Capítulo 19

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Jonnathan:

Es un día soleado, tanto que la casa al fin vuelve a tomar un poquito del calor del que se ha desprendido, en la tarde es muy fijo que lloverá, y todo regresará a la fría "normalidad" de siempre, bajo, y mientras cepillo mis dientes voy a la cocina, los tarros están vacíos, no hay un gramo de azúcar, o de arroz, los recibos del agua y de la luz ya están sobre la mesa, me acerco a mirarlos, una gota de agua cae sobre el de la luz y lo limpio con el dedo gordo, ha llegado más barato que el mes anterior, pero ¿Qué importa eso?, no tenemos dinero para pagarlos. Los dejo allí mismo, y vuelvo a la cocina, no hay ni siquiera un poco de lentejas, ni de frijoles, pensé que para hoy también habría, pero ya veo que no. En la tienda ya debemos demasiado para ir a pedir fiado otra vez, Claudia no nos ha ofrecido ni un show después de lo ocurrido con Annie, he salido a buscar trabajo otra vez, al igual que Annie, pero ninguno de los dos ha conseguido nada.

No he mirado a Annie desde que desperté, cuando abrí los ojos, la cama estaba tendida, y el cuarto estaba limpio, ya comienzo a preocuparme, en la azotea no hay nada, ni en el fondo de la casa, en ninguna parte, subo de nuevo a la azotea, y miro hacia la calle, no hay ni gente. Bajo al baño, dejo mi cepillo sobre el lavamanos y salgo con intenciones de llamarla "esa carta" pienso y pienso, hasta que la veo del otro lado de la ventana, llegando, peleando con la puerta para poder entrar.

Me mira y me sonríe, yo lo hago igual, y cierra con una mueca cuando la puerta rechina. —El señor de la tienda ya no quiso fiarme nada. — Me dice, sin dejar de sonreír. Veo la desesperanza en esa sonrisa, que en el fondo es tierna, mira los recibos de los servicios allí, y levanta las cejas, recordando que aquí los dejó ayer...

El día continúa igual de monótono, sentados frente a la televisión, escuchando la interferencia, mirando algún programa con la imagen lluviosa, hasta que al medio día nos cortan el servicio. Acá dentro se vuelve un conjunto entre conversaciones sobre libros y poetas y el rechinar de nuestros estómagos, una canción de alguna radio que suena a lo lejos, rompiendo los pocos silencios que se nos forman de vez en cuando y la luz del sol que poco a poco va dejando de iluminarnos y calentarnos. Llega la tarde, volvemos a la cocina, y buscamos más a fondo entre los tarros y las cajas vacías, lo único que se nos presenta ahora es un pedazo de panela medio derretido, el cual nos llevamos a la boca de a mitad. Ella desparece unos segundos y vuelve a aparecer sobre la puerta de la cocina con unos únicos mil pesos sobre su mano, me rio sin ganas, pensando en este preciso momento.

—Estaban debajo del colchón de tu mamá... bueno, es mejor algo que nada ¿no?... ¿y si salimos? — Dice, moviendo el billete entre sus dedos, mirándolo con pena. —Te debo una cita ¿no?

Levanto mi vista, los pocos hilos de sol que penetran las pequeñas ventanas le iluminan los ojos, dejándole el resto de la piel de un color gris, casi negro

—¿a dónde podemos ir, si tan solo existen mil pesos?

Le doy otro vistazo a la penumbra de la cocina, y paso mi mano por el mesón, y su humedad, está limpio, de verdad, no sé a dónde nos podrían llevar mil pesos, pero el estar aquí dentro me ahoga, nos ahoga y lo noto más en ella que en mí. Acepto sin más remedio, y me da un guiño de tranquilidad.

Subo a cambiarme, y me pongo el mismo traje de la primera cita fallida, por supuesto, no me acompañan los mismos ánimos que antes, ni siquiera tengo los mismo ánimos que, en la mañana, la preocupación de estar aquí y sin saber que nos traerá el mañana no me deja ni siquiera dormir. Ya se pasan las cinco de la tarde, aunque abro las cortinas no hay suficiente claridad, y ni siquiera me doy cuenta de que el par de calcetines están bien puestos o no, ni siquiera veo si hago bien el nudo de mi corbata, pero hoy no me importa eso. Bajo a la sala, Annie me espera detrás de la puerta, se acerca a mí y me acomoda el nudo, sus dedos huelen a aceite, y su beso en mi mejilla me da la calma que necesito hoy.

Si pudiera volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora