•Capítulo dieciocho

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—Claro que no lo harás, Coté, con esto no. Escoge a uno, para que sea el primero que entre en ti. Si no lo escoges tú lo hará cualquiera, y te das prisa.—Le dijo Damien.

•Capítulo dieciocho

—No quiero, por favor así no, perdóname por favor.—Adán le cubrió los labios para que no volviera a rogar.

—Bueno, entonces seré yo. No sabes las ganas que tengo.—Le Dijo Damien subiéndose en ella.

Ella gimoteaba, y se movía.

Damien se posiciono listo para enterrar su polla en Coté. No sé por qué estamos tan calientes viendo esto. No pretendíamos hacerle daño pero es mucho tiempo esperando por ella.

Damien no entró, aún no lo hacía. Se dedicó a morder cada parte del cuerpo de Coté, tan fuerte que en unas mordidas se veían pequeñas gotas de sangre. Coté estaba con los ojos cerrados llorando de dolor.

Damien tocaba sus senos, los lamía y mordía sacándole gritos a ella que eran ahogados con la mano de Adán. Luego él quitó la mano de su boca y comenzó a besarla.

Ella pedía que pararan pero estaban tan perdidos, estábamos tan perdidos que ignoramos sus súplicas.

—Por favor, Damien, me duele perdóname.—Seguía diciendo ella.

—¿Así deseas que te tratemos, Coté?—Interrogó Adán.

A lo que ella negó.

—Palabras, linda. Habla.—Informó Damien.

—No, así no, no volveré a hacerlo, por favor detente.

—Te dejarás curar tu mano sin protestar, si hay alguna queja, te prometo que no me detendré hasta que te follemos los ocho. ¿Está claro?—Preguntó Damien enfadado.

—Sí, lo está.—Le dijo.

Damien se bajó de ella y Adán fue por el botiquín, teníamos que limpiar su mano lastimada. Al ver su cuerpo nos asombramos, Damien había mordido todo a su paso, su pequeño cuerpo cubierto de grandes mordeduras casi en carne viva. Ella cubrió su cuerpo con las sábanas y se volteó, se colocó dándonos la espalda.

Cuando nos acercamos a ella, solo se alejó. Hemos estado yendo por el camino equivocado con ella. La castigamos cada que algo no nos agrada y tenemos que hablarlo.

—Ven, pequeña.—Dijo Levi atrayéndola a él. Se recostó con ella y la abrazó. Ella se encargó de llorar y muchísimo.

—¿Por qué me tratan así?—Dijo ella.—Ya me ha golpeado dos veces y ustedes solo ven cuando lo hace.

—Tú no te portas bien, cielo.—Le explicó Wolfgang acercándose a ella.

—Sólo déjenme ir. Por favor.—Dijo ella viendo a Levi.—Por favor por favor. Prometo no decir nada sobre ustedes, solo me iré y listo.

—Pensé que te había quedado claro, Coté.—Dijo Damien entrando a la habitación tomándonos por sorpresa.

—Por favor no.—Rogó Coté alejándose de nosotros. Al hacerlo la sábana con la que estaba cubierta bajó hasta su vientre y dejó sus pechos al aire.

—Estamos siendo demasiado buenos contigo, pequeña, aprovéchalo.—Dijo Damien.

—Wolfgang revísale la mano.—Le dijo Adán a Wolf.

Él revisó su mano lastimada, la limpió y la vendó. No estaba fracturada pero pasaría un tiempo con esa venda. También limpió las mordidas que le dio Damien. Su cuerpo estaba lastimado y ella lloraba. Como una diosa triste.

Ocho corazones para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora