19. Lazos familiares

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Rin estiró la espalda dando un sonoro quejido, satisfecha con la carta que acababa de escribir. Había estado más de dos horas redactando; varios borradores arrugados a su alrededor evidenciaban que no había sido una tarea fácil. Al fin escribía una carta concisa; con suficiente información como para aplacar cualquier duda, sin ser tan extensa como para resultar tediosa.

Bueno... contó las cinco hojas colmadas de su pequeña caligrafía y se mordió los labios, no muy segura de esto último. Pero era una gran mejoría en comparación a las once páginas que había escrito previamente. Con esto, Shizu tendría una buena idea de lo que había sido de su vida desde la última vez que se habían visto.

Recibir una carta de su buena amiga fue una sorpresa que la dejó extasiada todo el día anterior. Había llegado junto a las cartas de su familia en Tesseimori, con quienes mantenía regular correspondencia. Le comentó que aunque su nuevo hogar hubiera sido azotado por la guerra, estaban recuperándose lentamente y su pequeña familia se encontraba unida y feliz. Igual que en Tesseimori. Siempre era emocionante recibir noticias de ellos y de su antiguo hogar.

Lo importante era que los Saito estaban a salvo, reconstruyendo sus vidas e instaurando un nuevo orden que los llevaría por un mejor camino.

Rebuscó en el cajón del escritorio la carta que su tío le había escrito y repasó el párrafo donde, muy sorprendido, le había comentado de la visita de un terrateniente ansioso por hacer pactos con el fallecido líder de Tesseimori, sólo para ser recibido por él sin mucho entusiasmo y, por supuesto, alejando a Kanade de sus ambiciosas manos.

Había soltado tal carcajada al leerlo que Sesshomaru, quien trabajaba a su lado en la mesa la noche anterior, cometió un error en su redacción y manchó de tinta el pergamino. Rin se disculpó entre risas, explicándole el motivo de su ataque, y aunque este no rió, tuvo la impresión de que le causó cierta gracia.

Con tantas cosas que habían sucedido últimamente, se había olvidado por completo la maliciosa propuesta que le hizo a ese terrateniente de ir a Tesseimori buscando una alianza provechosa, así que no se lo había advertido a su tío a tiempo. Terminó de leer todas las cartas con una gran sonrisa, percatándose casi por accidente de que Sesshomaru la observaba de tanto en tanto mientras rehacía el documento que escribía. Volvió a disculparse por ser tan ruidosa y guardó tanta compostura como fue capaz mientras seguía leyendo.

Era común que al final del día ambos estuvieran en la sala de sus aposentos, cada uno metido en sus propios asuntos. Sesshomaru, que por lo general solía trabajar hasta tarde en su despacho privado, se retiraba temprano y llevaba los asuntos más urgentes por atender para sentarse con ella mientras estudiaba o leía. No hablaban mucho en esos momentos, pero eso no les impedía disfrutar la tranquila compañía del otro. Era algo simple, cotidiano. Pero muy agradable.

Y claro, cuando ya llevaban suficiente tiempo en silencio, era imposible no sucumbir a la tensión que los rodeaba. A veces eran demasiado conscientes el uno del otro y sencillamente no podían concentrarse en otra cosa. En esos momentos, Sesshomaru hacía a un lado los papeles con un brazo, la acostaba en el escritorio y...

Un golpecito en la puerta la hizo volver en sí dando un salto, como si la hubieran atrapado con las manos en la masa. Miró un tanto aturdida a la sirvienta que se asomaba, convenciéndose de que ésta no había visto nada indebido.

Pero qué estupidez, ni que pudiera leerme la mente.

―¿Sí?

―Mi señora, la obra empieza en menos de dos horas. Deberíamos comenzar a alistarla ―le dijo la sirvienta. Rin se puso de pie de golpe, había perdido por completo la noción del tiempo.

Grabado en PiedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora