•Capítulo cinco

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—Claro y perfecto, Willem.—Dice Wolf. Que claramente es el tercero que no ha tenido sexo recientemente.

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Día siguiente

Narrador omnisciente

Ocho hermanos estaban desesperados por ir a por ella. Querían hablarle y preguntarle cosas, querían hablar con ella hasta del clima.

Una soñolienta Coté estaba despertando, demasiado perdida.

—Venga, ya va haciendo hora para que vayamos a despertarla, o es que acaso nos gusta la bella durmiente.—Dice Damien.

—Yo sí que iré, ademas tiene que comer. He hecho el desayuno y me ha quedado una maravilla.

Ellos entraron a la habitación y vieron a una preciosa Coté fuera de la cama con más dudas que aquellos que leen el cuervo de Edgar Allan Poe.

—Buen día preciosa, tienes hambre, te hemos hecho ya el desayuno.—Dijo Damien.

—¿Qué hago aquí?—Habló ella con su dulce voz. Mirándolos con miedo.

—Aquí vivirás, pequeña, con nosotros.—Le explicó con voz calmada Wolfgang.

—¿Me matarán? Si es así háganlo ya.—Les dijo ella, aunque muy en su interior sentía miedo, quiso intentar sonar ruda.

—No te mataremos, solo vivirás con nosotros. Estaremos todos juntos.—Wolfgang seguía explicándole.

—No quiero estar aquí, ¿me venderán?, ¿me entregarán?, ¿qué harán conmigo?

—No haremos tales cosas, pequeña. Eres nuestra ahora. —Siguió hablando aquel chico.

—¿Suya?, igual a un perro o un bovino. Déjenme ir, ni siquiera los conozco. Lo que les hice fue porque no tuve otra opción.

—Lo sabemos. Pero no te dejaremos ir. Mi hermano te lo dijo ya, entiéndelo.—Dijo esta vez Adan.

—No entenderé nada, déjenme ir p...—Quedó a poco de terminar su súplica cuando fue interrumpida.

—Por un demonio, que no te irás. —La interrumpió un enojado Damien.

Ella los vio asustada y quiso retroceder, pero un maduro Wolfgang la detuvo. La tomó del brazo y se quedó mirándole.

—¿Tienes hambre?, te hicimos el desayuno, bonita.—Adán y Damien pensaban conquistarla con la comida. Era su fuerte y pensaban sacarle provecho.

—No comeré su comida.—Explicó ella.

—Tienes que comerla, así estarás bien, además si no lo haces podemos obligarte, te ganamos en número.—Damien pensaba cruzar la línea si tenía que hacerlo, quería que ella comiera y estuviera bien con ellos, porque era de ellos.

—No los conozco ni ustedes a mí, ¿por qué insisten?

—Te conocemos pequeña Coté. Yo soy Wolfgang, los dos la esquina son Adán y Damien, el que está en el sofá es William, el que le sigue es Willem, él es Rey, él es Levi, y él es Eilad, somos los hermanos Swallow y sabemos que tú eres Coté de Paulo, tienes dieciocho años, y hay otras cosas que queremos saber de ti pero será después.—Los presentó Wolfgang emocionado.

—No recordaré todos esos nombres, son muchos.—Dijo ella intentando hacerles cambiar de parecer, en su mente pensaba eso.

—Con el tiempo lo harás, Coté.—Dijo un animado Wolfgang.

—Ven a comer y es una orden.—Dijo un emocionado Adán, quería que ella probara todos sus deliciosos platillos. Le harían muchísimos.

Así mismo como dijo Adán, la llevaron a la cocina, ahí se sentaron y comieron, Coté comió con miedo, pero no se pudo resistir, esas tostadas de huevo y aguacate se veían muy irresistibles, no pudo negarse. Comió toda su comida y aún faltaba el yogurt con frutas y el apetecible smoothie de fresa.

Comieron y bebieron todos juntos, así como estarían toda la vida.

—Iremos de compras, aunque admito que verte con la ropa de mis hermanos es precioso, pero no podrás estar todo el tiempo así. Usa la misma ropa que llevabas contigo ayer. Tienes cinco minutos, Coté, si no estás aquí iremos por ti.—Le advirtió Damien viendo sus ojos fijamente y haciendo señas de números con sus dedos.

En la mente de la pequeña Coté solo estaba la idea de escapar, quería hacerlo y lo haría, aunque muriese en el intento.

Se colocó la misma ropa de ayer, ahora ya limpia y vio todas las posibilidades para escapar. Juntó todas las sábanas que encontró, luego de ponerle seguro a la puerta, las amarró, las lanzó al vacío que estaba en el segundo piso.  Y se alistó a bajar, cuando iba a eso, empezaron a forcejear con la puerta. Ya irían por ella.

—Coté espero que no sea lo que estoy pensando, abre la puta puerta.—Gritó Damien mientras seguía forcejeando con la puerta. Él estaba furioso, quería llegar a ella.

Coté ya estaba a medio camino cuando un colérico Damien la ve bajar e intenta subir las sábanas, Coté cuando vio eso no lo pensó y se lanzó. Cayendo de espalda al piso y perdiendo todo el aire que contenían sus pulmones, le dolió tanto pero no pudo gritar, solo fue un raro sonido gutural que salió de su boca.

Estaba sudando frío, sus manos temblaban, fue un duro golpe, apenas podía respirar, los raspones que tenía al caer en la acera ardían, unos centímetros más y lograba caer en el césped recortado.

Al oír el impacto los hermanos salieron corriendo encontrándose a una pequeña Coté, tratando de respirar.
A pesar de estar molestos no podían hacerle nada apenas se recuperaba.

—No pensaste en las consecuencias, cariño. Seguramente te dolió como el infierno.—Se burló de ella Damien.—A penas puedes respirar, bonita.

Willem la levantó en sus brazos y Coté no hizo más que quejarse, no solo por la incomodidad de que la cargara en brazos sino también por el dolor que sentía en sus costillas. Los raspones que tenía en brazos y rostro le recordarían a no volver a desafiarlos.

—Qué pensabas hacer luego de bajar por esas sábanas, Coté. No hay salida, si eres terrible solo bajando de unas sábanas, al tratar de escalar esos muros te caerías y puedo apostar que alguna parte de tu cuerpo se fracturaría. Espero mejores en tus formas de escapar o espero que ya no lo intentes. Si alguna vez logras trepar esos muros y salir de aquí sin alguno de nosotros, te buscaremos y te encerraremos hasta que logres entender qué somos y quiénes somos para ti.—Le dijo Adán mientras le sacudía la ropa. Mientras hacía eso, sabía que estaba adolorida pero no podía hacer más, ella lo buscó.

—No quiero estar aquí, esto es un secuestro. Si estuvieran en mi situación harían lo mismo.—Gritó ella retándoles.

—Claro. Entonces sigue escapando, tenemos un límite y si lo agotas verás las consecuencias.—Le comentó Damien.

Aunque estaban enfadados por la desobediencia de Coté, seis de ellos lograban entenderla. En su lugar harían lo mismo.

Continuará...

Ocho corazones para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora