Lo primero que Rin sintió esa mañana al despertar fue una pesadez que la aplastaba contra el colchón, como si de repente su cuerpo fuera de plomo. Quiso desperezarse para ver si ésta desaparecía, pero apenas lo intentó, un latigazo de dolor la hizo querer gritar. Las piernas le punzaban terriblemente, también el abdomen, la espalda... bueno, básicamente le dolía todo. Pero en especial, el mayor entumecimiento estaba en su entrepierna. Pensó que, si tenía quemaduras por fricción, no le sorprendería en absoluto. Se sintió acalorada por el solo pensamiento, y se sentó trabajosamente con la intención de enfocarse en algo más.
Ya era de día, bastante tarde por la mañana a juzgar por la luz que se filtraba por las ventanas. Notó con algo de tristeza que el otro lado de la cama estaba vacío. Le hubiera hecho ilusión que Sesshomaru fuese lo primero que viera al despertar, pero eso ya era pedir demasiado. No le importaba, siempre y cuando él hubiese podido dormir, así fuera lejos de ella. Su descanso era más importante que un capricho suyo.
Se incorporó dejando escapar un quejido entre dientes. Tenía que ir al baño y comer algo... quizás debería pedir algunos remedios para el dolor muscular, pero le daba demasiada vergüenza siquiera pensar en eso.
Luego de recorrer el trayecto hasta el baño, que le pareció mucho más lejano que la noche anterior, ahogó otro gemido al ver cómo había quedado su cuerpo al desvestirse. Tenía pequeños moretones por todas partes, indiscutibles marcas de dedos y de dientes, algunas de uñas que se clavaron con fuerza en sus muslos... y sí, su zona íntima estaba irritada, y le dolía horrores abrir y cerrar las piernas.
Cuando terminó de asearse, su estómago dio un rugido nada digno de una dama. Se abrigó con un grueso kimono y salió, esperando que el personal hubiera dejado algo a su alcance en la sala de estar. Apenas podía caminar sin tambalearse; en verdad esperaba que nadie la viera así.
Pero se llevó la grata sorpresa de ver a su esposo sentado en la mesa, observándola como si la hubiera estado esperando. Los colores volvieron a subirle hasta las mejillas y por un momento no supo qué decir. Su mirada era tan intensa que intuyó que él también revivía lo que habían hecho apenas unas cuantas horas antes.
―Buenos días ―murmuró, aún parada en la puerta.
―Ven ―respondió él como si no sucediera nada anormal. El andar de Rin fue lento y trabajoso. Sólo había dado un par de pasos cuando Sesshomaru se levantó y le ofreció su ayuda. Ella decidió aceptarla a pesar de su bochorno; era un alivio poder apoyarse en él. La sentó en la mesa y tomó asiento en su sitio, viéndola directamente mientras ella bajaba la mirada―. Bebe esto.
Deslizó por la superficie una taza de humeante té frente a ella. La mesa estaba llena de alimentos recién hechos que desprendían un estupendo aroma.
―Gracias ―tomó un largo y reconfortante sorbo, relajándose al sentir cómo se calentaba por dentro. No reconocía el sabor principal, pero estaba endulzado con miel, uno de sus sabores favoritos―. ¿Qué es?
―Relajante muscular ―contestó él escuetamente, haciéndola atragantarse. Sesshomaru siempre estaba un paso por delante de todo.
―¿Ya desayunaste? ―quiso saber ella, aunque en realidad quería saber cuánto tiempo hacía que estaba despierto.
―Hace horas.
Sus respuestas eran tan breves como siempre, como si nada hubiera cambiado entre ambos. Rin empezó a comer con el mayor control que pudo reunir, porque estaba tan hambrienta que era capaz de devorar todos esos platos en un santiamén. No quería dar una mala imagen en su primer día de casados.
―Tú, eh... ¿Dormiste bien? ―preguntó, espiándolo fugazmente.
―No tanto como tú ―dijo con un minúsculo aire de gracia―. ¿Cómo te encuentras?
ESTÁS LEYENDO
Grabado en Piedra
FanfictionSessRin - AU - Rin nunca tuvo mucho interés en saber quién era el muchacho que la entrenaba clandestinamente. Para ella sólo era Yako, su amigo. Su... algo más. Pero al volver de una larga y cruenta guerra, Yako ya no es el mismo de antes. Ahora es...