32. ¿Intuiciones ciertas?

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Nico había llegado a por mí hace un rato, estábamos ya en el hospital. A punto de hablar con la misma doctora que nos dio el diagnóstico de mamá. 

Los ojos volvían a escocerme, por fin hoy la podría ver, estaba ansiosa, aunque ella ni siquiera podría reaccionar, estaba inconsciente. 

Después de casi media hora eterna de espera la doctora salió con unos familiares bastante alegres, sin embargo, nos miró con tristeza, con empatía. 

-Buenos días chicos. 

-Buenos días. 

-Bien, pues pasar y vamos al grano. 

Asentimos a la vez, mi hermano y yo a veces demostrábamos conexiones extrañas. 

Al pasar comencé a recordar el sábado, aquella mañana infernal, de la que habían pasado sólo dos días. Me visualicé a mí misma y a Nico en esas sillas, sentados, y llorando silenciosamente mientras nos dábamos la mano. 

-Vamos a ver...-Hizo una pausa mientras ordenaba y releía papeles-Pues vuestra madre no está tan grave como pensábamos. Es decir, la hemos inducido al coma porque estaba grave, pero no tanto como pensábamos. 

Nos empezó a explicar riesgos y consentimientos, papeles y firmas raras por si pasaban cosas más extremas o ella no llegaba a despertar. Dejé de escuchar, sólo quería pensar en que mamá despertaría pronto, tenía un presentimiento, uno que sentía de verdad, no cualquier cosa por la desesperación. 

-Y pues eso es todo, nos vemos esta semana, ahora os llevo a dónde está ella y así la podéis ver. Ya le han dado la medicación y todo lo que necesita. 

-Muchas gracias de verdad-Dijo mi hermano al observarme confundida. 

Salimos detrás de ella y nos llevó a la parte de ingresados de la UCI. Sí, mi madre no estaba tan grave, pero estaba en coma, necesitaba cuidados intensivos. Y la verdad que me sorprendía bastante que nos dejaran entrar teniendo en cuenta que normalmente cuando los pacientes están demasiado graves, no dejan pasar a familiares, ni a nadie. 

Abrí la puerta sin estar preparada para verla en aquellas condiciones: un montón de cables conectados a sus venas, máquinas por la pared...

Entré y fui a abrazarla, aunque con cuidado. Parecía que si la tocabas se rompería en mil pedazos. 

La doctora nos despidió, vi como mi hermano se giraba hacia la ventana tomando su mentón y miraba hacia arriba, con los ojos rojos. 

Sé que él nunca ha podido aguantar ver a mamá en cualquier estado de enfermedad, no lo soporta, no puede verla mal. Y aunque parezca que esté feo, es mejor que haga eso a que se eche a llorar frente a ella y se derrumbe aún más.

Esto me recuerda a aquella vez que papá se pasó demasiado con mamá y ella quedó inconsciente, recuerdo la cara de Nico al ver a mamá tirada en el suelo por la paliza que le dio papá aquel día, la única en su vida. Tenía alguna herida por la cara, magulladuras en el torso y lágrimas corriendo por su rostro. Nico no la quiso ver, pero fue a por mi padre enseguida. Yo cuidé a mamá toda la semana y no fui al colegio. Entre que Nico estudiaba y estaba buscando a papá por todos lados, no tuvo tiempo de venir a casa, sólo me llamaba cada noche para preguntar cómo estábamos. Desde ese momento mamá tiene los problemas del corazón. 

-Nico, si no quieres estar aquí puedes irte, sé cómo te sientes. 

-Iré a la cafetería, te llamo esta noche. 

-Vale. 

Probablemente se pasaría el día en el gimnasio pegando golpes a un saco de boxeo para soltar su rabia, le conozco demasiado bien. 

Enamórate de mí, JoshDonde viven las historias. Descúbrelo ahora