•Capítulo veintiséis

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La dejaríamos dormir sola por esta vez, cada uno en su habitación, no nos presentaríamos donde se está quedando, que respire un poco. Pero luego iremos por ella, porque debe de estar con nosotros.

•Capítulo veintiséis

Al día siguiente

Narra Levi Swallow

Amanecí deseando tenerla en mis brazos. Quería ver esos ojos celestes achinarse mientras me sonríe. Darle un beso al despertar.
Me sentía vacío. Y era nuestra culpa.

Busqué a mis hermanos y planeamos qué hacer con ella. Desayunamos juntos pero sin ella. No quiso estar cerca de ninguno y comió sola en su habitación.

—Puedes abrir un momento, Coté.—Le pidió Rey tocando su puerta.—Por favor.

No obtuvimos respuesta de ella, ni siquiera se oía que alguien estuviera en la habitación. Decimos entrar y nos dimos cuenta que ella estaba en el cuarto de baño. A pesar de estar molesta con nosotros podía cantar ahí dentro. Su bonita voz cantaba una canción desconocida para todos. Estaba tomando un baño. Nos alegramos cuando vimos su plato vacío. Por lo menos no rechazó nuestra comida.

—Sí comió lo que le preparé.—Habló Adán creyendo que ella podía perdonarnos al haber comido lo que él le hizo.

—Eso es poco, Adán.—Le desanimó Damien, como normalmente lo hacía.

—Para mí es un gesto muy lindo, Damien, igualmente para ti lo es aunque trates de negarlo.—Reclamó Adán a Damien.

—Me aburrí de su comportamiento.—Dijo Damien entrando a dónde estaba ella.

Quisimos detenerlo, aún era muy temprano para hostigarla. Pero no pudimos, el pateó la puerta y logró entrar. Coté al no esperárselo se asustó y volteó hacia nosotros.

—¿Qué más quieres de nosotros?—La interrogó Damien muy cerca de ella. Ella solo lo observó sin gesticular.—Habla por Dios, Coté.

—¿Me dejarán ir?—Es lo único que preguntó ella. Estaba en esa bañera tan calmada, quizá aún sentía enojo pero no lo demostraba, era peligrosa para nosotros. Damien a pesar de ser horrible con ella podía sentirse mal, jamás había pasado esto. Y estar aquí con ella lo demostraba.

—No lo haremos, Coté. Pide lo que sea menos que te dejemos ir.—Le dijo Wolf queriendo tocar su su mejilla con sus dedos.

—Si no me dejan ir solo deseo que no se me acerquen, no me toquen, no me hablen, así como yo tampoco lo haré. Hagan como que no existo y haré lo mismo.—Cuando escupió aquellas palabras se notó su determinación, esto era mucho, cómo nos pedía ignorarla y hacer como que no existe, su sola existencia nos hace sentir vivos.

—¿Cómo?, te estoy dando tu espacio, no te he obligado a nada y sí que lo mereces.—Le gritó Damien cerca de su rostro.—¿Ahora pides esto?

—¿Mi espacio?, y eso significa que entres a dónde estoy tirando todo a su paso. Mira cómo has dejado la puerta, Damien. Eres un loco, pero no solo tú lo estás, también ustedes.—Nos señaló a cada uno que estaba presente en la habitación.

Ocho corazones para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora