Kikyo despertó de su sueño con un ligero mareo. Sentía la habitual presión en la cabeza y un desagradable vértigo, señal de que necesitaba otra dosis de medicina para estabilizarse. Se incorporó al oír voces en el pasillo, y se ajustó sus abrigadas ropas de dormir. Cuando antes amaba el invierno por los inmaculados paisajes después de las nevadas, ahora contaba los días para que llegara la primavera y así poder respirar con más normalidad.
Las voces se fueron acercando, y una de ellas, la de su abuelo, sonaba bastante alterada. El hombre abrió la puerta de golpe y Kikyo se extrañó al verlo en compañía de dos guardias del castillo de los Taisho. ¿Qué estaba...?
―Por favor, ¿podrían concedernos unos minutos mientras le explico la situación a mi nieta? ―el anciano se volvió hacia los hombres a sus espaldas, quienes no parecían muy felices con la petición.
―Puede explicársela en el camino, señor Higurashi, no tenemos suficiente tiempo.
―Por favor, sólo será un momento ―insistió él muy nerviosamente. Ambos guardias intercambiaron una mirada.
―No demore, debemos partir cuanto antes ―asintió el segundo hombre, con un ligero gesto de descontento. El abuelo les hizo una reverencia y cerró la puerta tras entrar en la habitación. Se arrodilló frente a ella, haciéndola inclinarse hacia atrás al tomarla exaltado de los hombros.
―¿Qué sucede, abuelo?
―Kikyo... Este no es un tema del que hemos hablado en muchos, muchos años, pero necesitas decirme la verdad.
―¿La verdad sobre qué? ―cuestionó ella con sospecha. Algo le decía de qué se trataba, pero no entendía por qué quería hablar de eso justamente ahora.
―El... el hombre que te... ―se trabó él, chasqueando la lengua. Kikyo frunció el entrecejo.
―¿Qué pasa con él?
―¿Cuál...? ¿Cuál era su nombre?
La mujer se quedó viendo fríamente a su abuelo, apretando los labios. Para él, ese tema era el mayor de los tabúes, aún cuando su tensa relación se restauró después de la muerte de su estricto padre. Sota y su madre habían hecho todo lo posible para conseguirlo, pero obviamente, la relación entre nieta y abuelo ya estaba muy dañada. No existía entre ellos más que un trato forzadamente cordial, aunque Kikyo notaba que su abuelo intentaba ver más allá del prejuicio que todavía le guardaba. En el fondo la quería... pero no podía perdonarla por lo que había hecho.
Y la forma en la que se refería al padre de Kagome era prueba de ello.
Aunque nunca la hubiera tratado mal a ella, sí había cierta incomodidad entre ambos. O al menos la hubo cuando Kagome era pequeña, según le había comentado su madre cuando regresó de su entrenamiento y al fin pudieron reunirse. Podía ver el conflicto en su abuelo con respecto a Kagome, pues era el fruto de una relación totalmente deshonrosa. Pero al mismo tiempo... era una niña inocente que no merecía cargar con el crimen de su madre. Y él lo sabía. Llevó tiempo, pero ahora se podía decir que tanto Kagome como su bisabuelo llevaban una buena aunque no muy cercana relación.
―¿Por qué quieres saberlo? ―preguntó con cautela.
―Hay una... situación en Montaña Blanca ahora. El templo podría no ser un lugar seguro para nosotros, y tengo la sospecha de que... tal vez ese hombre tenga algo que ver.
El ceño de Kikyo se hundió más. Para su abuelo, la causa de todos los males del mundo siempre sería el padre de Kagome. Y ella podría estar de acuerdo a juzgar por la última vez que estuvieron juntos, pero como jamás había dado detalles al respecto, su abuelo no tenía forma de conocer la oscuridad que asechaba dentro de él.
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Grabado en Piedra
FanfictionSessRin - AU - Rin nunca tuvo mucho interés en saber quién era el muchacho que la entrenaba clandestinamente. Para ella sólo era Yako, su amigo. Su... algo más. Pero al volver de una larga y cruenta guerra, Yako ya no es el mismo de antes. Ahora es...