11. Retrocediendo y avanzando

1.3K 139 155
                                    

Estaba totalmente oscuro cuando se incorporó. Yako la observaba de reojo, moviéndose sólo para encender un par de velones. Permaneció callada esperando que le dijera algo, pero esa no parecía ser su intención.

―Perdón, creo que dormí demasiado. ¿Es hora de la cena? ―preguntó. Él encendió la segunda vela mientras le decía:

―¿Prefieres quedarte aquí?

―No... no, creo que ya estuve acostada lo suficiente ―carraspeó peinándose el cabello con los dedos y esperando no tener un aspecto muy desastroso―. ¿Pudieron atender a los heridos?

―Estabilizaron a los de mayor prioridad ―hizo un gesto hacia un lado de la habitación―. Trajeron tu equipaje.

―Oh, gracias ―respiró con alivio al divisar su saco del lado derecho de la cama. El resto debía seguir en la carreta.

―¿Te encuentras bien? ―regresó el rostro hacia él, extrañada. ¿Se veía tan demacrada?

―Sí... ¿por qué lo preguntas?

―Parecías cansada ―señaló secamente. Ella volvió a peinarse el cabello de manera inconsciente.

―Estoy bien. ¿Y tú? ―lo miró tímidamente entre las pestañas. Él asintió una sola vez antes de darse la vuelta.

―Vístete, te espero afuera ―y salió cerrando la puerta detrás de sí. Sólo entonces Rin se dio cuenta de que estaba en ropa de dormir. Una delgada y descolocada ropa de dormir. Llevó las sábanas hasta su barbilla y su piel enrojeció mientras contenía un gritito en la garganta.

Se pasó un paño húmedo para lavar los rastros del sueño de su rostro y gateó hasta su equipaje. No recordaba que prendas había metido en su saco la noche anterior, y le habían dicho que lavarían el kimono con el que había llegado. Pero lo que encontró adentro la dejó totalmente descolocada.

Una tela de relucientes colores reposaba encima de sus pertenencias. La tomó con ambas manos, examinándola de cerca. Era un precioso kimono con dos tonos de púrpura y mariposas doradas bordadas. Púrpura... como la empuñadura de su kodachi.

Yako...

Sonrió al sentir la tela entre los dedos. Era de excelente calidad y muy buen gusto. ¡Y no era el único! Debajo encontró otros dos más, uno rosado y otro verde del mismo estilo. No eran parte de su dote, porque ya conocía de memoria todo el contenido de ésta. Sacudió la cabeza para espabilarse y se apresuró a vestirse, encontrando un obi rosado cuando desdobló el kimono. No tenía un espejo para comprobar cómo se veía, pero quería creer que le sentaba bien. O al menos, la suave mirada masculina así se lo hizo pensar en cuanto salió.

―Gracias... es muy bonito. Todos lo son ―le sonrió. Sus mejillas seguían arreboladas desde que se había vestido, y Sesshomaru se percató de que esa era la primera vez que le sonreía desde su reencuentro en Tesseimori―. ¿Te gusta el púrpura? La empuñadura de la kodachi también es así.

―Es el color insignia de mi clan.

Su pulso se disparó, aunque trató de que no le afectara.

―¿En serio? Nunca te he visto usarlo ―pero antes de que Yako pudiera contestar, una voz masculina los interrumpió al llegar al rellano principal.

―¡Ah, mis invitados de honor! Estaba a punto de ir a buscarlos. Adelante, adelante, estamos por servir la cena. ¡Espero que tengan hambre! ―el terrateniente hizo exagerados gestos con los brazos para invitarlos a pasar al comedor. Una sirvienta les abrió la puerta, descubriendo un salón igual de ostentoso que la habitación en la que se estaba alojando.

Grabado en PiedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora