Capítulo treinta y seis

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Y lo disfrutaría tanto. Disfrutaría a su pequeña mujer de bellas y delicadas facciones.

Capítulo treinta y seis

La hizo desnudarse y la obligó a entrar a la bañera, ahí la esperaba el agua tibia.

Se sentó y Damien empezó a moverse de un lado hacia otro, luego se acercó a ella y empezó a enjabonar su pequeño cuerpo. Enjabonó sus brazos, su pecho, su cuello, sus piernas y también lugares que ella no quería que tocara. Cuando por fin sentía que estaba limpia dejo que ella se acomodara en la bañera y disfrutara del agua.

Él con pesar estaba dispuesto a irse, pero esa pequeña voz lo hizo detener sus pasos.

—Quédate, no me dejes sola— Pidió aquello casi como súplica. Damien no tardó en arrodillarse y pegarla a su cuerpo. Decidió entrar con ella luego de desnudarse en segundos. Ver el cuerpo de ese hombre la excitó, era enorme, la cubría por completo. El rostro de él era duro, casi sin emociones. Cuando cerró sus ojos, sus brazos rodearon el cuerpo de Coté y lo apretó contra su pecho, puso una de sus manos en su cabello y luego acercó su cabeza a su corazón y él por fin se relajó.

Narra Damien Swallow

Su pequeño cuerpo suave se amolda a mis músculos duros, la dulce mirada contrastada con mi dureza, su calidez con mi frialdad.
Logró enamorarnos a mí y al resto, ninguno hablaba de otra cosa si no era de ella. Esta mujer tenía fuego en la sangre, ardía, y eso nos atraía. El enorme agujero que teníamos en el interior anhelaba su luz, o eso creíamos, deseábamos su cuerpo, obviamente, pero también deseábamos algo más de ella, deseábamos dominarla, gobernarla.
Era tan peligrosa para cada uno de nosotros, antes teníamos diferentes debilidades, pero ahora solo está ella, solo la tenemos a ella. Tenía poder sobre nosotros y por ende tenía poder sobre el mundo. En tan solo días se convirtió en una de las mujeres más importantes y poderosas del mundo, pero ella no lo sabía, ignoraba todo esto. Y para nuestra tranquilidad ese hecho no debía cambiar nunca.

—¿Qué tengo que hacer contigo?
Eres tan dulce. Tan dulce y tan pulcra que quiero ensuciarte. Y disfrutaré mucho haciéndolo— Susurro juguetonamente.

La primera vez que la vimos no creímos que tendríamos tanta suerte con ella.

—Te tomaré aquí mismo, tomaré lo que me pertenece desde el primer puto día que te vimos —Inquiero dramáticamente mientras toco ligeramente su mejilla sonrojada.

Al verla así, tan receptiva a mis toques, parecía que estaba destinada a ser tocada por y únicamente nosotros. Era preciosa, su cara era un desastre con esas cicatrices y todavía así se ve perfecta, me gusta, lo admito. Pero no me mostraré blando. Al menos no aún.

—Oh, joder —Gruño. Sus bellos ojos se abrieron cuando me escuchó maldecir. Dejo a la vista mi longitud. El conocimiento de lo que estaba a punto de suceder hizo que volviera a cerrar sus ojos.
Pasó sus cálidas manos por mi torso y ese gesto me hizo gemir, amaba su toque suave.

Sabía que este jodido lugar era muy pequeño e incómodo, así que, me puse de pie, salí, la levanté y caminé con ella en mis brazos hasta llegar a la enorme cama.

—Estamos mojados —Alcanzó a decir, pero era tarde, ya la había lanzado a la cama donde rebotó, junto con sus senos redondos, algunas hebras de cabello estaban pegadas a su rostro, la hacían lucir salvaje y exquisita.

Aunque no estaba ni cerca de serlo, es tan novata, y eso nos gustaba, tan nueva a todo esto, y qué hombre en el mundo no prefiere un coño virgen a uno usado por tipos viejos y horribles. 

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⏰ Última actualización: Jun 13 ⏰

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