•Capítulo siete

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—¿Quién es el que te lastimó, bonita?—Rey quería saber, quería matar con sus propias manos al maldito que dañó a su pequeña.

•Capítulo siete

Sigue narrador omnisciente

—Entrometidos.—Les dijo ella.—Ese es un pasado que no deseo recordar.

Dieron el tema por terminado, no hostigarían a Coté pero se encargarían de averiguar qué le sucedió y quién le hizo eso.

Ya en casa, le ayudaron a Coté a desempacar, eran tantas bolsas con cosas para ella que no se daba a basto ella sola.

—¿Qué te gusta comer, Coté?, ¿cuál es tu comida favorita?—Adan y Damien deseaban complacerla con su plato favorito. Amaban cocinar y mas si era para ella y sus hermanos.

—Me gusta comer verduras, con jugo de zanahoria.—Dijo ella.

Los hermanos no sabían si ella les estaba tomando el pelo, qué comida era esa, o sea, muy saludable sí que lo era pero, ¿en serio eso quería?

Los dos hermanos podían prepararle la mejor comida con ingredientes rebuscados y ella solo quería comer verduras.

—¿Verduras?, eres vegetariana, Coté.

—No, Adán, no lo soy, he comida carne algunas veces y hamburguesas. También me gustan las pastas, pero no sé como pedirlas.

—Has comido carne solo algunas veces, ¿por qué?

—Eres muy preguntón, Levi, de hecho todos los son. Dónde estuve no podía comer tantas comidas caras.

—¿Por qué no?, ¿dónde estuviste?—Inquirió Rey.

—Solo no podía, Rey.—Explicó Coté.

Los hermanos decidieron aligerar el ambiente, se estaba tornando muy pesado.

—Sí aprendiste nuestros nombres, Coté. Te llevó poco tiempo.—Dijo Eilad emocionado. Su chica se había aprendido sus ocho nombres.

—Y ustedes el mío.—Les dijo ella.

—Es muy lindo, nunca lo habíamos oído.

—Lo imagino, es lo único que aún conservo. ¿Harán verduras? Muero de hambre.—Coté habló intentando quitarle algo de peso a lo que acababa de decir, con ellos tendría cuidado con lo que decía, eran muy preguntones.

—Cómo te preparaban las verduras, cielo. Algún ingrediente que deseas que le agreguemos.

—Sí, sal estaría bien. Damien. Gracias.

Aunque los hermanos hayan hecho hablar a su mujer aún no la sentían del todo con ellos, quizá solo lo hacía para que no se dieran cuenta que aún una parte dentro de sí misma, quería irse.

—Entonces verduras serán, pero no te acostumbres, te haremos comidas ricas y muy elaboradas para que las degustes.

—Gracias, Adán. ¿En qué año podré irme?—Añadió ella.

Ocho corazones para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora