K A F L I 30

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Lilja no pudo entrar al juicio a favor de Harry, sin embargo, sabía que muchas de las personas que trabajaban en el Ministerio eran justas y sabían cuando se cometía un error; por eso estaba segura de que realmente ayudarían a que el adolescente volviera a su educación sin ningún problema. El problema era que Hogwarts le faltaba un profesor que cubriera la materia de Defensa Contra las Artes Oscuras, y aunque, muchos de los padres y estudiantes pedían amablemente al antiguo profesor, Remus Lupin, no se podía hacer mucho, ya que el Ministerio no le gustaba la idea de que un hombre lobo estuviera a cargo de la educación de varios niños. Era como decir que una veela podía ser Ministra de Magia.

Llevaba toda una hora viendo a todos los candidatos, y nadie parecía tener la experiencia conviviendo con hechizos y encantamientos oscuros, ¿cómo querían proteger a los menores si no tenían conocimiento de cómo se veían en la vida real? Recordó cómo en varios lugares le decían que Durmstrang no era un buen Instituto, por lo mismo que les enseñaban a utilizar esos encantamientos, pero no todos se dejaban llevar por el poder, algunos tenían un buen uso. Suspiro al notar que no tendría candidatos y el Ministerio de magia colocaría a cualquier persona que estuviera a favor o quisiera controlar el colegio de una manera no tan obvia.

—¿Te enteraste?— llegó su nuevo amigo a su oficina, al parecer él también ya no podía hacer mucho desde su puesto.

—¿Sobre qué asunto?— contestó levantando la vista de aquellos papeles que habían sido enviados a su oficina, se había rendido y ahora veía cuando empezarían las evaluaciones escolares.

—Le dieron el puesto de profesora a esa bruja rosada.

—¿Umbridge?— preguntó aún más extrañada —¿No deberían avisar al Instituto?— después tiró los papeles dentro de una carpeta —Y yo haciendo todo lo posible para que no la contrataran.

—Sabes muy bien que a Cornelius no le gustó que todos los países votaran a favor de que tú fueras la encargada de revisar que la educación fuera justa— encogió los hombros —¿Crees que le gustaría avisar sobre esto a la veela que lo hizo ver como un mal Ministro?

—Tiene sentido, dejaré que hagan lo que quieran— suspiro para ver el reloj —En cuanto tenga la primera queja de padres o de alumnos, tomaré cartas sobre el asunto.

—¿Lista para irnos?— pregunto recargándose sobre la puerta, viendo como la veela empezaba a tomar ciertos papeles que se llevaría a su hogar.

—Si, ya no quiero volver al Callejón Diagon hasta el lunes.

—Cierto, por fin vivirás con cierto pelirrojo— le guiño el ojo, haciendo que las mejillas de la veela se volvieran rojas.

—No lo creo, desde que avisamos que viviríamos juntos— suspiro cerrando su cubículo —Su madre está haciendo todo lo posible para pedirle ayuda en cosas de su casa.

—Así que un hijo de mamá— ambos rieron un poco para salir de las oficinas hacia el pabellón —Te veré el lunes.

—Hasta el lunes.

Lilja observó como el noruego se iba hacia las chimeneas, diciendo la dirección donde vivía él con su familia, que pronto partiría nuevamente a su país de origen para despedir a su hijo para el inicio del curso. La veela tomó otro camino, uno que la llevaría directamente a comprar las últimas cosas para su hogar, solo faltaban algunas plantas para que los gemelos pudieran seguir experimentando cuando fueran a visitarlos sin sentir el resentimiento de su madre.

El banco de Gringotts era un lugar que no le gustaba visitar por los duendes, seres mágicos que eran aún más de pensamiento retrógrada que algunos magos de sangre pura, además que había tenido ciertos problemas con ellos al principio, no querían pagarle como era debido, es decir, no querían hacer el cambio correcto de su moneda al galeón.

—Buen día.

—Otra vez aquí, señorita Lilja— contestó el duende de mala manera, al notar que estaba caminando entre los pasillos de los trabajadores.

—Y seguiré viniendo hasta que Bill se harte de que venga a visitarlo aquí.

Nuevamente, el duende bufo molesto al ver como Lilja era muy testaruda en hacer cosas de buena manera, además que no querían tener problemas con uno de los mejores rompe maldiciones que habían tenido desde hace algunos años.

—No sabía que vendrías al banco— escucho una voz a su espalda, después sintió como la abrazaban por su cintura y le depositaban un beso en su cabellera casi blanca.

—¡Hola Bill!— se giró Lilja para también abrazarlo como era debido, después le regaló una pequeña sonrisa —Venía por ti para ir a comprar las plantas y después, hacer la cena que te había prometido desde que nos mudamos.

—Me agrada la idea— Bill volvió a abrazarla —Deja ir por mis cosas y tomamos la chimenea.

—¿Ya activaron la red flu?

—Así es— le dio un beso en la mejilla —Como tuviste que irte más temprano, no tardaron en llegar los encargados.

—¡Por fin!— Lilja se dejó caer en la silla, viendo los papeles y el mapa del banco —Ya no se cuanto más podría caminar con estos tacones todos los días.

—Siempre nos aparecemos en el callejón al lado del edificio— después giró a verla —¿No se supone que también traes tus botas muggle en el bolso que cargan siempre?

—Si, pero también me da flojera cambiarme los zapatos.

Bill rio un poco para después acercarse y tomarle la mano, ya estaba listo para por fin pasar un fin de semana a su lado. Había tenido ciertas peleas con su madre, pero no cambiaría de opinión respecto a lo que él quería en su futuro, y cada vez que veía la pasión de Lilja, estaba seguro de que ella estaba destinada a su lado. Él era el hermano mayor y por más que quería dar un buen ejemplo cuando sus hermanos eran más pequeños, se había metido en distintos problemas y resulto que les enseñó la pasión por ser lo que realmente quieren; por ese motivo, estaba orgulloso de Charlie y los gemelos, no estaban siguiendo lo que sus padres querían de ellos.

—¿Todo bien, amor?— pregunto Lilja cuando salieron de la chimenea a su pequeña sala, moviendo su varita para que las plantas estuvieran en la pequeña habitación que había dejado para los gemelos —Has estado muy callado desde que compramos las plantas.

—Solo estaba pensando si es que el negocio de los gemelos tendrá éxito.

—¡Por supuesto!— dijo brillando, viendo como Bill se preocupaba por el futuro de sus hermanos pequeños —¿Alguna vez no te has reído de las bromas que han hecho?

—Solo una vez— Lilja se detuvo y lo miró sorprendida —Eran más pequeños, pero no sé cómo lograron que todos mis calzoncillos siempre oliendo a orines, tuve que comprar unos nuevos— después coloco se masajeó la nuca —Ese verano no pude conseguir ninguna cita.

Lilja se tapó la boca, evitando reír ante la broma que le habían hecho; eran tan solo unos niños y ya habían logrado fastidiar a su hermano mayor, quien estaba seguro de que era mucho más paciente que los otros mayores.

—¡No te rías!— después la abrazo para hacerle cosquillas —Les pediré que me digan como lo hicieron y te dejaré sin ropa interior— después se quedó callado y la tomo con más fuerza —Aunque no me quejaría de eso.

—¡Bill!— Lilja había brillado más y sus mejillas se habían vuelto rosas —No me distraigas, necesito hacer la cena y que por fin pruebes el mejor platillo de toda Islandia.

Ninguno de los dos se separó, por más que tuvieran hambre, estaban en un momento íntimo que no habían tenido la oportunidad de vivirlo. Se miraban con una sonrisa, la veela brillaba y Bill no podía dejar de verla aún más enamorado, ninguno de los dos se habían sentido como lo sentían ahora; definitivamente, estaban destinados a un futuro juntos.

La magia de la VeelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora