I. Cuando nadie me ve.

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Caminé por las calles de Bangkok con la creciente incertidumbre de que alguien me seguía, pero cada vez que me daba la vuelta no había nadie, era casi de madrugada pero las avenidas del centro aún estaban repletas de jóvenes que salían de los bares, algunos completamente ebrios, otros perdidos en su propio realidad, yo en cambio venía saliendo de mi turno en el Bar Dragón, eran las más de las cuatro de la mañana y estaba exhausto.

Aceleré el paso, con mi aspecto de chico de secundaria era bastante probable que algún delincuente pensara que era presa fácil, pero yo tenía tiempo deambulando por esos pasajes y conocía cada uno los rincones de la ciudad como la palma de mi mano, así que al llegar a la puerta roja, giré el picaporte e ingresé en el antiguo teatro en el que estaba quedándome.

Cuando me aseguré de que nadie me seguía pude respirar con tranquilidad y fui directamente detrás del telón, dejé mi mochila sobre el improvisado armario y me tiré rendido sobre el destartalado sillón que usaba como cama, la vida no era tan mala después de todo, al menos tenía donde dormir.

Me era difícil conciliar el sueño, pero a diferencia de otros días no tenía energías para levantarme y componer alguna melodía, mis manos estaban rígidas después de lavar decenas y decenas de vasos, así que cerré los ojos con la esperanza que el sueño me venciera pero, fue inútil.

Hace algunos meses el viejo teatro fue el lugar indicado para refugiarme de la lluvia, me había escapado de la policía otra vez, pero eso no me garantizaba que no me atraparían si seguía deambulando por las calles, por eso escogí este lugar, era enorme, oficinas, salas de vestuario, baños, muchos lugares para ocultarse y también tenía un viejo piano, así que encontrar la puerta abierta fue como un milagro, razoné sobre mi propia existencia mientras recordaba que aun tenía algo pendiente ese día.

Después de escribir todo, dejé mi diario en el suelo y finalmente el cansancio me venció y pasé las siguientes horas durmiendo profundamente hasta que oí unas voces resonar en la inmensidad de ese anfiteatro, me puse de pie casi de inmediato, después de leer el cartel que yo mismo había pegado justo frente a mis ojos, bajé mis ojos al suelo y levanté mi diario, para luego salir rápidamente del lugar y refugiarme detrás del telón, traté de no respirar, cualquier ruido en medio podría hacer que alguien me descubriera.

Como puede ver, está bien conservado, señorita Lizza. Es antiguo pero con algunos arreglos puede estar en condiciones en algunos meses. — Era la voz de un hombre.

Mi jefe vendrá en algunos días, por el momento tomaré algunas fotografías, después lo analizaremos con más detalle.

Como guste. — Respondió el otro.

El lugar es ideal, espero que a él también le agrade, este es el quinto teatro que reviso esta semana. — Suspiró ella.

Lo siento, señorita. No debe ser fácil trabajar con él, se dice que es muy estricto...

Si, pero ¿Qué famoso no lo es?, es el precio que tengo que pagar para estar en su equipo, si él me manda a Siberia, iré sin decir una palabra. — Ambos rieron y luego se detuvieron ante su cartel. —¿Qué dice ahí? — Preguntó ella.

No lo sé, está en Italiano, creo..., este teatro fue el más concurrido de la ciudad hace unos diez años, lastimosamente su dueño murió sin dejar herederos, desde ese entonces se encuentra a la venta.

Es grande. — Observó ella.

Tiene de todo, incluidos una cafetería, sala de vestuario, maquillaje, baños individuales además de un sistema propio de generación de energía.

EL CHICO DETRÁS DEL TELÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora