Capítulo 45

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Jonnathan:

Estos ocho días han pasado muy rápido, tan rápido que ni siquiera estoy sintiendo el tiempo, son las 12:17 de la madrugada, se me está haciendo tarde para llegar al hotel, palpo mis manos entre los bolsillos, para asegurarme de que allí estén las llaves, he dejado a Annie seis horas, sola, y eso que prometí llegar a las diez de la noche, si no es que más temprano, la luz del cuarto está encendida, al principio creo que es por la luz del televisor, pero no, acelero el paso, esperando que no haya ocurrido nada malo, abro el portón, me encuentro con dos personas en las escaleras y evito mostrar mi afán, llego a nuestro cuarto, la puerta no está bien cerrada, me acerco despacio y la abro de igual manera.

El sonido de la televisión está apagado, de repente me llena ese olor a canela y perfume de mujer, entro por completo, sobre la cama está Kate, con un pañuelo en sus manos, cuando me mira veo que está llorando.

—¿Qué pasa? — pregunto, mirando la cara triste de Annie

No dice nada, se levanta y va hacia la ventana a cerrarla, y después pasa a mi lado, para cerrar la puerta que dejé abierta. La sigo con la mirada, hasta que vuelve al punto donde la encontré

—No fue un buen día — aclara su garganta—. Eso es todo, Annie te estaba esperando

Saca su chaqueta, y le deja encima de la silla de ruedas, hasta aquí me doy cuenta de que recién llega, pasa el pañuelo sobre su nariz y se detiene a mirar al piso. Como si pensara en contarme o no

—Mis padres me denunciaron. — Volteo mi vista hacia la pared, defraudado, ¿y ahora qué sigue?—. Dicen que solo me aprovecho del poco dinero que les queda, y puedo quedar en la... — se detiene antes de terminar la última frase—. Son solo ellos, siendo ellos mismos.

Silencio, no soporto ver su cara triste, "son solo ellos, siendo ellos mismos" los dos aquí sabemos que esta no es la primera vez que sus padres hacen este tipo de cosas. Su cara es la misma de hace años atrás, recuerdo por las cosas que hemos pasado y los caminos que nos han traído aquí... miro a la puerta, y no sé porque tengo miedo, ella no me va a vender.

—Quisiera hablar con ellos

—No te van a escuchar, Jonnathan

Pasa sus manos por su cabello —está bien—. Dice, después de un suspiro, Annie me mira, es que tal vez ¿ambos estamos pensando en lo mismo? Kate se levanta, recoge su chaqueta, —mañana te recojo, tal vez te escuchen ¿no?—. No tengo tiempo de decirle que se quede, porque pasa sus manos por mi cabello y da un beso en la mejilla a Annie, abre la puerta se despide y escucho sus pasos bajando las escaleras.

—¿en qué estás pensando?

La pregunta de Annie me agarra mal parado, le niego, sin saber responder, me disculpo por llegar tan tarde, y ella lo acepta.

Media hora ha pasado, sigo al otro lado de la ventana, sin poder dormir, veo el contorno de Annie, y suspiro, sigo sin saber que hacer respecto a nosotros dos, a pesar de que he intentado crear una salida, a partir de lo que he estado averiguando, cada vez que intento dormir y cerrar los ojos, vuelve a mi esa escena en el lago y en mayor parte, prefiero quedarme despierto, a veces llorando, a veces mirando la oscuridad

Me levanto, y abro la puerta intentando hacer el menor ruido posible, sé que voy a hacer en la mañana, al menos, cuando Kate venga por mí.

...

La casa verde de sus padres ya ha perdido todo su encanto, se nota, Kate está nerviosa, y ya ha insistido dos veces en regresar, abre la puerta, y desde dentro me llega un olor a cosas guardadas y humedad que me recuerdan un no sé qué, y me invita a detenerme antes de entrar. Dejo que pase de primera, no puedo imaginarme si sus padres me ven antes que, a ella, escucho toser a alguien en cuarto del fondo, es la primera vez que entro aquí, conozco a sus padres, pero nunca me atreví a visitarlos. Kate cierra la puerta y me mira asustada, dirigiéndose al cuarto donde se escuchan las voces de los dos ancianos. Dejo que lo haga ella, mientras me quedo de pie sobre la sala, arrimado en la pared.

"¿Qué haces aquí?" dice el señor, con un tono brusco, "¿qué voy a hacer? Púes ¡venir a verlos!" responde Kate, casi con la misma intensidad. "¡lárgate maldita zorra!" le responde este, cierro mis ojos, y reduzco las ganas de meterme a ese cuarto y darle una cachetada al viejo, que tal parece que ni sabe que las ojeras que ella tiene son por él y su esposa. Decido entrar

—Buenos días. —digo, fingiendo estar tranquilo

No responden, tampoco se los repito, lo dije lo suficientemente alto para que cualquiera en esta habitación me escuchara, Kate voltea hacia a mí, con su mirada extraña, su padre está sobre una cama, acostado, y su madre sobre una silla, sin poder hacer nada, con la televisión encendida, pero sin sonido.

Ella me mira avergonzada frente a los "susurros" de su padre, quien habla de todo, le hago una seña para que se calme, y empiezo a hablar con mis propias intenciones.

—¿ya les disté sus pastillas? —sé perfectamente que no lo ha hecho

—No... de aquí a un rato

—Hazlo ahora. — levanta sus cejas, ya lo ha hecho de ese modo tantas veces, sabe que tengo algo entre mis manos.

Hace silencio, bajando la vista hasta llegar a los ojos rojos de su madre, asiente, —traeré agua—. Le digo, sin que me vea, la anciana levanta sus ojos hacia mí, y vuelve a mirar al piso. Miro a su padre, y salgo sin apresurarme, llego a la cocina, he pensado en este momento durante diez horas, no me voy a detener ahora.

Enjuago un vaso lleno de café, "maldita ladrona" dice la mujer, cierro mis ojos y suspiro en silencio, enjuago otro y los dejo llenarse hasta la mitad. "este veneno no falla", fueron las palabras de la tendera, quien me dio este sobre azul, cuando le dije que tenía ratas en la cocina. Pensé en Annie que seguía durmiendo, pensé en ella antes de comprarlo, antes de tomarlo en mis manos, pero lo hice, lo tomé, le afirmé. Kate también merece ser feliz, aunque después me pudra por dentro.

El plástico de los vasos está frio, saco el sobre verde de mi bolsillo, el ratón negro me mira con sus ojos brillantes, rompo el borde, remojo mis labios, echo mis ojos hacia atrás y echo el veneno en ambos vasos. Tomo una cuchara de metal y mesclo hasta que el agua queda nuevamente transparente, dejo la cuchara sobre el bote de basura, y salgo con un vaso en cada mano

—Aquí está...

Kate toma los vasos, hago el intento por disimular con todas mis fuerzas, pero en los ojos de Kate puedo ver ese presentimiento, sin embargo, de sus bolsillos saca varias capsulas, las cuales las da a los viejos, como si fueran recién nacidos. " ¿Por qué ya no se me hace difícil hacer esto?" cierro los ojos y suspiro sin hacerme notar, tomo mi mano derecha con la izquierda, para que no me vea que estoy temblando, el ruido de la garganta al tragar se me clava en el cerebro, y siento como el calor sube por mis mejillas. —Bien—. Dice Kate, tomando los vasos y saliendo, pasando a mi lado, rosando mi brazo izquierdo. Evito mirar a los ojos de los viejos, hasta que escucho como empiezan a toser y lo hago sin poder resistirme.

Los nervios me empiezan a carcomer como polillas en todo el cuerpo ¿por qué estoy llorando? ¿es que me estoy arrepintiendo? Ambos comienzan a convulsionar casi al mismo tiempo, doy un paso hacia atrás, el viejo hace lo que puede por tomar aire, y al hacerlo e intentar agarrarse de la madera de la cama cae al piso, justo al frente de mis pies, la vieja no sufre, las venas en su cara ¡por Dios!, las venas en su cara. Trago saliva, y sigo sus ojos hasta que por fin deja caer algo de espuma sobre su pecho y muere sin más. El otro sigue retorciéndose frente a mí, vomita y cae encima del charco, y se queda allí, sin hacer otro movimiento.

Escucho a Kate llegar a mi espalda, volteo en seguida, su cara pálida me hace replantearme mi existencia, se tambalea y se sostiene de la pared, mira todo con sus ojos bien abiertos, espero que diga algo ¿por qué no dice algo? Miro la salida, "aún no puedes irte, Annie te necesita", levanta su cara hasta mí, vuelvo a mirar la decepción en sus ojos, me preparo para las consecuencias, no diré que lo siento, porque no es así, y salir corriendo no me servirá, ni me ayudará

—Yo lo hice... — le susurro

Entra a la habitación, mira a sus padres con sus manos en su pecho, incapaz de tocarlos, pisa el vómito sin importarle, me mira otra vez, sus pupilas se han agrandado, sus mejillas se han puesto rosadas, muy rosadas.

—Gracias... —me contesta.

Si pudiera volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora