lies 1.15

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INTENTÉMOSLO



     Sus labios tomaron lejanía de los míos. Podía notar como mi corazón se deshacía de una enorme piedra, pero volvía a caer por su propia cuenta. Esta vez él ya no la lanzaba, sino yo misma, pues la levantaba y la dejaba caer. Dolía demasiado y secretamente sabía por qué, pero me rehusaba ahora más que nunca a exponerlos ante mí de forma libre.

Quise entender por medio de sus ojos por qué me hacía todo esto, por qué no solo me dejaba en paz, pero no hallaba nada, solo confusión, que lo rebeló para mí poco después de entreabrir sus labios y tragar saliva.

—¿Por qué? —sus manos se deslizaron abandonando mis mejillas y yo retrocedí porque evidentemente él no lo iba hacer. Empezaría por recuperar cosas muy sustanciales como: mi espacio personal, por ejemplo, después de todo fue lo primero que perdí, luego mi seguridad, pues siempre me hacía sentir como si estuviese equivocada todo el maldito tiempo. Viéndolo desde esa perspectiva, mi vida sería mejor, si me alejaba de él.

—Estuve pensando y recordé algo —pausé y a como diera lugar evité que esa picazón en mi lagrimal fuera más allá, pues pese que todo lo que iba a decir y hacer era bueno para mí, me resultaba triste y lastimero. Aclaré un poco mi garganta y continué —. Así que vine con la idea de preguntarte ¿Qué era lo que pretendías conmigo? Pero... —dejé escapar una pequeña y amarga risa —. Esa pregunta estaría de más ¿No?... Cuando en realidad fuiste claro al decirme que tu única intención era enamorarme y hundirme —soné demasiado tranquila a mi parecer, a decir verdad, solo quería romper lazos sin tanto lío, porque el lío ya estaba dentro de mí, no necesitaba mostrarlo, no quería verme más patética, de lo que ya de por sí, me veía.

Creo que no era muy bueno para mí, mirarlo indefinidamente por una respuesta que no parecía llegar, sobre todo porque su presencia física y su manera de mirarme, me ponía los pelos de punta. Razón por la que me alejé y fui a acomodarme en el sofá. En la mesita del centro había un pequeño arreglo floral que papá me envió, no recuerdo el motivo de su detalle, pero algunas de las rosas tenías sus pétalos secas, por lo que empecé a sacar una por una.

—¿Qué te hizo recordarlo? —formulo aún estando en el mismo sitio en el que lo dejé, observándome cuidadosamente. Lo miré unos cuantos segundos mientras me encogía de hombros y volvía con mi tarea.

—Si no querías que lo recordara, no debiste decírmelo.

—No fue lo que pregunté —se acercó, sin embargo, yo seguí con lo que estaba haciendo, sin querer decir algo al respecto —. Ayleen, mírame —aquello no fue una petición, sino una exigencia que no pensaba acatar.

—Vete de mi casa.

Me bastó esa simple oración para hallarme de pie sin mi propio consentimiento y con una herida en el costado de mi mano. Las espinas de una de las rosas se había hundido en mi piel poco después de que él me tomara del ante brazo y me levantara por la fuerza. La sangre bajaba incluso llegando a tocar su mano y él no hacía nada ante ello.

—¿Qué te hace pensar que hablaba enserio aquella vez? —formuló neutro, posiblemente tratando de mantenerse paciente, cuando debería ser todo lo contrario. La molesta y la que aguardaba paciencia debería ser yo, sin embargo, estaba asustada. No esperaba ese tipo de reacción, ni mucho menos que debido a ello estuviese sangrando.

—Tú, tus mismas palabras y tus acciones —removí mi brazo el cual no dejaba en libertad, el mismo que tenía un camino sangre que iba desde mi mano y llegaba a la suya, pero no logré zafarme es más terminé más cerca de él, de lo que me hubiera gustado. Lo quería lejos era por eso que no se me ocurrió algo mejor que decir: —. Me dan asco las personas como tú, que fingen ser algo que no son.

lies | Jeon ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora