25. Un nuevo día

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Rin despertó con un respingo sobresaltado. ¿Cuándo se había quedado dormida?

Estaba en su habitación, cubierta hasta los hombros y vestida con un atuendo limpio y suelto, mucho más cómodo que el anterior. Rayos, esperaba no haber estado inconsciente por mucho tiempo, ¡tenía tantas cosas por hacer!

Mas el dolor en todo su cuerpo, especialmente en su hombro izquierdo, le recordaron de golpe su herida y agotamiento. El quejido que emitió al incorporarse alertó a quienes esperaban del otro lado de la puerta, pues en menos de un segundo, sus tres doncellas personales entraron y la rodearon, extendiendo los brazos para estabilizarla, pidiéndole que tuviera cuidado.

―¿Cuánto tiempo he dormido? ―preguntó, sintiendo un escozor en la garganta. Una de las doncellas la ayudó a tomar agua a pequeños sorbos, lo cual le supuso un inmenso alivio.

―Casi dos días, mi señora ―le respondió otra de ellas, a lo que Rin se atragantó con el agua y le dio un ataque de tos.

―¡¿Dos días?!

―¡Con cuidado, mi señora, ha estado en cama mucho tiempo! ―la sujetaron con delicadeza cuando se quitó las mantas de un tirón e intentó levantarse. Hacerlo le provocó un fuerte mareo que le hizo dar vueltas la cabeza.

Le costó varios segundos recuperar medianamente la estabilidad, momento que las doncellas aprovecharon para empujarla suavemente de vuelta a la cama y volvieron a cubrirla.

―¿Qué sucedió en todo este tiempo? ¿Cómo está mi señor esposo? ¿Y las sacerdotisas Higurashi? ¿Pudieron rescatar a todos los atrapados por el derrumbe?

―Señora, por favor, tranquilícese ―habló ahora una voz rasposa desde la puerta. Jaken le dedicó una mirada muy severa en cuanto se enderezó de su reverencia―. El Gran Señor está bien, se recupera de sus heridas. Podrá verlo en cuanto coma algo, no puede permanecer más tiempo sin probar bocado.

―Señor Jaken, hay cosas más...

―¡No, señora! ―la interrumpió estridentemente, sobresaltándola a ella y a sus doncellas―. Nada es más importante ahora que cuidar de su salud. Así que se alimentará y guardará reposo como es debido. El señor Taisho jamás me perdonaría que le permitiera seguir pasando hambre, ¡lleva más de tres días sin comer!

Rin lo observó de hito en hito, incapaz de responderle. Intercambió miradas con sus doncellas, quienes lucían la misma estupefacción que ella.

―Usted es nuestra Gran Señora y tiene responsabilidades que atender, pero su mayor preocupación ahora debería ser su propio bienestar ―continuó Jaken de forma autoritaria―. Así que quédese ahí, en un momento le traeremos su comida.

―¿Podría...?

―¡No! Va a alimentarse como es debido y punto, señora Taisho. Son órdenes del Gran Señor.

―Voy a comer, señor Jaken... ―le dijo ella en tono más bajo, aún demasiado sorprendida como para siquiera pensar en indignarse por semejante trato. Irónicamente lo encontraba algo gracioso, considerando el gran escándalo que una persona tan bajita como Jaken podía causar―. Sólo quería pedirle que por favor me trajera algo que no contuviera carne.

El olor de la sangre de esos hombres que había matado se negaba a dejarla, y el solo pensar en comer algún tipo de carne le apretaba el nudo en el estómago.

―Oh. Por supuesto ―el mayordomo se desinfló. Se volvió hacia alguien que esperaba en la sala de estar de la habitación y bramó―. Ya oíste a tu señora, tráele una buena comida. Necesita proteínas, así que incluye huevos y tofu. ¡Y melón! ¡Trae un buen tazón de melón para tu señora! ¡Date prisa!

Grabado en PiedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora