Capítulo 23

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Annie:

Se estaba haciendo muy tarde, pero el sol todavía quemaba, cuando entré en esa camioneta me sentí completamente desahuciada, por el otro lado del cristal oscuro miré a mi padre subir en la parte delantera, aún con su pañuelo rojo sobre la nariz, me dio una pequeña mirada y sentí vergüenza, allí dentro me sentí encarcelada y con una sensación de desalojo que me hundía el pecho. Los ojos de varias personas estaban en mí, aunque no sabía si me miraban desde el otro lado del cristal, mi vergüenza iba en aumento cada vez que respiraba ese delicioso olor a perfume de hombre, no quería que mi padre me encuentre comiendo basura, no quería que nadie se preguntara porque me veía en tales circunstancias si yo era la hija del presidente, en ese sillón blando pensaba que era más perteneciente a allá que acá, yo no pertenecía a este mundo de magnates y dinero fijo, las ganas de abrir y salir no me faltaban, pero por alguna razón me quedé allí.

Quería desaparecer cuando mencionó el llevarme a "casa", no solo por el hecho de nunca tuve una casa, si no por el hecho de que no podía dejar a Jonathan así no más, lo veía de pie mirando el cristal con sus dedos llenos de mugre, al igual que su cara y su cabello grasoso, sabía que lo acababa de hacer, apenas le había preguntado si quería que me fuera, me dio a entender que sí, pero sus ojos cansados me decían todo lo contrario, tuve ganas de volverle a preguntar con la esperanza de que cambiara de opinión, bajé la ventana y al fin lo miré, no me dijo nada, a su espalda estaba mi cuaderno, pero lo dejé allí, no sabía a donde me llevaría la vida ahora, y quería que me recordara por algo. Sus ojos y labios hinchados estaban cubiertos de polvo, apreté la manija de la puerta, y en seguida el seguro bajó de un "click", miré hacia la parte delantera, el chofer y papá fingían no mirarme. Jonnathan seguía allí, se le notaban las ganas de llorar que tenía, sin nada más que hacer me despedí diciéndole adiós con mi mano, porque sabía que no podía hablar. Puse mis dedos sobre el borde, esperando que por lo menos se demore en arrancar, pero no fue así, el viento levantó un montón de polvo y mis ojos se iban perdiendo de los suyos, hasta que bajó su cabeza, supe que se sintió derrotado.

...

El camino hacia el edificio se hace corto y largo a la vez, papá no para de decir cosas, nunca lo miro, ni siquiera trato de entender sus palabras, solo afirmo sin saber, mirando el frio tapete y mis pies, pensando en Jonnathan, hace unos días le había prometido no dejarlo, no separarme de él, y ahora lo estoy haciendo.

Llegamos al edificio, al entrar me fijo en la molestia que causa mi olor y bajo mi cabeza, manteniéndola así hasta subir al elevador, sintiendo el zumbido de la voz de mi padre, que parece nunca acabar. El mostrador electrónico marca los pisos, y se detiene en el veinticuatro, la puerta se abre, hay varias personas reunidas, ninguna de ellas se me hace conocida, exceptuando a la otra Annie, al salir veo desde las enormes ventanas del pasillo las nubes negras que se aproximan desde el fondo de las montañas, suelto un suspiro y bajo mi cabeza otra vez. El apartamento más lujoso está frente a mí, siento la mano de alguien sobre mi espalda, me guía hasta la puerta, pero no me vuelvo a mirar quien es. La puerta se abre y entro, huele a papá por todas partes, "aquí es donde duerme ahora". Desde el fondo sale un anciano y amablemente me conduce hasta el baño, me deja una toalla, un bote, un jabón y sale despidiéndose. Abro la ducha, me quito toda la ropa y me miro en el espejo, no me reconozco, jamás había estado peor. Entro al agua, y esta me relaja, pero por más cómoda que esté, no siento que resbala por mi piel, a pesar de que el jabón y el shampoo me están limpiando me sigo sintiendo sucia, hay algo más en mí.

Salgo a penas cubierta por una toalla delgada, no hay nadie cerca, encima de una cama color rosa hay un vestido azul, un vestido hermoso, me acerco a él y lo miro con amor. Volteo mi cabeza al escuchar algunas voces que se acercan, la ropa sucia está amontonada al pie de la cama, "¿Cuándo la sacaron del baño?" no lo pienso, la recojo, entro deprisa otra vez y cierro la puerta. Ya aquí abro de nuevo la ducha y lavo a la ligera esa misma ropa, quitándole el fétido olor. Escurro las prendas y me las pongo encima, me duele el pecho y la espalda, antes de Salir pongo mi oreja sobre la puerta, las voces se han dejado de escuchar, siento miedo, giro la chapa, y sin esperar a nada una mano enorme me agarra del brazo y me da un tirón.

Si pudiera volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora