3. El parque de atracciones

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Eily

Sabrina estaba loca. Después de haberse peleado con el chico del teatro, llegar tarde a la reserva, y querer entrar al parque de atracciones tan tarde, no sé como la aguantamos aún...

Después de comprar las entradas, quisimos empezar por lo fuerte, y fuimos a la lanzadera.

Sabrina y yo sabemos perfectamente que Jace odia los parques de atracciones y todo le da vértigo, pero no teníamos otra opción, así que si no se quería subir, era su problema, y se quedaría solo abajo.

-Vamos a subir quieras o no.

-Yo no quiero subir, ni quedarme solo.

-No te va a pasar nada, sube venga.

-No quiero, ya sabéis que me da vértigo.

-Pareces un niño pequeño cuando no le quieren comprar un juguete, por favor, te lo vas a pasar bien.

-Bueno, está bien, subiré...

Después de convencerle, vimos la lanzadera, y la poca gente que había. Era genial querer montar en atracciones que la gente no suele estar. Miré a Jace de reojo. Tenía el rostro pálido, y observándole durante unos segundos, me di cuenta de que tragaba saliva con fuerza.

-¿Jace estás bien?

-No, pero que sepáis que subo por vosotras, y porque me habéis convencido.

-Eso lo tenemos bastante claro-Dije mientras reía y le daba un abrazo de consolación.

Llegó nuestro turno, nos sentamos y nos pusieron los "chalecos raros", o al menos así los llamo yo. Después le di la mano a Jace, con intención de que se calmase, aunque al parecer se puso más nervioso aún. Empezamos a subir, Sabrina y yo pegábamos pequeños grititos de emoción.

Cuando llegamos hasta arriba, miré hacia los lados. Después mantuve la vista fija hacia delante. Miré el paisaje. De fondo se veían las montañas e incluso algún pueblo suelto. Quedé pensativa, pero en cuanto empezamos a bajar con mucha velocidad, le apreté la mano a Jace con mucha fuerza y empezamos a gritar los tres.

La caída duró unos pocos segundos, pero para todos, al parecer, fueron como tres días y medio.

Bajamos de los asientos, Jace tambaleaba y luchaba por mantenerse en pie. Se le veía mareado y con falta de aire. Por un momento desaparecí, y volví con algodón de azúcar para que se le pasase el susto.

-Chicos, creo que he tenido una idea genial. Allí al fondo están las sillas voladoras. Podemos montar en ellas cuando pase un rato, y cenemos. También podemos grabar un video o hacernos fotos. O lo que queráis vosotros. Además, hay asientos de tres.

-No voy a subir.

-Sabrina, ¿Cómo que no vas a subir?

-No tengo muchas ganas. Después de esto, no creo que monte en nada más.

-Por favor, pero si no ha sido nada, y además, te recuerdo que te acabas de gastar veinte euros en la entrada.

-No me importa, poco a poco me voy ganando el dinero yo sola, y creo que cada vez me va importando menos.

-¿Y tú Jace

-Estoy con Sabrina. De hecho, vamos a la terraza del bar, quiero comer algo.

-Vale, vamos.

Me desanimé un poco. Me lo podía esperar de Jace, pero de Sabrina no, hoy estaba un poco rara. Primero se quiere pelear con gente que no conoce, después aquí nos deja solos a mí y a Jace, y ahora esto...Creo que está enfadada, aunque no sé qué le he hecho.

Enamórate de mí, JoshDonde viven las historias. Descúbrelo ahora