27: La fiesta del rey

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Cualquier otro invitado a la fiesta hubiera entrado, buscado alguien con quien hablar y se habría dedicado a eso toda la noche, o a ligar, que no era tan raro entre Overlords. Si no era este el caso tal vez solo estarían bebiendo en algún rincón, pensando en qué tratos comerciales les convendrían más, qué territorio sería más sencillo invadir... Incluso habría alguno que intentaría ligar con el rey.

Alastor entró, buscó a alguien que le pudiera dar whisky y se fue a sentar a una esquina, lejos de Portnoyr, lejos de las caras conocidas, no necesitaba eso ahora.

Sacó una libreta pequeña de su bolsillo y empezó a apuntar nombres que se memorizó en los últimos años gracias a su aprendizaje. Observó los movimientos y tendencias de la gente, las anotó y buscó algún punto débil a plena vista mientras bebía sin preocuparse mucho por si acababa borracho.

Cuando acabó de recopilar datos y su vaso estuvo vacío, suspiró y guardó su libreta de nuevo.

"Tal vez pueda aprovechar ya que estamos" pensó al ver a una congregación de gente al rededor de una mesa de poker.

Se acercó con curiosidad y se encontró a un pecador de baja estatura, o bueno, al menos era más bajo que Alastor. Estaba jugando contra cuatro Overlords, y definitivamente iba ganando.

-¡Rata miserable!- acusó uno cuando perdió una ingente cantidad de dinero -Juro que te haré añicos- amenazó.

-No es mi culpa que no sepas jugar- se burló el de menor rango, enseñando sus afilados dientes de forma burlona.

La discusión siguió, y algunos tuvieron que llevarse al enfadado pecador de rango alto para que no despedazase al otro. Entonces Alastor aprovechó para tomar su lugar.

Unos cuantos rieron por ello, subestimando al ciervo por completo.

En vida Alastor se ganó un dineral en las calles jugando con ludópatas de todo el estado. Definitivamente un movimiento necesario antes de tener que vivir solo, su padre no le había dejado ni un céntimo, y en ese momento no tenía trabajo.

Las risas fueron decreciendo y se convirtieron en expresiones de asombro en cuanto vieron las cantidades que apostaba.

El juego del locutor se basaba en faroles y pequeños trucos que no llegaban a ser trampa. Algunas veces, para burlarse, incluso dejaba que el contrario le viera las cartas con descaro, y aún así lo dejó sin fichas.

-Tramposo- acusó frunciendo el ceño.

-¿Moi?- preguntó con una mueca divertida, poniendo la yema de los tres dedos de su mano derecha en su pecho -esas son duras acusaciones-

Entonces se le ocurrió la mejor idea que tuvo en meses.

-Duras acusaciones mis- -

-Igual- interrumpió el locutor -es el público, hay demasiada gente y honestamente yo estoy acostumbrado...¿Qué tal si jugamos en solitario?- eso pareció hacer que el de menor estatura se confiase.

-Bien, pero tengo prisa, así que hagamos esto: si gano, me llevo todo, si no, te debo un favor-

Había caído él solo en una tela de araña que aún estaba medio tejida, y Alastor difícilmente pudo contener su emoción.

-Me parece un buen trato- le extendió la mano y se esforzó en retener los efectos de este, como la luz verde, el viento, etc.

-Por supuesto que lo es- zanjó dándole la mano.

Alastor se levantó y fueron a una habitación al azar, se sentaron y prepararon el tablero con calma.

Esta vez el juego estuvo más reñido, tal vez por las trampas del de sombrero de copa, tal vez por el entusiasmo del ciervo, quién sabe.

Jazz and apples (appleradio) (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora