Capítulo 1

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Jonnathan:

Llego al bar de mí siempre amiga Katerinne, esta calle se ve mejor iluminada que las demás, y apenas hoy, es cuando me doy cuenta, aunque el farol sigue parpadeando. Antes de entrar me detengo a pensar un momento, hasta acá se puede escuchar un silencio profundo allí dentro. Dejo el bate apoyado sobre la pared y entro. Me alegra que no haya nadie aquí a esta hora, seguramente eso me traería problemas, ahora mismo soy como un hueso rodeado por una manada de perros. Debe ser las siete y media más o menos, ¿Cómo no detectar el delicioso olor a canela, tabaco y perfume de mujer que sale de todas partes en este lugar?, es una de las pequeñas cosas que me hacen sentir seguro, y feliz. De pronto la veo limpiando el mostrador, parece que no me ha escuchado todavía, la rosa que tenía sobre su oreja hace unas horas no parece tener ni siquiera un rasguño, levanta su cabeza y a los pocos segundos me mira sin sorpresa alguna, o eso es lo que me parece, quiero sonreírle, pero no puedo, sin embargo, ella lo hace de una manera muy floja.

—Jonnathan... —susurra mirándome al disimulo la camisa, con los ojos hinchados, cosa que no me hace dudar en que ha estado llorando.

No respondo nada por un segundo, quiero detallar su cara por una última vez, sus labios están vivos, y tienen unas ligeras fisuras por el frio que entra.

—Pensé que ya habías cerrado —le digo tragándome las ganas por correr a abrazarla.

Asiente con suavidad, y voltea hacia un lado, frunciendo sus labios, recoge las únicas botellas que tiene encima del mostrador y las pone sobre su repisa. Suelta un respiro largo y mira con un miedo casi imperceptible hacia la entrada. "Lo sabe" Yo no hago nada, miro el teléfono que está colgado al fondo y me fijo en sus brazos, a penas cubiertos por la fina tela roja de su vestido.

—No, aún te estaba esperando — deja el trapo caer al piso y lo mira por unos segundos.

Puedo notar su preocupación desde aquí, apenas detallo la parte superior de su cuerpo y sus piernas delgadas, que se ven a través del vidrio de la vitrina, la veo a los ojos y me pregunto ¿Qué estará haciendo mañana a esta hora? Remoja sus labios y pone su cabello detrás de su oreja

—Lo siento, perdón por llegar tan tarde —digo con una pizca de vergüenza

—Tú también debes tener problemas —dice con sarcasmo, aún sin volver a verme, soltando una risita que esconde mucho

Le tiro una sonrisa muy débil, algo está raro en ella, no es buena diciendo mentiras, o al menos, ya la conozco lo suficiente para que esas cosas no funcionen contra mí. No le digo nada de lo que ahora tengo dentro, por si aún no lo sabe. Tomo asiento, huelo de nuevo su perfume y me trae paz. Siento ganas de derrumbarme en el piso y llorar hasta quedarme sin lágrimas, pero solo me dejo llevar por el momento. Mis ojos la siguen mientras ella se mueve detrás del mostrador, fingiendo casi a la perfección que nada le importa. Agarra el control remoto de la vieja televisión que mantiene colgada encima de su estante de licores, saca un par de pilas y las pone con suma paciencia. Me extiende el objeto

—¿quieres mirar televisión? — su voz a penas se mantiene firme "ya lo sabe todo"

—Te lo agradezco — volteo hacia el parlante que está en la esquina de la derecha y le doy la espalda—. Pero por favor, te agradecería que pongas mi canción.

Escucho su risa, más discreta y corta a mi espalda y volteo para encontrarme con ella de nuevo. Recoge su pelo de nuevo detrás de su oreja izquierda, retira las pilas de ese control, saca otro que parece mejor cuidado y las introduce en él. Apunta hacia el rincón y presiona varias veces el botón de "play", no suena nada, pero ella guarda el objeto, hay un corto silencio y comienza a sonar esa canción, "nuestra" canción...

Si pudiera volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora