El auto corría a toda velocidad por una de las avenidas más congestionadas de Bangkok, era de noche, quizás las once de cualquier viernes, tal vez porque era invierno la noche era aún más oscura de lo normal, la lluvia caía torrencialmente y el chofer hacía de todo para perderse en medio del tráfico, sentí mi corazón bombear con autentico pánico, mientras veía el rostro de la persona sentada a mi lado.
— No pasa nada, no te asustes... — Dijo él, pero en su mirada pude ver que estaba aun mas asustado que yo.
— ¡Papá!
— Tranquilo, prometo que todo saldrá bien... — Tomó de mi mano por ultima vez, yo sabía que esa seria la ultima vez que lo vería.
Con un nudo en la garganta, sentí miedo al verme unos pocos minutos más tarde solo en medio de aquel lugar, reprimí un grito y traté de calmarme, de alguna manera tenía que despertarme, salir de aquella terrible pesadilla, pero estaba atrapado, mirando como el auto se alejaba, aferrado al único recuerdo que tenia de mi pasado, a mi padre y sus últimas palabras antes de dejarme en medio de la oscuridad. — "huye, no confíes en nadie", "escóndete, no dejes que te encuentren" — La voz resonaba en mi cabeza una y otra vez, recordándome que estaba en peligro, que jamás confiara en las persona.
Era de madrugada, Minmin dormía sobre una cama de felpa que P'Tim le había comprado el día anterior, él se había convertido en un consentido por todos los que trabajaban en el bar, pero sobre todo por su jefe, P'Tim se había encariñado tanto con su gato que incluso lo había llevado al veterinario solo porque le había visto rascarse.
Después de aquella horrible pesadilla dormí hasta tarde, era sábado y no tenía que ir a la universidad, aunque pronto supe que no podía quedarme en cama, de todas maneras debía levantarme y buscar un lugar para vivir, no podía quedarme en el bar para siempre.
Recorrí cada pasaje cercano al campus, pero no encontré ninguno que estuviera dentro de mi presupuesto, fue entonces que noté que desde hace unos minutos un auto gris me seguía, apresuré el paso, quizas solo era producto de mi imaginación, pero de todas maneras no dejaba de preocuparme, la voz de esa pesadilla me pedían que huyera, así que de pronto recordé que la biblioteca pública estaba a la vuelta de la esquina y entré en ella.
Recorrí las secciones para luego quedarme en medio del pasillo dedicado a la música, me senté para calmarme y pronto me olvidé de que solo había entrado para esconderme, estaba cansado, así que cerré mis ojos un momento, sabiendo que las probabilidades de que me durmiera eran altas.
Una caricia, un dedo resbalándose por mi mejilla lentamente, luego me estremecí, pero no quería despertar, el aroma me era familiar, el aroma de una persona a quien amaba profundamente, alguien escondido en los rincones más recónditos de mi memoria. — Dulces sueños, pequeño...— Susurró. — Sonreí triste, porque esa frase también me era familiar pero no podía recordar quien las había pronunciado, para cuando finalmente desperté tenía un abrigo cubriéndome del frio y la tarjeta de Thitiwat Ritprasert sobre mi regazo, cuando metí mis manos dentro de los bolsillos noté que también estaban sus documentos personales, tarjetas y algo de dinero.
Había una dirección y ahora suponía que debía devolverle ese abrigo y obviamente aquel porta documentos lo antes posible, ¿Qué demonios hacia él en ese lugar para empezar?, ¿Por qué una biblioteca?, pensó en su sueño, no..., él no podía ser quien le acarició la mejilla, rio para sí, estaba pensando tonterías.
Alzó la vista para ver el inmenso edificio que tenía enfrente, R.E.M. Producciones, ¿Qué clase de persona era?, ¿un típico niño rico?, ¿un heredero de tercera generación?, tal vez solo un productor, aunque con ese enorme edificio aquello era imposible, ese Thitiwat debía ser alguien demasiado rico para llegar y pedir hablar con él, pero de todas maneras debía intentarlo, entró en ese enorme lugar y se dirigió al mesón que claramente era la recepción.
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EL CHICO DETRÁS DEL TELÓN
RomanceArgumento Todo el mundo quería trabajar con el experimentado productor musical Ohm Thitiwat, eso hasta que lo conocían. De un carácter aterrador no exigía menos que la perfección de todo cuanto hacía, no por nada era el mejor de la industria. La bús...