Capítulo 62

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Katerinne:

—Listo...

Susurra el policía, mirándome de manera extraña, antes de levantarme, pienso en cuanto tiempo estuve en esta maldita y eterna sala de espera. Sé que lo escuché, pero no reacciono, esa celda se ve oscura, ¿Qué es lo que voy a encontrar allí?...

No respondo de ninguna manera, solamente me fijo en que las cosas que he traído sean suficientes, me levanto, una mujer me mira desde la recepción, es como si ni siquiera sospecharan de mí, ¿es que así está la cosa? Camino hasta la celda, la luz del pasillo la ilumina, pero la sigo mirando oscura, antes de mirar lo que me espera allí dentro, tomo aire, y respiro el olor fétido de esta pequeña cárcel.

Parece que mis ojos fueran a sangrar, tengo que tomarme de la reja para no caer. Volteo la mirada hacia otro lugar, es que ni morderme los labios es suficiente para no echarme a llorar. Entro despacio —¿Jonnathan?—. Le digo, pero no responde, está desmayado sobre el piso, me inclino hacia él, su cabeza está sangrando, me echo a llorar con mayor fuerza, "te dije, te dije". Mis rodillas se lastiman encima de su sangre, en este cemento frio, y húmedo.

Miro hacia afuera, no hay nadie quien me ayude a levantarlo, así que lo hago yo. La cama está que se desarma, pero puede sostenerlo, saco la venda de mi cartera, y en medio de todas las cosas que traje miro el sándwich que preparé, pensando en encontrarlo con los ojos abiertos, y poder reclamarle todo en su cara, porque lo que está sintiendo en este momento también lo he sentido yo

Intento abrirle la camisa, para poder ponerle la venda, pero lo dejo, tengo miedo hasta de su sangre, me detengo, "¿Qué quiero hacer?" miro su cara, tan triste y maltratada, ¿Qué quiero hacer?, esta vez no podré llevarlo conmigo, esta vez no podré sacarle la bala, ya no puedo darle más tiempo.

Por encima de la tela pongo la venda, a veces se queja por el dolor, pero no abre los ojos, su cabello está lleno de sudor y de sangre, está pegajoso. No puedo hacerlo bien si sé que aquí va a acabar todo. Tomo asiento a su lado, en el mismo colchón, y pongo mis manos sobre mi cara. ¿Qué le hizo creer que después de todo podría terminar feliz?, ¿libre?

—Te acuerdas... — le digo, esperando que me escuche en algún rincón de sus sueños—. ¿Te acuerdas cuando queríamos salir de Clown Happier para volar cometas? — Limpio mis ojos—. ¿O cuando nos tragamos un montón de lombrices?... ¿Cuándo éramos chicos y buscábamos ser libres?... ¿o solo cuando éramos niños? ¿Solo cuando éramos?...

Miro su cara pálida, no ha cambiado, es la misma cara que tenía cuando era niño, cuando robábamos comida de los mostradores, cuando dábamos los shows en plena madrugada para los adinerados que a veces nos contrataban, es el mismo que estuvo junto a mí, viendo como algunas familias adoptaban uno o varios de nuestros compañeros a la vez, y aunque no quisiéramos, los dos sabíamos que teníamos envidia de los otros... al salir para acá no dejé de recordar los campos verdes y cargados de flores donde solíamos correr, y hablar de nuestros planes futuros, él no solía entenderme cuando yo solía hablarle de una "tasca", es que esa era la manera en que mis padres le llamaban a los bares, y yo nunca lo entendí cuando él me hablaba de ser un profesional y encontrar "libertad", nunca, hasta hoy... y no puedo creer todo lo que dice la gente allá afuera, ¿57 muertos?... ¿Cuándo llegamos a esto?, si siempre lo sentí el mismo de alguna manera. Sobre los barrotes veo la mechera que yo le regalé, y me arrepiento al pensar que desde allí empezó ese incendio. El mismo policía aparece por la entrada —dos minutos—. Dice, y le afirmo sin mirarlo.

—Ya no puedo hacer nada por ti, Jonnathan...

Me levanto de nuevo, el daño que me hacen mis propias palabras es bestial, me inclino a él, y acaricio su cabello de la frente, mis lágrimas caen sobre su pecho. "en poco tiempo te van a ejecutar" —adiós—. Le susurro sobre el oído. Salgo hasta los barrotes, escuchando el sonido de mis pasos. —adiós, espero y encuentres la libertad que tanto deseabas, en un nuevo mundo, menos duro, menos corrupto.

Si pudiera volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora