Sábado
La charla con Finn la noche anterior le había sentado genial, pero aquel sábado Marley se sentía como si hubieran arrancado algo de ella. Se llevó todo el día mirando su teléfono móvil, esperando una notificación de Jules que nunca llegó, solo del grupo de sus amigos planeando salir por la noche a algún bar, plan que estaba deseando rechazar, pero sus amigas no se lo permitieron.
Al menos las había convencido para llegar algo más tarde. Estaba tan triste que no tenía fuerzas ni para arreglarse, así que el tiempo se le había echado encima. Por suerte, su madre y Ezra estaban en casa a punto de salir hacia su segunda cita, algo que hacía enormemente feliz a Marley, y ambos se ofrecieron a llevarla al local para que no tuviera que ir sola.
Después de agradecérselo unas mil veces aproximadamente, se bajó del coche, suspiró al mirar la puerta del bar y caminó hacia allí. Jules iba a estar ahí, como si no hubiera pasado nada, y no podría besarlo, ni charlar con él, ni reír juntos. Vaya mierda.
Entró y agradeció el calor que comenzó a sentir su cuerpo a diferencia de la fría calle. Sus piernas enseguida se acomodaron, ya que por la falda corta que llevaba se estaban congelando. Ocultó una sonrisa al ver que Jules estaba examinando su atuendo de arriba a abajo, deteniéndose algo más de tiempo en sus piernas. A Jules le encantaban las piernas de Marley, ya se lo había dicho en alguna ocasión, y puede que justo por eso hubiera elegido ponerse aquella falda.
Marley se acercó a la mesa donde estaban sentados sus amigos y tomó asiento entre Finn y Miller. Saludó a todos y evitó el contacto visual con Jules.
Marley era una experta del maquillaje, pero no podía hacer milagros, y sabía que por mucho que se hubiera maquillado, se notaban sus ojeras debido a haberse llevado la noche entera despierta y llorando. Sus ojos estaban hinchados y no tenía muy buen aspecto, sin embargo, aun así seguía siendo una de las personas más bonitas que había en el bar.
—He hablado con Erin —le susurró Marley a su amigo, despertando completamente su interés.
—¿Y bien?
—Se muere por ir contigo, es solo que creía que te sentías obligado a invitarla.
—¿Obligado por qué?
—No sé, me dijo que pensaba que quizás lo hacías por evitar que se sintiera mal después de haberte hablado mal en la cafetería.
—Eso no tiene sentido.
Marley se encogió de hombros.
—Es lo que me ha dicho —contestó antes de esbozar una sonrisa, acordándose de algo—. Ojalá la hubieras visto cuando le he dicho que tu propuesta iba completamente en serio. Me ha dicho que ahora creerás que es idiota.
Finn rió, negando con la cabeza.
—Entonces, ¿qué se supone que tengo que hacer ahora? ¿Volvérselo a pedir?
—Eso parece, sí. Puedes mandarle un mensaje.
Su amigo frunció el ceño.
—No voy a pedirle que venga al baile conmigo por mensaje, Marley Dallas, ¿quién te ha enseñado a ti cosas sobre el romanticismo?
Esta rió y se encogió de hombros.
—Nadie, supongo que por eso me va tan mal.
—Lo siento, Marley, no quería decir qu-
—No pasa nada —sonrió esta.
—¿Cómo estás?
—Bueno... Cuando estoy sola, mal, cuando estoy acompañada, mejor, aunque ahora mismo sabiendo que lo tengo en frente, no muy bien.
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DALLAS
RomanceMarley y Derek Dallas. Dos hermanos que, tras el divorcio de sus padres, tienen vidas totalmente opuestas. Marley se quedó con su padre en Miami, Florida, de donde era esta familia originariamente, mientras que Derek se marchó a Boston, Massachusett...