lies 1.14

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ADVERTENCIA PELIGROSA


       Él comenzaba a representar esa regla que jamás debía romper, era como una adventicia de: no tocar, que se encontraba fuera de una vitrina, si lo hacía las consecuencias posiblemente no eran tan buenas, pero claro primero te sientes bien por haberlo hecho y luego viene el remordimiento, las repercusiones, por quebrantar esa regla. Lo peor no era eso sino el hecho de que te acostumbras o el peor de los casos: que te encariñes con los errores y por ende cometas más infracciones, era como una tentación, tentación que no te dejaba ver las verdaderas secuelas que causaría, porque, de todos modos, estas no se presentaban sino después de acumularse en un enorme tumulto de equivocaciones, para luego aplastarte sin lástima alguna.

Se empezaba por situaciones ínfimas. En mi situación como la de un limpio y sencillo roce de labios. Sin embargo, si lo aducía muy bien, mi intención no era malintencionada, ni mucho menos estaba relacionado a una escena romántica, sino a una forma de que él guardara silencio, ya sabía que era un método poco ingenios y bobo de mi parte, pero estaba medianamente ebria, no lo pensaba muy bien. Entonces yo misma aludía de que no estaba cometiendo ningún pequeño error, ni tampoco estaba rompiendo una regla. ¿verdad?

Me alejé de él y lo miré a la par por un insignificante tiempo, la vergüenza me pareció tan grande que incluso podía imaginar que ya se había asentado en todo mi rostro, es por eso que no tardé en huir, ni siquiera me detuve a ver cuál había sido su reacción.

Una vez en mi habitación me di cuenta de que nada estaba bien, algo dentro de mí se levantó como polvo en el aire, me hacía cosquillas en el vientre y mi corazón tosía demasiado fuerte. Todo empeoró cuando tras de mí, la puerta sonó, luego de decir:

—Ayleen... No me dejes solo —murmuró adormecido, ronco y a la misma vez divertido. No lo estaba viendo, sin embargo, me bastaba escucharlo para sentirme abruptamente nerviosa y un poco desorientada. Quizá era el tema del alcohol o quizá...

—Creo que es mejor que te vayas —murmuré no muy convencida de mi petición y me avergoncé de eso, poco después de escucharlo reír. Su risa no era escandalosa, más bien venía desde su pecho, con calma y afónico. Era una manera bonita de burlarse de mí, pero seguía sin agradarme el hecho de que todo lo que haga o diga lo hiciese ver como si fuese ridículo o bobo, por lo que no estaba de más sentirme avergonzada.

—¿En este estado? Tal vez no llegue vivo a casa. Estoy comenzando a ver todo al revés. ¿Puedo quedarme?

Tenía algo de razón, pero no era una buena idea. Y si lo meditaba una y otra vez, de igual forma, creo que no había una segunda opción. Quité el pestillo de la puerta y la abrí, con la intención de salir e indicarle la habitación en la que pasaría esta noche, pero todo transcurrió de manera diferente. Yo no salí, es más Jungkook no me dejó hacerlo. Sostenía su cuerpo o eso intentaba, no cabía duda que en cualquier segundo caería seguida por él y es que a pesar de que era delgado, la gruesa capa de músculos, lo hacía bastante pesado.

Retrocedí un poco hasta encontrar la pared y poder apoyarme en ella. Tenía mis manos sobre su pecho esperando a que no me aplastara o el peor de los casos que volviera a ocurrir un beso, pero esta vez involuntario, de todas formas, su postura era algo jorobada tratando en lo posible tener su cabeza a la altura de la mía. Tenía la sensación de que esta situación lo estaba haciendo apropósito, solo que yo no hacía, ni decía nada porque secretamente las emociones que traspasaba mi cuerpo, me gustaba y mucho.

Sus manos se alzaron de manera perezosa hasta estar a la altura de mi cabeza, algo así como ayudándome a sostener su propio cuerpo y posterior a eso preguntó:

—¿Puedo dormir contigo?

Pestañeé lentamente mientras me dejaba ahogar en su aroma y me embobaba por lo inmaculado que llegaba ser su rostro, sobre todo porque lo tenía demasiado cerca. Me sentí bastante desesperada por lo diáfano que ahora me era mis sentimientos y es que pude recordar que: Los niños y los borrachos siempre decían la verdad, mi corazón se encontraba ebrio y cruelmente me aseguraba que quizá, pero solo quizá tenía un cariño especial hacia al chico que ahora ponía mi mundo totalmente de cabeza. Al chico que accidentalmente había besado por segunda vez en la noche.

lies | Jeon ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora