4 (parte 2): Un buen día para morir

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El tiempo pasó entre risas, historias, anécdotas y bebidas alcohólicas, esta vez no bebieron demasiado como solían hacer, no querían estar borrachos, mucho menos tener resaca de buena mañana. Óscar había declarado que tener resaca de día era algo que nunca debería suceder bajo ninguna circunstancia, al preguntar la razón, el castaño tan solo recibió un "porque lo digo yo". Su amigo siempre había tenido un gran sentido del humor.

-Bueno, creo que ya va siendo hora de salir, hay un tramo largo hasta la ciudad- recordó

-Cierto...si hablan francés hablas tú por mi, ya me humillé bastante al llegar aquí- se lamentó mientras, con calma, se levantaba y luchaba por no bostezar

-Eso tienes que contármelo de camino al restaurante- habló el locutor con malicia

-¿Para que abriré la boca?...- se lamentó el de pelo grisáceo -de todas formas, creo que no está muy de moda ir en pijama a la ciudad...aún al menos- bromeó viendo el pijama marrón de rayas de su amigo

-Cierto, pero debería serlo, es más cómodo- puntuó con gracia el locutor

El locutor fue a su habitación, pisando con sus fríos pies descalzos la cálida madera del suelo. Una vez en la habitación fue frente al armario y se tomó unos breves instantes ara elegir un conjunto adecuado para su última comida, se decantó por una camisa blanca, un chaleco rojizo sin mangas, un vaquero negro y unos calcetines largos de color blanco con dos estrechas franjas marrones al principio. Se peinó con los dedos, su pelo, siempre indomable, se veía incluso así como cualquier otro día.

Salió con calma arreglándose vagamente la pajarita negra que había decidido añadir en el último momento, su amigo lo esperaba en el recibidor, cerca del mueble que contenía todos sus zapatos. Antes te salir se calzó con unos mocasines negros y tomó las llaves de la casa, guardándolas en el bolsillo derecho de su chaleco.

-Sé que es un poco tarde para preguntarlo, pero seguro que tienes dinero suficiente como para permitirte comer en un restaurante?- preguntó Óscar

-Tranquilo, es una ocasión especial, hacía ya 5 años que no nos veíamos, la ocasión merece algún lujo- razonó Alastor

-Aún así, con la crisis que hay no deberías llegar a un extremo- precavió

-Yo llegar a un extremo? El extremo lo alcanzaron los huérfanos!- bromeó para reír junto a su amigo

Caminaron sin mayor preocupación hasta la ciudad, había un largo camino entre aquel inhóspito lugar y la ciudad, no sería de exagerar el decir que pocos más que los escasos residentes de la zona conocían los alrededores. Llegaron a la ciudad una vez estuvo bien entrando el mediodía, charlaban calmadamente de lo sucedido los últimos 5 años, al parecer Óscar tuvo éxito en su país natal, había hecho una pequeña fortuna y sobrevivía a base de esta en la dura crisis que no había tardado en expandirse desde Estados Unidos. No quiso dar demasiados detalles más que el que dirigía una gran empresa y que vivía felizmente soltero.

-¿Felizmente soltero? Suele ser felizmente casado- puntuó Alastor con gracia

-Alastor, amigo mío, sabes tan bien como yo que no estoy hecho para casarme, es más, pobre de la mujer que se case conmigo- bromeó, sacando unas suaves risas al contrario -y a ti que tal te fue?-

-Bueno, bastante bien, la radio no es el oficio mejor pagado, pero puedo vivir de ello...además, son más agradables que los de la iglesia- dijo con un tono confidencial

-No es muy difícil serlo- dijo con obviedad

Cuando quisieron darse cuenta, estaban a las puertas del restaurante, entraron con calma y los empleados parecieron agradecer con la mirada su presencia, el lugar estaba casi vacío a excepción de los cocineros y meseros que, a primera vista, parecían aburridos o incluso angustiados.

Jazz and apples (appleradio) (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora