12| Hogwarts

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Harry miraba el techo de su habitación y luego al reloj junto a su cama, seguido de eso miraba el baúl junto a su closet y regresaba la vista al techo.

Casi no había podido dormir, finalmente había llegado el primer día de septiembre, en tan solo cinco horas tenía que abordar el tren. Una molestia se instalaba en su estomago cuando pensaba en alejarse de su mamá, pero al mismo tiempo sentía mucha emoción al pensar en el colegio.

Tal vez ahí, alguien sabría su origen, y el de su cicatriz. Nunca se había preocupado por eso, no se había cuestionado mucho sobre sus verdaderos padres. Pero el hombre que le vendió su varita había dicho cosas extrañas sobre la persona que le hizo la cicatriz en su frente.

Esa tarde le había preguntado a su tía, quien le dijo que iba a investigar, y así fue, una semana después les dijo todo lo que encontró sobre los Potter.

Sus padres habían dado la vida para salvarlo. Murieron un 31 de octubre, diez años atras, a manos de un hombre que quería matarlo a él.

Le dolió, y lloró mucho, pero se había sentido bien al saberlo, saber algo de su pasado y no sentirse en blanco respecto a todo eso. Había tenido la pesadilla de siempre esa noche, pesadilla que tenía desde niño, y antes no comprendía.

Justo cuando el reloj marcó las 6:30 empezó a escuchar ruido en la cocina. Su mamá no se levantaba tan temprano desde que fue su primer día de clases, y eso que iniciaba a las 8:30.

Al no poder dormir más, el también se levantó y bajó. Justo como lo pensó su madre estaba en la cocina, preparando galletas o algo parcido.

—Buenos días, cariño — dijo besando su mejilla — ¿Te desperté? Puedes volver a la cama si quieres

—No, no podía dormir, estoy emocionado — sonrió, imaginandose como sería todo, quería conocer el quiditch, su tía le había regalado una revista y se veía increíble

—Creo entenderte — murmuró Valerie, sacando el azúcar y echandole a la masa

—¿Quieres que te ayude?

—Oh, me encantaría, pero no quiero que las galletas sepan a vinagre con fresa — Harry se ruborizó

—¡Solo fue una vez! — se quejó

—Y está aquella vez que le pusiste sal en lugar de azúcar, y cuando pusiste limón a la tarta de melaza porque creíste que sabría bien, también cuando...

—Vale, vale, ya entendí, no soy bueno para cocinar — se resignó — pero lo compensan mis increíbles habilidades para dibujar

—Por supuesto que sí, aún espero que hagas un retrato de mí — bromeó

—No, lo haré cuando dibuje mejor — negó Harry, sacando un puchero de Valerie

Siempre le había gustado pintar, empezó con crayones, luego colores, lapicero, acuarelas. A los nueve le pidió a Valerie que lo llevara a un curso de dibujo, y gracias a los cursos y la práctica, era muy bueno dibujando, no el mejor pero si muy bueno, sin embargo, se había negado a dibujar a su mamá.

Lo cierto era que, en el fondo de su armario, había un cuaderno lleno de retratos de Valerie, de perfil, de frente, de espaldas. Harry había intentado retratar a su madre de mil maneras, hasta había intentado el carboncillo, cosa que no se le daba muy bien.

Pero ninguno de los dibujos llegaba a considerarlos dignos, o que se acercaran bien a la Valerie real. Simplemente quería que fuera perfecto.

—Bien, no tendré que esperar mucho entonces

Una hora después las galletas estaban listas, Valerie tenía una taza de té y Harry una de chocolate caliente. Mientras Harry dibujaba y Valerie leía.

La madre de Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora