Ambos tenían un dolor insufrible en las sienes, llegado un momento, parecía que se había escabullido hasta llegar al centro del cerebro.
Y aún así, encendieron el candelabro de aceite y lo pusieron en el centro de la habitación, de la que apenas se distinguían contornos a no ser que estuvieran muy cerca de la llama, temían que al encender la luz corriente alguien de afuera notara que estaban despiertos.-Es arriesgado- murmuró el demonio serpiente
-Lo es, pero es la mejor opción- sentenció Alastor -ten eso a mano y vamos-
Sir Pentious asintió y buscó bajo el colchón con cautela y sacó una caja aplanada de madera. La puso cerca del candelabro y la abrió con cuidado de no hacer ruido, había un arsenal interesante de distintos tipos de cuchillos, navajas y demás.
-¿Entonces puedes envenenar las hojas?-
-Supongo...no he comprobado realmente si puedo sacar el veneno sin morder-
-Pues este es tu momento, inténtalo mientras voy preparando el resto-
Así lo hizo, estuvo seis minutos para sacar tres gotas y extenderlas por la hoja metálica de un puñal pequeño, suspiró rendido al haber envenenado solo un arma. Negó con la cabeza y miró a Alastor para decir que no podría envenenarlos, pero antes de poder decir una palabra, el contrario se le adelantó.
-Conozco un método, cuando era pequeño tenía que cazar serpientes y sacarles todo el veneno para venderlo...en el peor de los casos te romperé un hueso por la falta de práctica, pero estoy seguro de que estarás dispuesto a afrontar el riesgo, ¿no es así?-
Sir Pentious se quedó en silencio, resignándose a la situación, con tan solo una expresión ya dio a entender todo lo que tenía que dar a entender. Alastor se acercó con calma y le ofreció no abrirle la boca si lo hacía él solo hasta casi dislocarse la mandíbula, y así lo hizo el reptil, agradeció internamente que su anatomía se adaptara más a la parte animal que a lo que quedaba de parte humana. Dejó su boca abierta en un ángulo casi recto, Alastor aprovechó eso, puso su mano recta, juntando los tres dedos que le quedaban en cada una y separando el pulgar, formando así una L en el espacio entre el este y el índice, puso la parte de la palma mirando hacia sí y pegó los dedos detrás de los colmillos del de sombrero amplio.
-Voy- avisó antes de presionar con un poco de fuerza contra los dientes de su compañero.
Se desplazaron hacia adelante ligeramente y un chorro de veneno cayó de golpe sobre la caja abierta, el metal de las cuchillas lo aguantaron...la caja en cambio sufrió la corrosión del veneno, la serpiente se apresuró en pasar las cuchillas bajo el chorro de veneno. Una vez el demonio ciervo se cercioró de que estuvieran envenenados todos los cuchillos, dejó de ejercer presión y permitió a Sir Pentious unos instantes para apretar la mandíbula adolorida.
-Prepáralo como lo hablamos y mañana por la mañana ya estaremos en la mansión del Lord nuevamente- aseguró.
Eso sin duda motivó a Sir Pentious, quien tomó las cuchillas y las escondió por el chaquetón de piel que solía llevar desde que llegó ahí. Alastor no tardó en guardar sus armas: un revólver, una navaja suiza, una daga corta y una, a su parecer, preciosa Walter p38.
-En cuanto escuches al guardia salimos- recordó como si fuera a olvidarse si no lo repetía por enésima vez.
Esperaron en silencio tras apagar el candelabro, un minuto, dos, cinco, diez...
"Tap tap tap"
Se escuchó por todo el pasillo el inconfundible sonido de pisadas de las botas tan pesadas que llevaban los guardas al pasar, cuando iba por en frente de la puerta del dormitorio, esta se abrió y le dio en las narices. El guardia cayó al suelo y miró con enfado a quien fuera que hubiera abierto la puerta, el enfado en sus ojos desapareció al ver que era Alastor, sería estúpido de su parte reprocharle algo a alguien tan cercano uno de los puestos más importantes del territorio.
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Jazz and apples (appleradio) (Editando)
Fanfic-Yo, el demonio de la radio, el temido Alastor.....¿sintiendo de nuevo?....No, jamás, así me extirpe el corazón y me arranquen las entrañas, nunca más te volveré a ver esos ojos esmeralda que tanto me hipnotizan, ni esos labios pálidos que tantas ga...