Capítulo 61

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Annie:

Dejé que la comida se enfriara sobre el asiento a mi lado, probé un poco, pero no puedo seguir comiendo. No sé a dónde voy, estoy llorando más fuerte que hace un momento, el momento en que le devolví el celular a la mujer con su hija, quienes me dijeron que estaban escapando de la primavera, en la silla a mi espalda. Y eso que he llorado en todo el camino. ¿Por qué tuvo que pasar esto?, no... esto no debería haber pasado jamás. Las personas del otro vagón hablan de que Olympia ha recibido un golpe de estado, eso significa que papá ha muerto, y por más que lo pienso, no me duele.

Me duele que Jonnathan se haya despedido, y ahora sí lo hizo en serio, se estaba despidiendo ¡lo sé!, estaba llorando, algo le estaba pasando, algo malo, ¿estará en la cárcel?, ¿seguirá huyendo?, ¿de verdad estará sobre la torre?

Volteo hacia ella, desde aquí a penas se puede verla, pero trato de no fijarme mucho en eso, porque cada vez que la miro me arde el pecho. El resplandor de la luna y el atardecer son maravillosos, pero no los siento, bajo mi cabeza, veo mis pies moviéndose de un lado a otro. Aprieto mis dedos en esta nariz de espuma, pero no me trae nada bueno. Me limpio la cara, escucho varias voces alzarse, levanto mi cara, todos están mirando hacia la derecha, entonces la oscuridad de la noche empieza a desaparecer, la torre se logra ver por completo, la primera estrella pasa rompiendo las nubes, la respiración me falla de pronto, siento un hueco en el pecho, abro mis ojos, los cierro con fuerza y los abro de nuevo, para poder fíjame en el cielo. —Lo siento—. Repito una y otra vez, llevándome la espuma a mi cara, yo debería estar allí, con la ciudad cerrada, junto a él, esperando a que nos atrapen como dos ratas sin salida, no aquí, llorando, deseando la muerte. Sé que allá, en esa ciudad, algo enorme está ocurriendo, desde hace horas miro un humo gris, que desaparece en las nubes, y desde entonces no ha parado, algo ocurre, y presiento que en eso está involucrado Jonnathan.

Vuelve ese repentino dolor de estómago, es más fuerte que la vez que lo enterraron vivo, es más fuerte que la vez que llegó a ese billar con las manos esposadas, por más que haga presión allí no va a desaparecer, algo malo está por ocurrir, esta vez se sube hasta mi pecho, esta ansiedad vuelve de repente y me está ganando la pelea. Estrujo su nariz en mis manos y mi pecho, quisiera detener el tiempo, el viento, el tren, el mundo... ¿pero ¿Qué puedo hacer ahora?, ahora que estoy tan lejos, simplemente dejo que las lágrimas me empapen por completo. La silla junto a mí se siente tan vacía, ¿Qué diría si fuéramos juntos?, como todos esos viajes por carretera que planeábamos en nuestras noches de insomnio, ¿contaría uno de sus chistes malos?, ¿o me hablaría con crudeza?, ¿o con su sarcasmo?, el cual se fue perdiendo poco a poco... apoyo mi cabeza sobre el cristal, y miro mi demacrado reflejo, veo más allá, los tantos e infinitos resplandores que cubren el cielo, que envuelven este final, aprieto mis dientes, la noche, el cielo y sus estrellas se ven tan lejos. Dejo que las gotas me calienten las mejillas, mientras ruedan por ellas, me remojan los labios hasta que llegan a mis manos.

—Lo siento, más que nada en el mundo, lo siento...

Si pudiera volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora