía que podían superarlo. Eran libres y su ciudad se alzaba de nuevo. Llevaría tiempo, pero reharían sus vidas y saldrían adelante.

Koharu lo estaba haciendo, pensó con orgullo. La pequeña y valiente Koharu... le recordaba de cierta manera a sí misma. Sólo que Rin había tenido la suerte de contar con gente maravillosa que velaba por ella, pero la jovencita siempre había sido solitaria. Mantenía un perfil bajo, no formaba lazos con nadie, era constantemente ignorada...

E incluso con tantas desgracias a lo largo de su corta vida, se recuperaba.

Koharu había sido convocada a Montaña Blanca para dar su testimonio ante todos los señores provinciales, y desde que Sesshomaru le habló sobre su encuentro con ella, Rin había querido conocerla y agradecerle personalmente por su valentía.

Era una chica amable, y se veía tan perdida... que un doloroso tirón en el corazón la hizo regresar a sus épocas más oscuras. Ni siquiera lo pensó dos veces cuando le preguntó si le gustaría quedarse a laborar en Montaña Blanca.

Ahora, Koharu trabajaba media jornada siendo su asistente personal y el resto del día lo dedicaba a aprender a leer, escribir y recibir una educación básica de la mano del señor Myoga y otros instructores, pues le había confesado a Rin que antes nunca tuvo la oportunidad de hacerlo.

Habían transcurrido algunos meses desde su llegada a la ciudad y le alegraba constatar sus avances y la mejora en su estado de ánimo. Pero claro... estar de vuelta en su antiguo hogar para darle su debida despedida a la princesa Sara no permitía que éstos se notaran demasiado.

Rin dirigió su mirada al bonito monumento en el borde del acantilado donde había estado el castillo Asano. Era un obelisco de blanca piedra caliza, hermosamente tallado. Se erguía con dignidad, aunque solitario, en un paraje que en el pasado fuera tan rebosante de vida y actividad. En su cima brillaba la joya azul que la difunta princesa había llevado en su collar.

Aquel era un monumento especialmente hecho para ella, después de todo. Por su importante acto de valor que, posiblemente, salvó al país entero de una nueva guerra.

A un muy alto precio.

Posó la mano sobre el grabado en la base del monumento. Aquí descansa Sara Asano, cuyo valor y sacrificio jamás será olvidado, y justo debajo había un pequeño resumen de los hechos. Con ella reposaban también los miembros de su familia, sus nombres tallados abajo del suyo. La princesa había resistido un calvario por ellos y su gente, y ahora... continuaría velando por su amada ciudad, desde el más allá.

Observó los preciosos ramos de crisantemos que ella y Koharu habían llevado, junto a las demás ofrendas que se acumulaban por montones al pie del obelisco. La ceremonia funeraria había sido el día anterior, pero ambas habían querido visitarlo para darle un último adiós aquella mañana. La jovencita se había marchado hacía apenas unos minutos en preparación al viaje de regreso.

Grabado en PiedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora