lies 1.22

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AVIONES DE PAPEL


       Doblé la última prenda que quedaba en el closet. No sabía porque lo doblaba si de todos formas llegaba a mi maleta desplegada en el momento que la tiraba. Tampoco es que deseaba acomodarlo, razón por la que poco después tal cual y con un poco de fuerza lo cerré. Había estado empacando mis sentimiento por él también, es más, a ambos los guardé en mi equipaje. No era algo que pudiese dejar, aunque me gustaría hacerlo. Y es que era algo tan ligado al corazón que vendría ser como las arterias de la misma, difícil de separarlas. ¿Absurdo? No lo sabía.

Tomé mis ambas maletas para luego jalarlas hasta el inicio de las gradas, pendiente abajo. Llevaba lo primordial para mí, el resto se quedaba en esta casa, tanto como mis ásperos recuerdos, aunque llevaría una para nada bonita copia conmigo. Esperaba con el tiempo desechar cada hoja en la papelera y en un determinado tiempo verlo consumirse por el fuego. Bajé las gradas llevando primero una maleta y luego la otra, haciéndome el doble de tiempo.

De repente mi celular repicó en el bolsillo trasero de mi pantalón, tardé en querer contestar porque aún me faltaba dos peldaños por bajar. En cuanto dejé mi maleta de lado, tomé mi celular y miré la pantalla. Su nombre en el táctil no era lo que esperaba y eso había sido suficiente para que mi corazón se golpeara horriblemente contra mi tórax. No podía solo no contestar, pero si podía suplicar que no me arruinase nada, mentalmente. Deslicé mi dedo sobre la pantalla llevando mi móvil cerca de mi oído.

"Ayleen. ¿En dónde estás?" su pregunta fue inmediata tanto que dudé en responder.

"En... Casa... ¿Por qué?" llevé mi mano cerca de mi boca para morder mi uña del dedo meñique. Qué no diga que vendrá ahora. Rogué.

"¿Recuerdas que iba a mostrarte algo importante?"

"Lo recuerdo"

"Entonces pasaré por ti entre eso de las tres de la tarde ¿Te parece?"

"Sí, está bien" dejé de morder mi uña, me sentí mucho mejor.

"Hasta entonces..." suspiró hondo "Te amo"

"Yo igual"

Colgué.

—Lo siento.

El problema era ese, los recuerdos y el miedo de que volviese a recapitular lo mismo una y otra vez o algo peor. El enigma de su supuesto amor, aún no lo tenía en claro. No sabía cómo carajos descifrarlo y quizá suene irónico, pero ahora tampoco sabía cómo debía amarlo.

El claxon del taxi me sacó de la burbuja en la que me encontraba. Reprimí esa sensación espantosa en mi vientre y en mi pecho y decidí que era hora de irme. Salí con mis maletas en mano, observé al taxista fuera del auto en plena llamada telefónica así que traté de no interrumpir, solo le mostré un gesto amigable mientras me dirigía al portamaletas que ya estaba abierto mientras involuntariamente escuchaba su conversación:

—Si, está bien, yo me encargaré de eso, hasta pronto —finalizó. Su gentileza y cortesía natural lo hizo apresurarse hasta mí para ayudarme a meter mi equipaje.

—Muchas gracias —me expresé más que con palabras con una media luna delineada por mis labios.

—Ayleen ¿No es así? —preguntó con fresca curiosidad y yo lo miré desdibujada.

—¿Cómo... como sabe mi nombre?

—Por la doctora Hae. Fue quién me envió.

—Oh. Si es cierto.

lies | Jeon ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora