Vamos justos

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Ambos observaban aquel tablón de madera al que la sociedad decidió denominar como puerta, no sabían exactamente cuánto tiempo llevaban, pero allí estaban, ojos fijos y su única distracción siendo aquellos trazos inconexos sobre la madera ¿Seria de roble? ¿Abedul? ¿Se hacen puertas de abedul? Catra ni sabe que es el abedul, pero en ese momento era la única línea de pensamiento decente en su cabeza.

- ¿Has venido aquí para algo? - El adulto a su lado finalmente habla, sin apartar los ojos de aquella puerta. La castaña decide tomarse su tiempo para responder.

-Se ha encerrado. - Respondió con obviedad tras unos largos segundos, el pelinegro carcajea.

-Sí, suele hacerlo.

- ¿Y tú que haces cuando pasa esto? - El mayor se encogió de hombros

-Nada en especial, no es algo malo, siempre le ha gustado estar sola para pensar, saldrá cuando le entre hambre.

-Pero podía ser malo ¿Verdad? - Catra se movió de su lado, colocándose frente al hombre, apenas consiguiendo sobre pasar la altura de las rodillas de su acompañante. - Por eso siempre te quedabas frente a la puerta ¿Verdad papá?

El moreno bajó la mirada, para cruzarse con aquellos ojos bicolores y por primera vez en años, Catra se permitió apreciar esa mirada llena de cariño que tanto había extrañado sin siquiera saberlo.

Aquellos ojos color ámbar, dos luceros en la noche que conformaba su piel morena y aquel pelo azabache, reluciendo con un brillo que más de una vez se le prometió a Catra que sería solo suyo, un brillo con el que solo un padre podría mirar a su hija.

-No es que pueda ser malo, simplemente me volví sobreprotector. - Aquel hombre se arrodilló frente a su hija, posando su índice sobre la frente de la castaña para darle un leve empujón.

- ¿Sobre protector? ¿Por qué? - El moreno se encogió de hombros mientras rascaba su barba de forma vaga.

-Si quieres saber sobre eso, estoy seguro de que tus tíos estarán encantados de contarte. - Catra no pudo evitar una mueca ante la idea de tener que ponerse en contacto con aquella a la que su padre llamaba hermana.

-No creo que quiera preguntarle nada a esa harpía o a algún hermano que tengas por ahí perdido. - El mayor no pudo evitar observar con confusión por un largo momento antes de que la comprensión iluminara su rostro y una gran carcajada retumbara en la estancia.

-Como Angella se entere de que le has llamado harpía vas a necesitar caminos de estrellas para librarte de la que te caería. - El entendimiento golpeó dentro de la cabeza de la pequeña, como un fortuito trueno en un día soleado. - Aunque quizás deberías preocuparte más de que Makya no se entere. - Continuó murmurando el adulto mientras su hija asumía el dato que le acababan de dar.

- ¿Son mis tíos? - Su padre detuvo sus delirios para sonreír a su hija con ternura al terminar de entender la pregunta.

-Son familia, mientras entiendas eso, da igual como quieras llamarles. - La pequeña asintió lentamente en silencio, aun asimilando aquello que tanto Angella como Micah le habían repetido de forma incansable.

-Quien... ¿A quién sería mejor preguntarle sobre ti? - El moreno pareció meditar con mesura aquella pregunta como si se tratara del mas enrevesado de los acertijos.

-Depende.- Respondió finalmente.- Si quieres cotidianidad pregúntale a Micah y a Angella, si quieres locuras, Jasón y Makya son la mejor opción, si quieres anécdotas curiosas tienes a Tritón, si quieres simplemente saber, los tienes a todos, menos a Blaze, ese cambia más de tema que de calcetines- Su padre pareció meditar algún dato dentro de su cabeza.- y tampoco te recomiendo preguntarle a George, no por nada, pero si algo tienen en común los profesores de historia es que consiguen dormirte con sus historias.- La pequeña carcajeo ante aquel comentario, que parecía mas una advertencia por experiencia que un consejo cómico.

Típica chica mala. (Catradora AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora