Capítulo 16

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Jonnathan:

Nada hay allí, la puerta intacta, sigo mirándola resistiéndome a resignarme, escuchando mi respiración y sintiendo la aceleración de mi pulso. Miro al piso, tomo aire e intento sacar fuerzas de donde ya no me queda nada, miro mis manos, la poca sangre que queda entre mis dedos ha tomado un color oscuro, casi negro, me limpio los ojos y me dirijo al baño para lavarme. Annie está detrás mío mirando de igual forma a la pared vacía, ya no está ni siquiera el cuadrito de la virgen María al que Mamá le rezaba todos los días. La miro con mi vista nublada y le sonrió sin poder detener mis lágrimas. Ella está pálida, casi parece que el maquillaje blanco no ha salido de su piel. Se acerca incómoda y suspira, el sonido se escucha por toda la casa, desde ya, siento el vacío que ha dejado mamá, pero no es que la penumbra se quede en esta casa, sino en mí.

—¿sabes? — traga saliva y hace un silencio muy corto, sin mirarme, fija en el espacio vacío del cuadrito. —Es tan extraño sentir más lástima por la partida de alguien como tu mamá, que, aunque sea en un poco tiempo me ha demostrado por lo menos un poco del amor que gente como Sánchez no me ha dado... y eso que es mi padre — me mira y sonríe sin ganas, miro mi reflejo en sus ojos, "mi padre", repito en mi mente, igual que el "te amo" de mamá antes de irse. —Mi mamá... — sigue tranquila, ahora fijándose en la puerta.—Desapareció, así, de la nada. Creo que él mismo la mató, creo que la vendió, incluso — deja de hablar, mientras recorre nuevamente el vacío de la puerta. —He estado investigando, pero... — deja de hablar, por unos segundos. —Sánchez no quiso hacerse cargo de mí, y por eso terminé en el orfanato. —respira profundamente, y se sienta sobre el espaldar del sofá, cruza su pierna y pellizca las motas que sobresalen de sus medias, ¿Por qué está tan tranquila después de lo que paso?, no sé si esto le pasa muy a menudo, o esta es su manera de afrontar sus propios problemas. —Se alejó aún más cuando supo que tenía cáncer, y me dejó como un barco sin capitán, sin nadie... él se adueñó de los refugios —suspira. —y si no te hubiera encontrado a ti, no sé qué haría. — ríe, pero por la desesperación, se pone el cabello detrás de su oreja y mira a la calle, a través de las cortinas de las ventanas. —A él... a Sánchez no le importa nada... — me mira con miedo. —¿recuerdas el día del moretón?, bueno — sigue sin esperar mi respuesta. —Él me golpeó, y solo porque le pedí 5 mil miserables pesos... —toca su cara y se mira la mano, como si la mancha estuviera entre sus dedos, se echa el flequillo detrás de su cabeza y sonríe.

—Lo siento — Añado, incapaz de decir algo más

—Yo también...

Saca su celular, es lo único que le ilumina la cara, a pesar de que son más de las 5:30 de la tarde y el día no se ha oscurecido por completo, la casa está muy oscura, ella me dijo que tiene que recoger los últimos exámenes antes de su primera quimioterapia, me siento muy nervioso en este momento, entro al ático y busco "eso", si allí está, mi bicicleta vieja, la que un día mi papá me dio y luego me quitó. En medio de más "reliquias" que mamá ha ido acumulando en este tiempo, sobre todo las flores artificiales y los adornos de navidad. Hago un esfuerzo por sacarla de en medio de las hojas de plástico y la enredadera de los cables de las luces navideñas. Ya aquí, siento rabia, y tiro del hierro con más fuerza, aquí huele a papá y a mamá, y recuerdo los momentos justos antes de que comenzaran las peleas por cosas que en ese entonces no entendía, esta bicicleta tiene el sello de papá, y su equipo de futbol favorito. El piso huele a la cera para pisos que mamá compraba antes. Me arrodillo en frente de las cajas, el moho y el montón de polvo, lloro con más fuerza, la fuerza que tuve para controlarme cuando mamá se despidió.

A penas tenemos tiempo de limpiar el polvo de la bicicleta, tal parece que no hay nada por decir, las llaves de la casa están en mi bolsillo, Annie corre por el andén y se sube también. La calle está solitaria, incluso más que la noche, en el cielo el atardecer me maravilla, y su reflejo sobre el pavimento no es para menos. El viento me enfría el cuerpo, le doy con fuerza al pedal sintiendo el peso de Annie a mi espalda, no dejo de llorar la palabra "mamá" hoy se vuelve más lejana que nunca, por el espejo roto de la derecha veo a Annie, que está mirando al piso, con su cabello alborotado, totalmente seria.

Seis de la tarde, Annie entra corriendo a la clínica y yo espero a fuera, después de saludar al guardia.

Tiempo después ella sale con esos papeles llenos de veneno entre sus dedos, subo de nuevo, y ella también, gran parte del cielo es de noche y decido tomar el camino lejano de vuelta, por el oeste está la puesta de sol. Creo que no la he visto más viva que hoy, en mi pecho no se aleja la nostalgia, las estrellas ya aparecen desde este minuto, no hay nadie por las calles, y le doy con más fuerza al pedal. Annie aferra sus dedos a mi ropa, todo sigue igual de amargo hasta que siento su cabeza, que se apoya sobre mi espalda.

Volteo sin importarme el frente, está allí, apoyada en mí, mirando el cielo, suspirando con algo, que tal vez es tranquilidad, pena o algo más... me rodea con sus brazos y siento el frio de sus manos que pasa a través de los tejidos de mi ropa.

—Prométeme que, si las cosas salen mal, huirás... ¿sí? —la escucho hablar como una niña que está por dormirse

¿Huir?, ¿de qué?, ¿de ella? no respondo, solo le niego su propuesta, y al hacerlo aprieta mi pecho con sus dedos fríos —Por favor. — Susurra, volteo de nuevo, en sus ojos se refleja de una manera que a mi parecer es más que perfecta el atardecer, me sonríe, me fijo en cómo su piel absorbe el color naranja del cielo y las nubes, en cómo su cabello se alborota con el viento, en cómo sonríe... pero no le respondo, aprieta otra vez mi pecho, no quiero prometer algo, sin embargo, vuelvo a mirar al frente y le digo que sí con mi cabeza. Toco sus manos, quiero guardar este momento para siempre, solo siendo ella, el cielo, y yo.

Si pudiera volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora