Estuvieron hablando sin preocupación alguna hasta que comenzó a anochecer, un nudo se formó en la garganta de los tres, sabían que el común "hasta luego" iba a ser sustituido por un "hasta siempre".
Óscar y Nora se habían prometido ser fuertes por el locutor, él era quien iba a morir, y sabían bien que a pesar de esa aparente calma pasmosa, por dentro era un niño asustado, precisamente el niño asustado y cubierto de tierra que conocieron años atrás, huyendo colina abajo y arrasando con todo solo para tener una mínima oportunidad de escapar.
Recordaron los amargos días en los que aparecía golpeado y se negaba a decirles por qué, los sollozos y las veces que lo encontraban durmiendo en ese mismo solar sin nadie cerca. Sentían que hubieran pasado siglos desde aquello, aunque eran apenas 14 años los transcurridos, y 8 desde que descubrieron que el diablo vivía con Alastor, pero no Lucifer, no, él sería mucho mejor que ese hombre.
En cuanto el más alto se levantó, los otros dos salieron de su ensimismamiento, imitaron su acción y contemplaron la posibilidad de quedarse un rato más, pero Nora debía volver a su casa y Alastor también, Óscar estaría en su casa esa noche y Nora trataría de ir también en cuanto terminase sus quehaceres. Antes de irse, el castaño pidió algo, parecía ser su último deseo, uno que no daba tiempo a añadir al testamento.
-Cuando muera, tomad mi cuerpo y enterradlo aquí mismo junto a todos los libros de magia negra que encontréis en mi casa, ahora aprovecharé para enseñarte la mayoría y que los tengas localizados- dijo lo último mirando al de mediana estatura.
Ambos asintieron, volvieron por las estrechas calles y callejones hasta una calle principal, en cuanto se miraron ahí estaba otra vez, esa presión que amenazaba con atentar contra su aparente calma. Se despidieron antes de que Alastor pudiera sospechar nada y Nora se fue corriendo a su casa, dando zancadas por la calle para llegar más rápido.
En cambio los dos restantes caminaban con calma y hasta lentitud, como si fueran directos a su ejecución, y en muy en el fondo sabían que no era algo muy lejano a la realidad, se esforzaron en evadir ese pensamiento y volvieron a charlar, al llegar a la casa de Alastor se dieron cuenta de que nunca habían hablado por tanto tiempo ellos dos solos.
-quieres algo de beber?- Ofreció el castaño ya dentro, se quitó los mocasines en el recibidor y los guardó en el mueble
-No, esperaré a Nora...- se notaba desganado, por mucho que se esforzara en ocultarlo, imitó la acción del mayor de estatura tratando de parecer indiferente
-Hey, no te reocupes Óscar, en el peor de los casos nos veremos en el infierno, además, puedes quedarte en mi casa todo el tiempo que quieras, incluso si estoy muerto, legalmente no pueden dársela a nadie, está a nombre de mi familia en su totalidad...- dijo con calma dirigiéndose hacia la sala
-En serio crees en eso? Pensé que los e la iglesia te tenían hasta las narices-
-Y no pensaste mal...la segunda parte al menos...a ver, no te esperes que vaya a ser estrictamente religioso, las cruces de las paredes llevan ahí demasiado tiempo y no tengo ganas de quitarlas por el mero hecho de que da trabajo hacerlo y que no quede una marca en la pared...y no esperes tampoco que vaya a alabar a ningún dios o deidad, como mucho sentiré respeto por Lucifer-
Y así dio comienzo una larga charla, Nora pudo llegar unas horas después, entró algo manchada de barro y tierra, al escapar de su casa por la ventana había caído mal y, en consecuencia, terminó de esa forma, Alastor le ofreció amablemente la posibilidad de bañarse, la cual fue aceptada con una sonrisa.
Al rato ya charlaban animadamente, bebiendo y riendo de cualquier tontería, hasta que surgió la maravillosa idea propuesta por la chica
-Y si cazamos algo? Para la cena por lo menos- propuso animadamente
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Jazz and apples (appleradio) (Editando)
Fanfiction-Yo, el demonio de la radio, el temido Alastor.....¿sintiendo de nuevo?....No, jamás, así me extirpe el corazón y me arranquen las entrañas, nunca más te volveré a ver esos ojos esmeralda que tanto me hipnotizan, ni esos labios pálidos que tantas ga...