•Capítulo ocho

3.9K 270 2
                                    


•Capítulo anterior

—Desde los ocho años, estoy con esa persona. La que seguramente me buscará o me está buscando.—Contó ella, con pena y vergüenza mientras nosotros la mirábamos atentos.

•Capítulo ocho

Vivía con mi padre y mi madre, ellos eran los mejores padres del universo, pero murieron. En un accidente automovilístico, quedaron en coma y jamás despertaron, yo no lo entendía en ese momento.

Mi padre dejó a ese hombre como mi tutor, ya que mi padre era su guardaespaldas de confianza, cuando estaba con ellos era muy bueno, aunque siempre me miraba raro, como si quería decirme algo o hacerme algo, pero nunca hizo nada.

Al morir mis padres yo pasé a ser de su pertenencia, así lo decía él. No volví a ser feliz desde ese momento, me encerró en una pequeña celda que tenía bajo su casa, pensé que me mataría y siempre tenía miedo. Nunca pude dormir bien, me sentía observada. Era terrible.

Los hermanos al oír eso, se sentían molestos, cómo alguien podía hacerle eso a su pequeño mujer. Pero de algo estaban seguros, ella jamás volvería a sufrir algún tipo de daño.

—¿Te hizo esas cicatrices en el rostro, Coté?—Preguntó mi hermano Levi.

—Sí, Levi, él lo hizo. Era una tarde lluviosa y yo quería sentir la lluvia en mi rostro, entonces me escabullí y pude salir. Sabía que él no estaba porque todos los días salía y no volvía sino hasta la noche, así que supuse que tenía tiempo. Sabía que si me veía fuera me haría daño como siempre. Se acuerdan que les dije que solo he comido carne pocas veces, o sea, comida que ustedes me podrían preparar, no la comía. Solo verduras y agua pura, jamás me quejé además amo las verduras.

—¿Por qué solo verduras, Coté.

—Quizá eso era más económico, Rey.—Respondió ella con mirada perdida. —Luego de eso, él me vio fuera de mi celda. Es que no lo oí llegar, estaba muy concentrada en la lluvia, y ese día estaba ebrio entonces quería tomarme, cuando me vio fuera se molestó tanto que me golpeó, luego quiso estar dentro de mí, cómo lo dijo él. Luché tanto que se enfadó y cogió un cuchillo, y me hizo el corte del rostro, dolió como el infierno, jamás había sentido ese tipo de dolor, y también lloré como una niñita, volvió a encerrarme sin darme algún tipo de vendas para yo curarme, solo me encerró. De mi rostro salía mucha sangre y cada vez que me movía dolía.  A los dos días de ese incidente, él fue a visitarme, empezó a decir que merecía muchas cosas más por parte de él. También trató de hacer lo mismo de antes, pero lo interrumpieron, solo le dio tiempo a golpearme, aunque mi rostro aún doliera, eso no lo detuvo. Así pasaron los días, semanas, meses y luego años. Dejó de pagar el servicio de limpieza entonces lo tuve que hacer yo, la casa donde vivíamos era enorme y siempre terminaba muy cansada, todo el día la pasaba limpiando.  Aprendí a leer y a escribir viendo cualquier documento, o lo que sea que viese. Mis padres no habían terminado de enseñarme lo básico así que lo aprendí sola.
Él jamás quiso que aprendiera, decía que era mejor que estuviera así, pero sí tuve que aprender primeros auxilios, sus hombres muchas veces llegaban lastimados y tenía que atenderlos. Decía que luego de él estrenarme pasaría por cada uno de sus hombres, cosa que me aterrorizaba. 

Los ocho hermanos queríamos matar a ese hombre, al que dañó a su mujer.

Querían despedazarlo vivo y que gritara tanto como pudiese.

—A los quince años, mi cuerpo ya más resentido de tanto golpe, pero aún así tratando de acostumbrarse porque siempre podía implementar nuevas formas de golpearme. El dolor era un tema con el que trataba la mayoría de veces, pasé cinco días con el tobillo lastimado. Yo sola me atendí, pero no pude tomar ningún medicamento, esos eran solo para él. También tuve que cocinar para ellos, pero nunca comer lo mismo que les hacía. Si llegaba a desobedecer serían dos días sin probar ningún tipo de alimento. Luego me volvió a hacer otra cicatriz y cuando mi amiga Adelaine, me comentó su plan para escapar así lo hicimos. Yo como me encargaba de la comida les puse lo que me dio Adelaine, así fue como ese día unos pocos sintieron cuando huimos pero no pudieron detenernos. Las dos corrimos como por cinco horas, sin parar, mi pecho dolía tanto, mi corazón amenazaba con salir en cualquier momento de mi pecho pero no podíamos parar. Adelaine conocía a más chicas que lograron escapar y nos juntamos luego del segundo día, éramos muchas. Las mayores nos protegían y alimentaban, jamás supe cómo. A los veinte días de nuestra travesía cada una escogió a dónde ir y así lo hicimos, podíamos contactarnos cuando quisiéramos así que me sentía feliz por ellas y por mí. No podíamos estar todas en un mismo lugar por eso las mayores optaron por esa decisión. No fue tan fácil como lo estoy contando, fue difícil pero no me importaba en lo absoluto, era libre y feliz. Después busqué trabajo y así viví en estos tres años. Ahora estoy acá, con ustedes.—Dijo Coté un tanto feliz, porque ahora se sentía bien, no tiene una nueva cicatriz ni golpes y jamás tendrá ninguno.

—Y estás en un mejor lugar, jamás pasarás por cosas así otra vez, bonita, nunca más.—Dijo uno de mis hermanos, nosotros nos encargaríamos de que así fuese.

Después de oír la horrible historia de nuestra pequeña, quisimos alegrarla, le haríamos saber lo segura que estaba aquí, con nosotros.

—¿Quieres ir a la piscina con nosotros?—Le preguntamos viéndola emocionados.

—Ni siquiera sé nadar, y no quiero morir de esa forma. Pero ustedes pueden ir y yo los veré.—Nos dijo ella emocionada.

—Te enseñaremos, bonita.—Dijo nuestro hermano Rey y claro que lo harían.

Por ella haríamos todo.

—Está bien. Los acompañaré.—Nos dijo Coté.

Esa tarde la pasamos comiendo, riendo. Siendo felices.

Al ver a Coté con ese traje de baño rojo nosotros sentimos cómo bajaba toda la sangre a nuestros penes. Ella nos calentaba siempre, y ahora más estando así.

—Me disculpan, iré al baño.—Nos avisó Coté.

—Claro, te acompaño.—Le informé. Quería estar con ella y darle el regalo que le compré.

Ella hizo uso del baño y al salir me vio, nos vimos, y todo el resto desapareció. Me acerqué y la tomé del rostro, tuve que inclinarme para poder estar cerca de ella y de sus labios.

Continuará...

Ocho corazones para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora