29. Celos disimulados.

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Me di la vuelta y con Josh y Sam a mis lados me dirigí al salón. Ellos al parecer no vieron lo que había pasado, o eso creo, y menos mal. Porque odio que me vean hacer esas cosas, y no me apetecía contar la historia ahora.

Sam puso una película en la televisión y nos quedamos en un silencio absoluto observando la pantalla con atención. 

Cuando ya no quise nada más de cenar, me eché hacia atrás en el sillón y recosté mi espalda sobre él. 

El cansancio de toda la semana comenzó a pasar factura. Sam se despidió de nosotros ya que mañana se tenía que levantar pronto para salir y se fue a dormir. En cambio, él y yo nos quedamos viendo más la tele, aunque no pude aguantar mucho más y me quedé dormida. 



Josh. 

Sam se fue a dormir y yo me quedé más con ella. Estábamos en diferentes sillones, pero no podía aguantar y me puse a su lado. Pude detallarla un poco más: su cabello castaño claro y rizado con las puntas doradas caía sobre su rostro. Sus ojos eran de un verde claro y fuerte, aunque, poco a poco, se iban cerrando debido al sueño. 

Al parecer, inconscientemente, al dormirse, se acurrucó sobre mi pecho y hundió su cabeza en él. Su respiración que subía y bajaba regularmente me hacía ponerme algo nervioso. Y poco a poco logré acostumbrarme. 

Miré la hora en mi móvil, casi la una de la madrugada, teníamos que ir a dormir, y claro que la podía cargar hasta arriba, como había hecho antes, pero no, no podía ponerle yo mismo el pijama, no. 

La llevé y abrió los ojos un poco. Me recordó a los niños pequeños en las cenas de Navidad, cansados y medio conscientes de la situación. 

La tumbé en la cama, y de un brinco se sentó en ella.

-¿Estás bien?

-Sí, solo soñé que me caía...

-Bueno, pues ya estás aquí, nos tenemos que ir a dormir, ponte el pijama. Puedes usar mi baño para cambiarte si quieres. 

-Está bien, gracias. 

Vi como se acercaba a su mochila y sacaba una camiseta enorme y unos leggins cortos. 

Yo aproveché para hacer lo mismo. Me puse una camiseta blanca y ancha y unos pantalones cortos negros. 

Dos minutos después la vi salir, andando tambaleante y con los ojos entrecerrados. El cabello rizado un poco desordenado. Después me vio sentado en la cama, y pareció despertar del todo. 

-¿Pasa algo?

-¿Vamos a dormir los dos ahí?

-Sí, ¿Algún problema?

Pude ver que se iba a quejar, pero se calló, supuse que tenía demasiado sueño como para complicar las cosas. La dejé pasar al lado de la pared y la arropé hasta la cintura. La pude ver nerviosa. La cama era amplia, pero al estar los dos en ella parecía pequeñísima. 

No me podía dormir, no con ella al lado. Pensé que estaba durmiendo, pero no, se giró para mirar al techo y comenzó a hablar. 

-¿Tienes sueño?

-No, no puedo dormir, ¿Y tú?

-Tenía, pero se me ha quitado, ha desaparecido. 

-Bueno, ¿Quieres hacer algo?

-No sé, no se me ocurre nada. 

Hablaba tímidamente, después de todo la entiendo.

Nos quedamos callados, pude escuchar algún suspiro, y en uno de ellos ella se giraba de nuevo hacia la pared. Era mi oportunidad, y en verdad necesitaba hacer esto. Sé que no se iba a dormir, así que no importaba nada. 

Enamórate de mí, JoshDonde viven las historias. Descúbrelo ahora